La mugre

Por: Antolín Magallanes

La Ciudad de Buenos Aires gasta el 6 % de su presupuesto, que es cuatro veces más grande que, por ejemplo, el de Madrid, para la limpieza del espacio público, pero no logra tener niveles eficientes de higiene urbana.

La mugre que nos rodea parece haberse convertido en un problema crónico en la ciudad. Es increíble ver propagandas de operativos de limpieza por todos lados, pero no ver su eficacia real. Todos los días, los contenedores explotados de basura son un clásico paisajístico. La falta de atención de los volquetes verdes, hace que terminen siendo depósitos de cualquier cosa. Un verdadero desorden.

Los porteños siempre fuimos un poco/bastante sucios, sobre todo de la puerta de nuestras casas para afuera. No tenemos la higiene mendocina, no barremos la vereda al revés, algo que tendríamos que federalizar. Nosotros, por las mañanas, tenemos un derroche inmoral del agua, cuando vemos a todos los compañeros encargados con sus mangueras limpiando y tirando todo hacia el cordón cuneta.

Piensen todo lo que viaja hacia las alcantarillas, además de los papelitos, que terminan en el Río o Riachuelo, también en eso que los camiones de recolección de las empresas que recorren la ciudad arrojan, esos chorritos líquidos que caen sobre el pavimento desde las comisuras de la boca del camión. Noche a noche se repite el riego, los 363 día del año, los recolectores no trabajan en las fiestas de fin de año. Ese chorrito es el famoso lixiviado, palabra derivada del portugués, lixo, que significa basura, y su juguito es el lixiviado. Cae y queda y en las calles se acumula, se seca. Al llover se desprende y va la alcantarilla, después a nuestros hermosos y contaminados ríos que no podemos usar.

El Gobierno de la ciudad, denunciado por tener un manejo cuestionable de la basura, ha implementado soluciones que parecen más un parche que una verdadera respuesta. Por un lado, hay un servicio que recorre contenedores y los perfuma, lo que resulta absurdo. Por otro lado, han cambiado las tapas de esos recipientes, haciéndolos más antihigiénicos aún, solo para evitar que los cartoneros y recicladores se metan adentro o los hurguen. Ahora debemos usar guantes para ejercer cierta prevención de posibles contagios, lo que es realmente preocupante.

El mecanismo anterior era un pedal que levantaba la tapa, lo que evitaba el contacto manual. El actual es absolutamente manual y pesado para niños, ancianos y gente que colabora con la higiene, lo que es incómodo y poco práctico. Todo esto evidencia cierto relajo en las seis empresas que se reparten el negocio bajo la era amarilla. De las seis, una es la del Ente de Higiene Urbana, es decir la del Gobierno de la Ciudad, que recorre la Comuna 8, con menos financiamiento y menos eficacia.

Son ineficientes, muy ineficientes quienes exponen desde una política pública de higiene a su población.

Quiero ser práctico en la búsqueda de una solución e identificarla entre ciudadanos que habitan las calles, nosotros, los que están en tránsito, los vecinos y vecinas que duermen allí y los funcionarios de la higiene urbana.

El gobierno debe asumir como víctimas de este miserable estilo de vida a quienes vivimos o transitamos nuestra querida ciudad.

Es notable cómo desde la vuelta de la democracia seguimos atados al único sistema de gestión de residuos que inventó la dictadura militar, con su disposición final colapsada y que no da para más. El macrismo tenía que reducir volúmenes de basura y no lo hizo, se suponía que eran expertos, ellos tuvieron el negocio siempre, pero no lo lograron.

Hay muchas cosas que no hacemos en esta ciudad. Las comunas podrían poner a sus comuneros en un plan de trabajo participativo para lograr un mayor grado de higiene, elaborando campañas, sistemas de vigilancia trabajando con los vecinos de las cuadras que tienen contenedores. La realidad de nuestras calles hoy es lamentable, no hay fuerza en la gestión que evidencie un proyecto efectivo y eficiente.

Una ciudad que tiene cuatro veces el presupuesto de Madrid, para estas acciones, y gasta el 6 % de su presupuesto en ello, no logra tener niveles eficientes de higiene urbana.

Este es un problema que debería abordarse a distintos niveles, uno es la educación y participación vecinal. Es hora, como decíamos, de que las comunas tomen cartas en el asunto, debería ser una prioridad reunirse con los vecinos y vecinas buscando salidas y colaboración. Hemos visto cómo hay quienes se exceden. Muchos habitantes de la ciudad utilizan mal los volquetes y es ahí donde hay que actuar.

Pero que vayan pensando en dotar de guantes a la ciudadanía.

También articular con quienes simplemente están dispuestos a hacerlo, los recuperadores urbanos. Debemos tomar conciencia y hacerles tomar conciencia a nuestros gobernantes de que la participación ciudadana debe tender al compromiso vecinal con este tema. Esto afecta nuestra salud, pues atrae roedores, moscas y mosquitos, todos vectores que transmiten enfermedades, por ejemplo, el dengue, que vivimos previniendo.

También afecta nuestro hábitat, degrada nuestro entorno, que es nuestro paisaje urbano, como así también los olores nauseabundos. La manipulación de este nuevo sistema para abrir manualmente los contenedores es una fuente contaminante directa hacia la población, que en definitiva correrá con mayores costos de limpieza urbana de los ya millonarios montos que se abona a las empresas que mantienen la higiene de la ciudad, y en un futuro mayores gastos en salud.

En definitiva, un alto impacto negativo en la salud, el ambiente y la economía. En nuestra ciudad hay cosas que atender, así no podemos vivir más, sitiados por la mugre, con nuestros ríos contaminados, ¿tenemos conciencia de esto? De lo importante que es meternos con esto y que en definitiva podamos vivir mejor. Mucho mejor.

*presidente de Nuevo Encuentro CABA.

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