
El #PiletazoPorMilagro se pensó como un acto popular y militante, y eso mismo fue. Para colmo, se produjo un día después del dictado de una condena a 13 años de prisión contra Sala por parte de la Justicia jujeña, que llegó justo cuando faltaban horas para que se vencieran todos los plazos para mantenerla en prisión preventiva.
Mientras decenas de chicos se zambullían en las piletas estilo Pelopincho colocadas en la zona del Obelisco, desde un pequeño escenario expresaron su solidaridad con Milagro Sala Eugenio Zafaroni, Nora Cortiñas, Amado Boudou, referentes del kirchnerismo como Martín Sabbatella, Andrés Larroque, Carlos Castagnetto, dirigentes sociales, y representantes de los movimientos que reclaman la libertad de la líder de la Túpac. Fiel a su estilo, Luis D’Elía llevó su compromiso con la causa hasta el final y hasta se metió en una pileta rodeado de carteles con el slogan “Milagro presa política”
Fue una apuesta difícil en una ciudad –podría decirse un país- cada vez más apático e inconmovible ante las inequidades. Por su originalidad, la movida tuvo repercusión mediática y su correlato en las redes sociales. Y es allí donde, una vez más, hizo su aparición el ataque rascista, despiadado, contra todos los símbolos que aglutinaban esas imágenes. El #PILETAZOENELOBELISCO se convirtió en tendencia en Twitter, y algunas –muchas- de las reacciones, probablemente de trolls activos, pero seres humanos al fin, fueron de este estilo:
La pileta de lona expresa muchas cosas para los argentinos. Tener una Pelopincho no es lo mismo que tener “pileta”. La Pileta de cemento, o su versión a escala menor, la de fibra, es permanente, forma parte del capital acumulado por una familia porque tiene valor material medido en dólares. La de lona fue siempre la alternativa popular a la que recurren la clase trabajadora, alguna clase media baja que paga renta y, que probablemente tenga hijos pequeños, porque entre otras cosas es trasladable, requiere de menor espacio, carga menos agua –un bien escaso y caro en muchos hogares- y es mucho más económica.
De modo que dos realidades coincidieron ayer en el Obelisco: la pileta de lona, y los sectores populares celebrando la ceremonia del agua fresca con 30 grados y en pleno verano. La acción valió la pena aunque más no fuera por ver la carita feliz de cualquier niño que se zambulle en el agua –no importa el espacio que la contenga, porque hasta en esto los pibes anulan las diferencias de clase-.
La difusión mediática magnificó lo que es un hecho cotidiano desde hace cuarenta años por lo menos en este país, y la Túpac Amaru lo potenció para recordar que la obra realizada por la Organización existe, es tangible, y la puede encontrar cualquiera que recorra las afueras de San Salvador de Jujuy, aunque a muchos les resulte más conveniente creer que Milagro Sala “se robó todo”.
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