Se transformó en una figura de nuestra cultura popular haciendo del exceso un manifiesto, del kitsch una estética y del show, una forma de resistencia afectiva.

—¿Esperabas cuando eras chico este presente?
—No, sinceramente nunca tuve la ambición de convertirme en esta persona que soy. Sí tenía claro que quería vivir de esta profesión, que iba a darlo todo, que tenía una pasión muy fuerte, y me comprometí para lograrlo.
—Tenés un estilo marcado. ¿Cómo lo fuiste armando?
—Creo que el estilo es como la personalidad: es difícil describir cómo se define. Mi teatro refleja mi manera de ver el mundo. Tengo una mirada singular, como cada persona que intenta hacer algo artístico. Hay varios elementos que le fueron dando un sello: la forma de construir el casting, mezclando personas que uno no imagina; los temas poco convencionales o controversiales; y una forma muy libre y espontánea de comunicar lo que hago. Puedo dirigir un clásico en el San Martín o una obra como Sex, organizar una gira o moverme del teatro mainstream al indie sin problemas.
—¿Se puede entrenar esa mirada para descubrir actores?
—No creo. Es algo natural. Hay dos partes: cómo sos como persona y cómo eso se traduce en tu ser artístico. La experiencia te ayuda a confiar en tu instinto. Trato de tener una existencia lo más amplia posible para que mi obra también lo sea.
—¿Cómo hacés?
—Trato de nutrirme todo el tiempo: ver películas, ir al teatro, comer rico, entrenar, descansar, tener un buen vínculo con mi hijo, con mis amigos, ser creativo en redes, compartir tiempo con mi familia. Todo eso es un caldo de cultivo, un nutriente que repercute en mis espectáculos.
—¿Te gusta rescatar actores que quedaron en el olvido?
—Me gusta respetar la experiencia. Trabajando con gente mayor también aprendo de lo que vivieron. Nuestros mayores son una fuente de enseñanza, hay que cuidarlos y respetarlos.
—¿Sos una persona positiva?
—Creo que la personalidad se forja. Siempre intenté ir para adelante. Soy un gran agradecido. Fui tocado por la varita mágica del éxito, si entendemos por éxito poder vivir de lo que hago, concretar ideas, que un productor apueste a mí, que el público me acompañe. Mi vida y mi carrera son una construcción, y en eso me siento súper conforme.
—Cuando eras chico, ¿con qué soñabas ser de grande?
—Crecí en una familia de clase media trabajadora. Nunca pasé necesidades, pero vivíamos con lo justo: mi papá era verdulero, mi mamá limpiaba casas y alquilábamos. Yo creía que los basureros encontraban televisores, computadoras y muebles que los ricos tiraban. Por eso de chico quería ser basurero, pero descubrí el teatro y supe que podía ser todo lo que imaginara.
—¿Te cuidás?
—Sí, le doy mucha bola a la alimentación y al descanso. No me drogo, no fumo, tomo alcohol socialmente, no hay botellas en mi casa. Naturalmente tengo una conducta saludable, sin fanatismos. Entreno con mucha disciplina. Los deportes no me atraen ni para ver ni para hacer, pero el gimnasio es mi cable a tierra.
—¿Cómo llevás la paternidad?
—Muy bien. Creo que se construye sumando pequeñas acciones. Tengo una vida muy activa con mi trabajo, pero siempre con foco en acompañar a alguien que se está formando. Es un joven de 17 años que llegó a mi vida cuando tenía 15. Es mi responsabilidad ayudarlo. Vamos camino a cumplir dos años juntos como padre e hijo. Cada ritual cotidiano es importante. Es algo hermoso.
—¿Cómo te llevás con la edad?
—Estoy contento con la persona que soy. Pero si me das a elegir, prefiero cómo tenía la piel a los 30 o lo rápido que bajaba de peso (risas).
—¿Qué tarea doméstica te gusta más?
—Soy muy bueno ordenando. No es mi fuerte cocinar y lavar platos, pero lo hago porque soy padre y vivo solo. Pero ordenar y mantener el orden me sale bien. Mi personalidad no me permite que el caos gane. A veces me pongo música para motivarme.
—¿Qué te gusta escuchar?
—Depende para qué. Soy fanático de Adele, Norah Jones, Dua Lipa. Me gustan mucho los artistas internacionales. También escucho mucho a mi prima, Natalie Pérez. Me gustan sus canciones, sus letras, su forma de construir la musicalidad, la magia
personal que tiene al cantar.
—¿Qué viaje te marcó?
—Nueva York y Londres, sin dudas. Son ciudades donde vibro muy alto. No es casual: son grandes capitales teatrales, como Buenos Aires. Cada vez que voy, veo teatro, y siempre me dejan una huella. También conocí lugares increíbles: Shanghái fue extraordinario, Turquía también. Conocer lugares nuevos es un deleite. «
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