La Federación Internacional de Periodistas denuncia la inacción sobre el tema. La censura y la autocensura impide que en muchos países pueda saberse lo que realmente ocurre en Palestina.

A modo de comparación, en el otro gran conflicto mundial entre Ucrania y Rusia murieron 18 periodistas ucranianos tras 32 meses de guerra.
Las investigaciones de la FIP, con la ayuda de su afiliado regional, el Sindicato de Periodistas Palestinos (SPP), han demostrado claramente que muchas de estas víctimas eran objetivo del ejército israelí, al que la organización mundial pidió que protegiera en octubre de 2023, de acuerdo con el derecho internacional.
Esta guerra en Gaza, que ahora se ha extendido a Líbano, es la voluntad del gobierno de un hombre, el Primer Ministro israelí Benyamin Netanyahu, que pisotea todas las convenciones internacionales e incluso se tomó la libertad de acudir el 27 de septiembre a presumir de sus acciones militares contra civiles ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, con el pretexto de luchar contra el terrorismo.
Sin embargo, desde los conflictos estadounidenses en Irak y Afganistán, todos los informes demuestran que la guerra indiscriminada y los golpes arbitrarios contra el terrorismo son ineficaces; al contrario, refuerzan las ideologías radicales y amplifican las acciones de los movimientos combatidos. Por no hablar de los ataques indiscriminados contra civiles que crean al menos dos generaciones de odio y resentimiento contra sus agresores y sus descendientes.
Desde octubre de 2023, la FIP ha pedido repetidamente a las Naciones Unidas: que firme un alto el fuego que permita a los civiles abandonar la Franja de Gaza, un territorio de unos 365 km, la mitad del tamaño de Madrid; que haga llegar la ayuda humanitaria y logística lo más cerca posible de la población, incluyendo equipos de protección para los periodistas; y que permita a los periodistas y trabajadores de los medios de comunicación extranjeros entrar en el enclave para documentar la guerra.
No ha ocurrido nada. El gobierno de Netanyahu sigue sordo y ciego, a pesar de las incesantes acciones del Secretario General de la ONU, António Guterres.
Por el contrario, Israel ha ordenado la continuación de los ataques de su ejército, financiados principalmente por Estados Unidos (68%) y Alemania (30%).
En cuanto a la cobertura mediática, tras el mortífero ataque perpetrado por Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre, que dejó más de 1.200 muertos y 251 rehenes, la FIP hizo un llamamiento a los periodistas de todo el mundo para que respeten la verdad y comprueben los hechos, tras la publicación de una de las mayores «noticias falsas» de las últimas décadas sobre supuestos bebés decapitados.
Desde entonces, los debates han empeorado en las redacciones. Algunos temen ser tachados de propalestinos, otros de seguir el juego al Estado israelí.
La consecuencia de este profesionalismo mezquino, una especie de autocensura, es la deshumanización total del pueblo palestino, que casi no tiene a nadie más que a sí mismo para contar su pesadilla cotidiana. Cuando las conexiones a Internet están autorizadas o funcionan, la única forma de mantener informado al mundo es a través de las publicaciones de los periodistas gazatíes en sus plataformas de redes sociales. La inmensa mayoría de los medios de comunicación del mundo están efectivamente aislados de una realidad que se les escapa, y sus únicas fuentes disponibles son los periodistas miembros del SPP y de la FIP, que asumen todos los riesgos para filmar y fotografiar con sus teléfonos. Son los únicos que pueden cumplir su misión de informar sobre el terreno, a pesar de que carecen de todo y de lo esencial; lo imprescindible se vende caro en el mercado negro.
Por parte israelí, la deshumanización de los civiles palestinos está orquestada por los propios periodistas. En una entrevista concedida a AFP, una de las periodistas israelíes del Canal 14, Hallel Bitton-Rosen, declaró sin rodeos que su trabajo se centra en «apoyar a las fuerzas combatientes que protegen al país y a su ciudadanía de los viles terroristas que perpetraron la «terrible masacre»».
Afortunadamente, muchos periodistas dignos de ese nombre cumplen su misión con profesionalidad y retransmiten el trabajo de sus colegas en Gaza, cotejando al mismo tiempo sus fuentes con las comunicaciones oficiales de los dos beligerantes.
Centros de solidaridad con los medios de comunicación: Por su parte, la Federación Internacional de Periodistas y sus sindicatos miembros han recaudado varios cientos de miles de euros para los periodistas de Gaza a través de su Fondo Internacional de Seguridad, y a finales de julio abrieron el primer centro de solidaridad con los medios de comunicación en el sur del enclave, en la región de Khan Younis. Aunque actualmente hay dos centros abiertos, gracias sobre todo a la ayuda de la Unesco, es cierto que no son muchos, pero constituyen la condición sine qua non para que los periodistas de la Franja de Gaza puedan continuar su misión de informar con relativa seguridad.
A pocos días del primer aniversario del macabro 7 de octubre, la guerra de Gaza será la gota que colmará el vaso en las Naciones Unidas, como lo fue la Segunda Guerra Mundial para la Sociedad de Naciones en 1946. El Consejo de Seguridad de la ONU está totalmente paralizado, esclerótico e impotente ante un gobierno israelí que goza de una escandalosa impunidad.
Cuando se asiente el polvo de los escombros de Gaza, los historiadores de la década de 2030 juzgarán con severidad a la comunidad internacional, si es que aún puede llamarse comunidad por lo dividida que está, y en particular a las grandes «potencias» del mundo, en Occidente y en el mundo árabe, que en el mejor de los casos emitieron declaraciones blandas e inconexas, y en el peor financiaron el armamento del gobierno israelí. La comunidad internacional debe asumir sus responsabilidades. Debemos hacerlo ahora.
Si la justicia internacional cumple con su deber, los dirigentes de Israel y Hamás deberían sentarse en el banquillo de los acusados con cargos que van desde crímenes de guerra a crímenes contra la humanidad, pero muchos otros dirigentes políticos tendrán que comparecer por complicidad en estos crímenes.
«Aparte de nuestras hermanas y hermanos de la FIP, ya no esperamos nada de nadie», se lamentaba en septiembre un periodista palestino en Gaza. «Ha habido tantas muertes que ya no tenemos nada que perder, ni siquiera nuestras vidas. Si existe el infierno, creo que estoy viviendo en él ahora mismo. Es una auténtica masacre. Casi no te lo puedes imaginar».
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