La trastienda de la política

El senador José Mayans lo soprendió a Federico Sturzenegger, hablándole de plata. También se sorprendieron los legisladores invitados a la cena del primer ministro de Canadá. Y ni qué hablar los compañeros de bancada de Federico Pinedo con algunos de sus votos.

“Nosotros ganamos poco o ustedes ganan mucho”

La Comisión de Acuerdos recibió el miércoles por la mañana a la plana mayor del Banco Central. El objetivo no era otro que responder las consultas de los senadores que deben aprobar los pliegos para sus mandatos de seis años. Federico Sturzenegger, como presidente de la entidad, fue quien más preguntas recibió. Todo iba bien hasta que tomó la palabra el senador del FPV por Formosa, José Mayans.

–Usted bien sabe que hay toda una polémica sobre el sueldo que debe cobrar un legislador. Es por eso que quisiera que me diga cuál es su sueldo como presidente del Central-, le consultó a Sturzenegger, micrófono en mano y mirándolo fijo.

El dirigente macrista se sorprendió por la pregunta, miró a los directores que lo acompañaban y a los senadores del oficialismo como pidiendo un salvavidas, pero todos se hicieron los distraídos.

-Bueno, mire, si usted considera que es necesaria esta información estoy dispuesto a enviarle un escrito con todo los detalles que me pide-, respondió el titular del Central que fue interrumpido por el formoseño con voz firme.

-Le estoy pidiendo que me diga cuál es su sueldo-, arremetió Mayans antes de insistir. -¿Sabe qué pasa? Estoy trabajando en un proyecto de ley que le ponga claridad a esto de los sueldos. Por supuesto que el del presidente debe ser el más alto de todos y así continuar de manera escalonada con el resto de funcionarios y legisladores-, explicó.

Sturzenegger escuchaba con los ojos un tanto desorbitados pero como Mayans insistió con la pregunta, terminó por acceder y casi musitando respondió:

–$200 mil netos.

-¿Cuánto?-, volvió a la carga Mayans buscando que se escuche en todo el salón.

El funcionario repitió la cifra y el senador continuó: -¿Dígame, a usted le parece mucho o poco que los senadores ganemos 80 mil pesos?.

Sturzenegger sonrió nervioso y pidió que lo liberaran de esa respuesta para «no generar problemas».

Mayans le sonrió con una frase picante: -Bueno. lo libero pero queda claro o que nosotros ganamos poco o ustedes ganan mucho.

Política sin corbata

Durante mucho tiempo la entonces oposición, y los grandes medios de comunicación que la respaldaban, criticaban el hecho de que Axel Kicillof y sus colaboradores del Ministerio de Economía, no usaran corbata cuando participaban de conferencias de prensa e incluso en los diferentes actos protocolares que realizaba la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Sin embargo, esa criticada costumbre se transformó de repente en una virtud con la llegada al gobierno de Mauricio Macri. El presidente la adoptó, sus ministros lo imitaron y la prensa amiga la resaltó y, casi casi, la puso de ejemplo. El tema es que Macri disfruta tanto de esta moda descontracturada e informal que ya la incorporó a las normas de protocolo. Por caso, el jueves 17 de noviembre, llegó a la casilla de correo de varios presidentes de bloques de Diputados la invitación para participar de la cena que el presidente le ofreció al primer ministro de Canadá, Justin Pierre James Trudeau, en la residencia de Olivos.

El texto del mail, tal como lo ilustra la imagen, es taxativo: «Esta invitación es personal e intransferible y el código de vestimenta es SIN CORBATA». El otro detalle del correo remitido es que la invitación llegó casi sobre la hora de la comida porque el mail apareció en las cuentas de los presidentes de bancadas a las 11 de la mañana y la hora fijada para acceder a Olivos era a las 19. En rigor, una cosa es ir sin corbata pero otra muy diferente es dejarlos prácticamente sin tiempo para que se duchen, perfumen y se calcen el traje, estilo casual, y trasladarse hacia la zona del convite. Es por ello que algunos de los legisladores comenzaron a dudar si la invitación llegó tarde por un problema burocrático o si se trató de una maniobra pensada para que no dijeran que no se los tuvo en cuenta.

Las costumbres de Federico Pinedo

El miércoles pasado, la sesión del Senado fue casi un paseo. Duró un poco menos de siete horas y cuando promediaba el debate, el senador y presidente provisional de la Cámara alta, Federico Pinedo, anunció el tratamiento del proyecto que declara la Emergencia Social. Una iniciativa que no es del agrado del oficialismo. De hecho sus legisladores la consideraron como «un catálogo de buenas intenciones» cuyo único objetivo es buscar que el gobierno nacional pague un costo político por vetarla. De todas formas, el debate discurrió sin sobresaltos hasta que Pinedo dijo que había llegado el momento de votar la iniciativa.

Fue así que todos los senadores presentes se identificaron y cada uno apretó, según su opción, el botón verde para respaldar el proyecto, o el rojo para rechazarlo. Cuando el secretario parlamentario, Juan Tunessi, se dispuso a leer el resultado a viva voz, tal como indica el reglamento, Pinedo lo interrumpió y en un tono algo menor al de un grito, dijo: «No, no, no, yo voté mal». Tunessi lo miró sobresaltado pero antes que dijera algo, Pinedo volvió a hablar: «Estoy tan acostumbrado a pulsar el botón verde que me equivoqué. Yo voto rojo, voto negativo, negativo», repitió por si alguien se había quedado con dudas. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, sonrió un tanto nervioso ante los senadores que comenzaban a lanzar una carcajada.

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