Otra vez una salvajada desproporcionada de parte de las fuerzas de seguridad federales y la Policía de la Ciudad. Diez heridos oficiales y varios detenidos de los que no se tienen noticias. Alcanzaron seis meses para que la violencia en sus distintas formas ya sea una marca indeleble del gobierno de Milei.

A unos pasitos, el Parlamento está enrejado. La sede del Poder Legislativo es la bulliciosa pajarera donde los senadores debaten acalorados, sin ruborizarse, la deshilachada Ley Bases que impulsan los anarcocapitalistas. La motosierra hecha normativa que busca cercenar derechos y conquistas de los sectores populares. La tragedia avanza.
Las motos azuladas aceleran a fondo y los hidrantes disparan los cañones. Practican la coreografía del protocolo antiprotesta. Derrame de la derecha: hay palos y gas pimienta para todes. Un muchacho protesta desnudo subido al monumento de la República. Postal de época: Milei nos deja en pelotas.
Más balas y gases mientras avanzan los ejércitos de la noche libertaria sobre la plaza. “¡Hijos de yuta! No tienen madre, se agarran con los jubilados”, espeta una piba frente a los cosacos de Bullrich en Rivadavia. La respuesta es brutal: disparo de gas a la cara. Cae fusilada.
Arde un auto cerca de Solís. Se habla de infiltrados. Hay fogatas y silban más balas. Flamea una bandera: “No se banca más”. Los reventados por las políticas del shock y el hambre cantan que la patria no se vende, se defiende. “Son la dictadura, no quieren que estemos en la calle, nos quieren calladitos mientras saquean el país. Ya sabemos cómo termina esta película”, me dice Mario, un laburante de ATE que le pone el pecho a la muralla de robocops de la Gendarmería que se amuchan en Yrigoyen.
Razia y cacería en Congreso. Cae pesada la noche, hay 29 detenidos y los represores denuncian en las redes un intento de golpe de Estado de “grupos terroristas”. Sentido homenaje del gobierno negacionista a las épocas de la dictadura.
En la esquina de Avenida de Mayo y Saenz Peña se puede leer un cartel tatuado a mano: “Mientras ajustan, la gente muere. El hambre no espera”. ¿Lo sabrán los senadores?
Otra vez los gases. Corremos por la Avenida de Mayo y flota en el aire mil veces respirado una nube picante que liquida. Atrás nuestro la policía, la plaza desalojada totalmente callada; enfrente, más callado, en sombras, el Parlamento enrejado.
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