Crónica de la cuarta visita de la banda californiana piloteada por Mike Muir, leyenda del hardcore-punk. Bandanas, canciones frenéticas y odas al skate.

El boliche de la avenida Rivadavia luce un lleno ecuménico. Hay punks, metaleros, thrasheros… Pibas, pibes y decenas de cuarentones vieja escuela ansiosos por ver a Mike Muir y su pandilla en su cuarta visita al país del nunca más. Curtidos fundamentalistas de la bandana, la bermuda y el chupín gastado de mil batallas en los subsuelos del under. La niebla de la nostalgia se mezcla con el humo de marihuana.
Hace un rato prendieron fuego las tablas los Hueso, crédito local en la velada. Patada al pecho: duro y parejo el set de los muchachos. Con puntualidad, pasaditas las nueve y media, se abre el telón. ¡Luz, cámara, pogo!
La batalla de Flores
La banda nacida y criada a principios de los años ochenta en la playita de Venice, de la desangelada Los Angeles, rompe el hielo con “You Can’t Bring Me Down”, perla de Lights… Camera… Revolution, disco circa 1990. Entonces se desata un infierno encantador. Cyco Miko, con 61 pirulos sobre el lomo, corre demente de punta a punta del escenario. El bien alimentado skater sigue en forma. Vivito y pogueando.
“Hacelo vos mismo”, guitarras filosas, una pizca de hardcore-punk y canciones neuróticas, de humor negrísimo, contrasistemas y bellísimas odas al skate que eran frescos dantescos del american dream y la llegada del derechoso Reagan al poder. Esa fue la receta germinal de los ST. Después llegó el crossover con el metal, el thrash y el funk violento. Miles de bandas los copiaron: podrán imitarlos, pero nunca igualarlos.
Si se desata una batalla de mosh y choque de cuerpos en el campo, suenan oportunas “Join The Army” y “War Inside My Head”. ¡Cuidado con ese mastodonte de cresta que viene de frente! El golpe te lleva directo a 1994: Obras repleto, reina el 1 a 1, el desempleo y el sucio menemato. La historia se repite como tragedia mileísta. Volvés al presente con “Fascist Pig”.
“Cyco Miko” está bien acompañado: el ex baterista de Slipknot Jay Weinberg castiga los parches, Dean Pleasants y Ben Weinman hacen sangrar las guitarras y el pendejo Tye Trujillo agita el bajo. Es digno hijo heredero del histórico pulpo Robert, desde hace años en Metallica. Groove garantizado.
Los muchachos del tablón
“ST, ST, ST”, agita la hinchada. Los muchachos del tablón están en llamas, y no es para menos, suena al palo “Possessed to Skate” de Join The Army del ’87. Muir surfea la ola de cemento. ¿Quieren más? Hace un rato explotaron “Send Me Your Money”, “Cyco Vision” y “Subliminal”. El violero Weinman trepa por los caños y termina en andas por el campo. La escena es digna de un cuadro hiperrealista de Dan Witz.
Después llega el humor ácido con “I Saw Your Mommy”. Se baila en trance hasta que las velas no ardan. El grand finale es sucio y desprolijo. «How Will I Laugh Tomorrow» y «Pledge Your Alliance», zapada con decenas de desquiciados en un asalto postrero para copar el escenario. Todes saltan y repiten el mantra “ST, ST, ST”. “Suicidios ejemplares”, diría el escritor Enrique Vila Matas. Salimos vivos y felices de las fauces del teatro. La noche es hardcore.
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