Los mandatos de belleza, otra herramienta opresiva y estigmatizante del patriarcado

Por: Laura Gambale

Las identidades feminizadas cargan desde hace siglos con el peso del deber ser de acuerdo al estereotipo del momento. Politizar la belleza: un paso hacia la resistencia y la rebelión.

El ideal de belleza y perfección interpela a las mujeres de todas las capas sociales, imponiendo una representación homogénea y estricta: son bellas, deseables y exitosas solo aquellas mujeres heterosexuales, de pieles blancas, de figuras delgadas, obedientes, con cuerpos sin celulitis y pelos depilados. ¿Es nuevo este planteo? Para nada, y aunque existe la Ley 26.485 de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, donde queda contemplado el derecho a una representación no estereotipada y libre de violencia simbólica y mediática, su cumplimiento deja mucho que desear.

¿Qué implicancias tienen en nuestra identificación como mujeres e identidades feminizadas sentir que “no encajamos” o que no respondemos a lo que nos dicen que es “el éxito”? ¿Por qué es importante insistir en la urgencia de desarmar el mandato de belleza, de cuestionarlo y resistirlo?

Al respecto, Lala Pasquinelli, artista visual, artivista y fundadora de Mujeres Que No Fueron Tapa, un movimiento de arte y activismo, en conversación con Tiempo Argentino analiza la manera en que nuestros cuerpos son cosificados, y propone otras representaciones  posibles.

“Hay una instancia previa que considero fundamental para trascender el mandato y es la de darnos cuenta de la colonialidad de las subjetividades a la que estamos sometidas. Entender que lo que nos pasa con los cuerpos es parte de una operación mayor de un sistema de opresión y que no es una cuestión individual. Toda la cultura nos educa en la idea de que este sufrimiento y angustia por no encajar junto a las patologías de resistencia que sufrimos son problemas individuales, y esto no es así», indica. «Es producto de un sistema opresivo que nos marca de qué manera somos aceptadas, deseables y exitosas, y de qué manera no. Ese es un paso indispensable en el plano de lo individual para poder incorporar otras narrativas vinculadas a experiencias y sensaciones gozosas que sí podemos vivenciar a través de nuestros cuerpos, trascendiendo totalmente la idea de la belleza”, detalla Pasquinelli.

En el plano colectivo, la artivista considera que la sociedad debe ser más firme con lo que exigimos a los medios de comunicación, y entre los puntos principales reclama por “más diversidad”, por “una representación no estereotipada”, y señala, “todas esas notas que siguen cosificando nuestros cuerpos donde son el aspecto fundamental de la supuesta noticia tienen que empezar a hacernos ruido”. 

Desde otra perspectiva, la psicóloga feminista experta en género Vanesa Elías se pregunta: “¿Qué heridas psicológicas provoca en las mujeres e identidades feminizadas la norma de belleza patriarcal?”, y continúa, “es clave que pensemos en profundidad la incidencia que tiene el mandato de belleza en la constitución psíquica de las mujeres e identidades feminizadas”.

Son mandatos que, para Elías, atentan contra la constitución subjetiva de identidad. “Un modelo nos dice que tenemos que apuntar a ser todas iguales y que lo distinto se descarta. En las mujeres trans, por ejemplo, esto queda muy en evidencia ya que muchas veces buscan transicionar hacia una estética hegemónica, y esto tiene que ver con que el costo a pagar que sienten por rebelarse contra el género, buscando parecerse lo más posible a lo que se espera culturalmente de una mujer”.

La valoración social de los cuerpos

¿Por qué no hay un señalamiento específico hacia el cuerpo de los hombres?, ¿en qué medida se evalúa su éxito? “En términos de la división sexual del trabajo, en el caso de los hombres la belleza física no es un valor en sí mismo; como dice (Gilles) Lipovetsky, a los varones no se les exige una belleza publicitaria, sino que van a ser valorados en su integralidad. A ellos se les exige visibilidad y éxito económico. Y para ser visible se le va a exigir que estén dispuestos a exponerse al riesgo y a la acumulación de dinero como símbolo de poder. El éxito en las mujeres, en cambio, está dado por encajar en el mandato de belleza, tener una pareja, ser madre y punto final, todo lo demás es secundario”.

En términos esquemáticos, sintetiza: “Hay tres mandatos que para mí definen la identidad de las mujeres: uno es el de belleza, que es la puerta de entrada a los otros dos, que son el amor romántico y la maternidad. Entonces, otorgándonos a nosotras como único valor en la sociedad el sentido de lo estético, lo que se valora y espera de nosotras es que aportemos belleza y no mucho más.”

La belleza democratizada

Otra de las terribles trampas del sistema es esta idea de que todas podemos pagar para ser bellas y que, si no accedemos a esa supuesta belleza que nos va hacer exitosas y deseables, es porque “no nos esforzamos lo suficiente”

“Este control excesivo en todos los aspectos de la imagen hace sentirnos que nunca somos suficientes, que no alcanza, y eso muchas veces termina patologizándose”, finaliza Elías. “Así, tenemos mujeres que se someten a cirugías excesivas que las terminan por hacer irreconocibles, sin ningún rasgo de su identidad original, nuestra identidad como sujeto, además de exponerlas a enfermedades en las que se pone en riesgo su propia vida”.

En ese sentido, Pasquinelli concluye: “Es importante reconocernos no encajando porque esa es nuestra resistencia. Es importante preguntarnos qué vamos a hacer frente a tanta opresión. ¿Vamos a seguir sumisas? Hay que politizar esta sensación de no encajar, nuestra vergüenza, nuestra culpa y convertirla en acción. Las desobediencias están apareciendo cada vez más a través de distintas formas de activismo. El hecho de no depilarnos y hacerlo visible, por ejemplo, no es algo para nada banal, sino una muestra más de las violencias que se ejercen sistemáticamente sobre nuestros cuerpos”.

El mandato que duele

Concebida así, la belleza para Pasquinelli «naturaliza desde que somos muy pequeñas que ser mujeres duele, por eso hablamos de descolonizarnos y de quitarles poder a estos mandatos, porque cuando sucede nos enseña a decir que no, a no normalizar la violencia, a no normalizar la opresión, a reconocer nuestro deseo, a estar en conexión con nuestros cuerpos y así poder emanciparnos”, finaliza.  «

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