Leandro Morgenfeld: «Trump actualiza la doctrina Monroe con menos zanahoria y mucho más garrote»

Por: Gerardo Szalkowicz

El investigador y estudioso de la historia estadounidense analiza los primeros 100 días de Trump y su impacto en América Latina. Advierte que la Casa Blanca busca retomar el control sobre la región para revertir su declive hegemónico y la transición hacia un mundo multipolar.

Donald Trump cumplió los primeros 100 días de su segundo mandato, punto de llegada habitual para parar la pelota y balancear el derrotero de su gestión. En el caso del magnate estadounidense, cobra mayor relevancia desmenuzar su desempeño por el impacto mundial del terremoto político que desató: un Trump recargado decidido a dinamitar el orden comercial global para revertir el declive de la potencia del Norte frente al ininterrumpido ascenso de China.

Tal vez uno de los más atinados analistas para entrarle al asunto es Leandro Morgenfeld, historiador, investigador del CONICET y estudioso de la historia estadounidense y su política exterior. Junto a Gabriel Merino, acaban de publicar el libro «Nuestra América, Estados Unidos y China: transición geopolítica del sistema mundial«, coeditado por CLACSO y Batalla de Ideas, en el que junto a 23 académicos de distintos países piensan la dinámica actual del poder global y cómo debe posicionarse la región en esta transición hacia un mundo multipolar (aquí descarga gratuita).

En diálogo con Tiempo, Morgenfeld adelanta parte de sus reflexiones y plantea los desafíos de los países que habitan al sur del Río Bravo frente a lo que llama “el corolario Trump de la doctrina Monroe”.

–Pareciera que Trump volvió decidido a llevarse el mundo por delante para recuperar terreno. ¿Cuáles creés que son los principales rasgos de esta estrategia? ¿Qué ves de nuevo y qué de continuidad con los lineamientos generales de la Casa Blanca de las últimas décadas?

–Lo primero que hay que decir es que Trump es un síntoma, un emergente de un proceso que venimos analizando hace muchos años que es el declive de la hegemonía estadounidense. O sea, EE UU sigue siendo la primera potencia mundial pero ya no es lo que era. Y esto tiene ya unos 25 años, hay muchísimos indicadores económicos, comerciales, monetarios, en los que EE UU ya no tiene la primacía que supo tener al inicio de la posguerra fría.

Hay, en contraparte, un ascenso de distintos países de Asia Pacífico, por supuesto en primer lugar China pero no solamente; se ha consolidado y ampliado el grupo BRICS, es decir, hay un cambio geopolítico, una mutación cada vez más acelerada. De hecho, el eje de campaña de Trump fue MAGA, «make America great again», volver a hacer EE UU grande de nuevo. Él mismo dijo que va a intentar revertir el declive de EE UU.

Y lo está haciendo con una estrategia distinta a la de la clase dominante globalista del periodo anterior, que decía: nosotros organizamos el mundo después de la Segunda Guerra Mundial con las instituciones de Bretton Woods, la ONU, el G7 y después el G20, con la OTAN en expansión, es decir, EE UU gendarme del mundo. La estrategia globalista de “nosotros ponemos las reglas del juego, tenemos bases militares por todo el mundo, etc.”, Trump está diciendo que fracasó y por eso va hacia una estrategia “americanista” podríamos decir, que dice “perdimos con la globalización, tenemos que reindustrializar EE UU”. Y lo que está haciendo, mucho más fuerte que en el primer mandato, es ir a una guerra comercial con China pero también con sus socios históricos, con Europa, Canadá, México. Replegarse para tratar de reindustrializar el país y recostarse sobre lo que ellos llaman su “patio trasero” y nosotros le decimos en términos martianos Nuestra América.  Ellos dicen “ya no podemos dominar todo el mundo como antes, discutamos con las distintas potencias áreas de influencia”, y EE UU tiene que limitarse a poder controlar el continente americano, lo cual para nosotros es una muy mala noticia porque hay un reforzamiento del intento de control con una veta militar muy fuerte y un endurecimiento contra todos los gobiernos y movimientos no alineados con EE UU en América Latina y el Caribe.

Foto: Leandro Morgenfeld

–¿Qué lo diferencia del Trump del primer mandato y qué resultados creés que tendrá su ofensiva global en la disputa comercial con China?

–Este segundo Trump tiene mucho más poder interno: domina las dos cámaras del Congreso, tiene una Corte Suprema adicta, domina el Partido Republicano, ganó el voto popular además del Colegio Electoral, todo lo no tenía en su primer mandato. Es un Trump con más experiencia, mucho más fuerte, pero que, paradójicamente, está gobernando un EE UU mucho más débil. China ya pasó a EE UU en casi todos los indicadores económicos.

Entonces está lanzando medidas mucho más virulentas, se fue de la Organización Mundial del Comercio, del Consejo de DD HH de la ONU, del Acuerdo de París, y lanzó una guerra comercial mucho más drástica que la de 2018 que está llevando al mundo a una crisis que algunos ya comparan con la del 2008 y otros incluso con la de 1929.

Trump está dinamitando todo el orden internacional para tratar de negociar mejores condiciones para EE UU y revertir este proceso de declinación hegemónica. La gran pregunta es: ¿lo va a lograr o, por el contrario, y yo me adscribo más a esto último, va a acelerar el proceso de transición hegemónica? Es decir, creo que China va a ser, paradójicamente, la principal beneficiada por esta política en la que Trump tira manotazos para todos, incluyendo a sus aliados europeos.

Hablabas de que, en esta decadencia estadounidense, Trump debe replegar y limitarse a controlar el continente americano. Quería que profundices esta idea y en los impactos que tienen para la región estas políticas proteccionistas en lo económico, de reforzamiento militar y de expulsión masiva de migrantes.

–Creo que Trump está actualizando la doctrina Monroe, está planteando lo que llamo “el corolario Trump” de la doctrina Monroe, que se planteó en 1823 cuando EE UU dijo «America for the Americans», el continente americano tiene que ser para los norteamericanos, no vamos a aceptar que potencias extra hemisféricas, primero fue el Reino Unido, después la Unión Soviética, ahora China, nos disputen el dominio de nuestro “patio trasero”. Y, por otra parte, no vamos a permitir que se construya la Patria Grande, aquello que soñaban Bolívar, San Martín y tantos otros de tener un acuerdo regional para negociar en forma conjunta.

–¿Qué dice ahora Trump?

–Vamos a militarizar y reforzar el dominio sobre nuestro patio trasero. Marco Rubio, el secretario de Estado, que viene de familia cubana y es un acérrimo enemigo de la revolución y de todos los gobiernos no alineados, tiene una política muy dura hacia el continente. Una política con cada vez menos zanahorias porque EE UU no tiene mucho para ofrecer como sí tuvo en otras épocas, de acceso al mercado norteamericano, inversiones, etc, mientras que China ofrece mucho más en todos los órdenes, y el mercado estadounidense se cierra a nuestras exportaciones.

Trump actualiza la doctrina Monroe con menos zanahorias y mucho más garrote. Te dice “¿vos no hacés lo que yo quiero? Te pongo aranceles del 50 por ciento”. A Panamá, “¿Estás permitiendo que empresas chinas tengan acceso al canal? Te voy a invadir”. A México, “¿No aceptás que militarice la frontera, que te mande inmigrantes de vuelta? Renegociemos el T-MEC con mis condiciones”. Y así con cada país. Es decir, una actualización de la doctrina Monroe donde muestra mucho músculo político y militar para aplastar a los países de la región pero con muy poco para ofrecer.

Y eso creo que tiene patas cortas, porque incluso México, que tiene una economía muy vinculada a EEUU, dice “si Trump cada dos minutos nos va a imponer nuevas cosas con la prepotencia del que tiene la fuerza militar, diplomática y económica, yo tengo que diversificar mi economía, tengo que apuntar más hacia China y otros países”.

En ese sentido, Trump tiene a su favor el retroceso de los procesos de integración latinoamericana. ¿Cuáles son los desafíos para la región frente a esta ofensiva que pinta cada vez más virulenta?

–Ese es el gran punto, cómo reaccionamos frente a este Trump tan prepotente. Y ahí creo que está faltando retomar las instancias de coordinación política, que renazca la UNASUR, reactivar la CELAC, poner en marcha estas instituciones regionales y desde ahí negociar en forma conjunta con EE UU. Si cada país negocia en forma bilateral tenemos todas las de perder.

Es urgente retomar esas instancias de cooperación porque, a la vez, tenemos una oportunidad: el mundo está cada vez más multipolar, EE UU pesa cada vez menos, aunque cacaree más, y esto es una oportunidad para diversificar nuestra inserción económica internacional, para tener más autonomía, para revertir dos siglos de dependencia que tiene nuestro continente latinoamericano. Es fundamental reconstruir esas articulaciones políticas, además, para revertir la oleada de la ultraderecha en el mundo.

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