El momento álgido para esta marea verde y amarilla llegó al comienzo de la tarde, cuando Bolsonaro se dirigió a ellos desde el Palacio de Planalto, ya portando la banda presidencial.

El momento álgido para esta marea verde y amarilla llegó al comienzo de la tarde, cuando el excapitán del Ejército se dirigió a ellos desde el Palacio de Planalto, ya portando la banda presidencial.
«Me pongo frente a toda la nación, en este día, como el día en el que el pueblo comenzó a liberarse del socialismo, de la inversión de valores, del gigantismo estatal y de lo políticamente correcto», lanzó desatando el delirio de sus entregados seguidores, en un discurso más agresivo que el que había pronunciado minutos antes en el Congreso.
A su lado, le observaba su joven esposa Michelle, quien acababa de dirigirse al país en una inédita intervención en lengua de signos, que interrumpió para besarle en dos ocasiones. El público disfrutaba y Bolsonaro acabó agitando una bandera de Brasil que lanzó el público prometiendo, entre vítores, que «jamás será roja».
«Vine solo para la investidura, hice mucho sacrificio, ahorré para comprar el pasaje de avión, pero al final conseguimos estar hoy en la ceremonia de nuestro presidente Bolsonaro, con todo orgullo», contó a la AFP el jubilado Antonio Vendramin, que llegó desde el sur del país.
El Gabinete de Seguridad Institucional cifró en 115.000 los asistentes a la ceremonia, menos de lo proyectado inicialmente por los organizadores, según la prensa local.
Procedentes de todos los puntos de este país continental, ningún fan del «Mito» quería perderse este momento histórico, poco probable hace apenas unos meses. Los había con banderas, camisas con la cara del flamante presidente o incluso vestidos de superhéroes. Algunos repartían bendiciones o lanzaban consignas contra la prensa y a favor de Bolsonaro.
A nadie parecía importarle la fina lluvia que cayó en la mañana, los cuatro controles que debían pasar o si hasta el último momento no se supo si el presidente y su esposa iban a recorrer la Explanada en un Rolls Royce descapotable o en un carro blindado.
Al final, optaron por el tradicional Rolls para alegría de su seguidores, que no dejaron de vitorearles durante el trayecto.
«Vine por el ‘Mito’. Es algo que nunca vivimos antes en la historia de Brasil», afirmó Vandelice Morais, una profesora de 67 años llegada desde Bahía (nordeste).
«Como yo, él coloca la familia, la patria y a Dios en primer lugar», añadió.
La ceremonia se planeó con unas medidas de seguridad sin precedentes para este tipo de actos, dejando bloqueado el corazón de la capital.
Cerca de una de las entradas, un jeep del ejército daba la bienvenida «a la fiesta de la democracia» y recordaba que había francotiradores posicionados en lugares estratégicos y un dispositivo en caso de ataque químico.
La inseguridad es uno de los temas que más preocupan a los brasileños y que ayudan a explicar el auge de Bolsonaro, un diputado prácticamente inexpresivo durante casi tres décadas, pero cuyo discurso a favor de la mano dura conquistó muchos votantes.
Vestido con una camisa con el logo de la policía de Nueva York, el profesor Mauro Penna no escondía sus esperanzas en que el nuevo gobierno resuelva el problema.
«Contamos con él para acabar con la criminalidad y para tomar medidas más liberales en la economía», afirmó este docente de 36 años.
En septiembre, el propio candidato sobrevivió a una puñalada asestada durante un mitin por un exmilitante de izquierda.
Llamado frecuentemente el «Donald Trump tropical», Bolsonaro nunca ha escondido su admiración por el presidente estadounidense, con el que pretende colaborar estrechamente. Trump no acudió a la investidura, pero envió a su secretario de Estado, Mike Pompeo, parte de una comitiva de invitados integrada por 12 mandatarios, entre los que también estaba el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu.
«La asociación con Israel aportará mucho a Brasil en términos de tecnología, pero para nosotros es también muy importante porque somos cristianos. Con esa asociación, Brasil será bendecido», valoró Denise Souza, una comerciante de 30 años llegada desde Minas Gerais, y que combinaba su camisa amarilla de Bolsonaro con una bandera de Israel en la espalda.
Poco a poco, el flujo ‘verdeamarelo’ aumentó en la Explanada, que se llenó de seguidores con camisas del «Mito» y banderas de Brasil.
Todos expectantes para el comienzo de una nueva era.
«Los gobiernos que vinieron antes hicieron siempre lo mismo y dio lo que dio», afirmó el estudiante Igor Freitas, que a los 17 años votó por primera vez en las pasadas elecciones.
«Bolsonaro vino con una postura totalmente diferente, por eso decidí votarle. ¿Y si funciona?», lanzó.
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