Vecinos y vecinas de Roseti al 1000 seguirán cosechando en los 80 macetones que instalaron en la vereda por impulso del Colectivo Reciclador. La resistencia comunitaria evitó el desalojo por parte del Gobierno de la Ciudad tras una denuncia anónima.

“Seguimos en vigilia, ahora más relajados y relajadas porque ayer vino gente del GCBA para dialogar, de alguna manera. Nunca dan nombres, no sabés de dónde vienen y todavía tenemos incertidumbre de qué puede pasar, pero la huerta hoy no se desaloja”, remarcó Sebastián Briganti, uno de los referentes de ese espacio e hijo del impulsor –Carlos Briganti-, en diálogo con Tiempo. Desde la Subsecretaría de Infraestructura e Higiene Urbana “se comprometieron a que si alguien viene a querer remover la huerta, los llamamos”.
El acuerdo incluye una próxima reunión donde tanto el Gobierno porteño como las y los huerteros llevarán propuestas sobre cómo continuará la huerta, tras una denuncia anónima por la supuesta acumulación de mosquitos –y riesgo de dengue- en el lugar. “Nuestra propuesta ya está hecha y la tenemos acá funcionando. Ya lleva todo este año de pandemia, ya hubo cosecha, las y los vecinos riegan, artistas intervienen las cubiertas. Hay toda una mecánica que se armó”, describe Sebastián. Y agrega que “la denuncia por mosquitos y el temor que hay en la gente por estas situaciones sanitarias indican que hay que educar y enseñar a vecinos y vecinas: en un contenedor de tierra no hay agua estancada, todo lo contrario. Ahí hay un hueco que hay que llenar con información y diálogo”.
La amenaza de desalojo había llegado a comienzos de semana y desde entonces hubo guardias en el lugar y apoyos de múltiples sectores. “La difusión, la movilización de vecinos y vecinas, la voluntad y el compromiso de defender la huerta, el apoyo de toda una comunidad de huerteras y huerteros organizados en CABA, que es enorme, todo eso se notó” al frenar el desalojo. “Hubo una gran movilización y a partir de ahora es pensar estrategias para ver cómo seguimos. Es un punto de inflexión”, definió el huertero, y contó que a partir del episodio de Roseti recibieron contactos de Palermo, Bajo Flores y otras zonas donde hay interesados e interesadas en replicar las huertas urbanas.
“Se activó una mecánica que a partir de la huerta empieza a haber una comunidad que se acerca, más allá de sus diferencias, con un interés común. Genera un entramado social hermoso. Es una propuesta que nos hace pensar cómo queremos tener la ciudad y qué árboles queremos tener. Tenemos alimento en la vereda: moras, nísperos, limones. Cultivar tu propio alimento es revolucionario”, remarca, y señala que además de meter las manos en la tierra, el eje pasa por militar la soberanía alimentaria.
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