Lo que se viene en vida cotidiana, el trabajo, la política y otras miradas desde una expo realizada en Estonia que reunió unas 3000 personas de más de 60 países. ¿Puede realizarse en la Argentina?

La edición de este año reunió a más de 3000 personas de más de 60 países. Emprendedores, inversores, burócratas y periodistas algo desbordados se codearon con robots, ministros digitales y mascotas de startups de dudosa credibilidad. Pero si había que elegir al invitado principal, no fue un CEO estrella ni el presidente Alar Karis, que también apareció: fue la inteligencia artificial. Aunque no vino como amenaza, sino como un asistente modesto, listo para limpiar la bandeja de entrada y agendar el dentista.
Uno. Hace unos meses que Luis von Ahn, CEO de Duolingo, soltó una de las frases más citadas del evento: «Ahora somos una empresa que prioriza la IA». Detrás de las notificaciones alegres y los consejos de idiomas hay una estructura de aprendizaje automático que personaliza el camino de cada usuario, crea lecciones nuevas y responde consultas en una docena de idiomas, algunos incluso humanos.
El ambiente en el salón principal era práctico. Tallin no idolatra a la IA: la usa. Estonia, al fin y al cabo, empezó a digitalizar los servicios públicos en 2001. Hoy, el 100% de los trámites del Estado están online, incluso divorciarse, comprar una casa o un auto. Se puede registrar una empresa en 18 minutos (e-Estonia) y declarar impuestos en menos tiempo del que lleva calentar una empanada. Por eso, cuando en Lat59 hablan de IA, no siempre temen que robots reemplacen a chefs o músicos. Están, en cambio, contentos porque un bot descifra su calendario de Outlook sin entrar en crisis existencial.
En el Kultuurikatel, la charla giró hacia la educación. No si la necesitamos (spoiler: sí), sino de qué tipo. En Estonia, los chicos empiezan a aprender principios básicos de programación en la primaria. No se trata de crear al próximo Mark Zuckerberg, sino de alfabetización. El código es la nueva lectoescritura. Si no se sabe leerlo, otros pasaran por encima. Por ello, varios paneles se enfocaron en habilidades digitales. Una sesión planteó la pregunta: ¿debería el pensamiento algorítmico enseñarse como si fuera un idioma extranjero? El Ministerio de Educación local lo cree así. La lógica es simple: si los votantes del futuro no pueden distinguir un discurso humano de una alucinación de IA, la democracia podría terminar como los disquetes.
Dos. En mayo pasado, la campaña por las elecciones de Buenos Aires sorprendió por un nuevo tipo de contenido político: discursos sintéticos generados por IA. Apareció un video de Mauricio Macri desde cuentas libertarias. Lo tenía todo: voz, postura, hasta ese entrecerrar de ojos y la pronunciación como si hablara con una papa en la boca. Pero no era él: era un Macri generado, hablando como un GPS roto.
Los deepfakes no son novedad, pero este pegó en el hueso del Pro, en un país donde la verdad es más un espectáculo que un principio, ver a un ex presidente virtual afirmando con seguridad que bajaba a su candidata para favorecer a La Libertad Avanza. Como si la IA hubiera captado la esencia argentina: improvisá, emocioná y siempre hacé como que era tu plan. Si el Macri 2.0 miente, ¿es noticia falsa?
Los motores de generación de contenido audiovisual avanzan más rápido que otros productos digitales. Lo sucedido será norma y las regulaciones, probablemente, poco tengan para decir en el amparo de la libertad de expresión y contenidos. Por el contrario, en el ámbito de la telemedicina la nueva regulación de la Unión Europea respecto a la IA intenta poner límites claros sobre el accionar de las empresas que están detrás. Es una clara diferenciación de Asia y América, donde la mano invisible del mercado marca el camino. Europa regula, el resto crea.
Tres. Fuera de los paneles en Lat59, el sector de startups vibraba con la energía de una sala de emergencias o una confitería en hora pico. Fueron 391 las postulantes los premios, y 32 llegaron a la ronda final. Cada una refleja una nueva ética tecnológica: arreglá algo concreto, después escalá. En los rincones más tranquilos del lugar, los inversores se juntaban con café frío y planillas, murmurando valuaciones y estrategias de salida como monjes con textos sagrados. Durante las competencias de pitches, se ofreció un millón de euros en fondos, pese a los temblores del mercado global: los bálticos siguen dando pelea en captar inversiones.
Liisi Org, directora de Lat59, habló con pasión sobre expandir el evento más allá de la zona de confort nórdica. Tras el éxito de Latitude59 Kenya en 2023, ya se habla de llevar el formato a Sudamérica. «Hay un potencial enorme en los ecosistemas tecnológicos de América Latina», dijo. «La energía, la creatividad. Queremos construir puentes, no solo plataformas». ¿Podemos esperar un L59 Buenos Aires con menos café de avena y más empanadas, y debates sobre la ética de políticos sintéticos hasta la madrugada? Tal vez. O quizás Brasil tome la delantera con un ecosistema de startups más atractivo y, claro, la economía de escala más grande del cono sur americano.
Lat59 no intenta vender utopías. Ofrece un vistazo a un futuro que parece cada vez más inevitable. Un mundo donde la burocracia se automatiza, la educación se personaliza y los políticos, reales o no, siempre están a un deepfake de la sátira. ¿Podrá Hispanoamerica subirse a la ola? Mientras, en Estonia la confianza se gana en bytes. El enfoque no es revolucionario. Enseñá de chico cómo funcionan las cosas. Así, cuando el algoritmo meta la pata, saben que es el algoritmo, no el universo, el que está roto. «
GPT-4 Turbo. El Fangio de las IAs. Labura rápido, no se le escapa una: solo arma un plan de negocios, un poema en japonés o responde el WhatsApp de tu ex. Ideal para oficinistas quemados y startups con pretensiones de Silicon Valley.
Claude 3.5 Sonnet. Más sensible que el terapeuta: le hablás y parece entender de verdad, como quien leyó a Cortázar en Banfield. Perfecto para escritores, guionistas o gente que quiere llorar con una IA.
Gemini 1.5 Pro. El pulpo de Google. Ve, lee, resume, interpreta. Agarra una imagen y la explica como si fuera un guía del MALBA. Sirve para profes, diseñadores o para el tío que quiere hacer reels “con contenido”.
LLaMA 3. Lbre como Maradona en el ’86. De código abierto, se usa como se quiere: se mete en la PC y nadie dice qué hacer. Ideal para nerds con iniciativa y fobia a las multinacionales.
Mistral 8x7B y Medium. Los gasoleros rendidores del viejo Tren Roca hasta Glew. No tienen glamour, pero hacen el laburo. Para proyectos con más sueños que presupuesto.
ChatHub y Chattkib. Dos fierros para comparar modelos de las IAs. Se abren las pestañas, se ponen a todos a charlar y se ve cuál te contesta mejor. Una mesa de galanes del Bar El Cairo de Rosario, pero digital y con genios artificiales.
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