Natalia Paganini: «Dirigir grotesco me resulta un desafío»

Por: Juliana Corbelli

Desde 2010 conduce la Compañía Autobombo. Es la segunda obra del grupo, después de Unione Benevolenza, estrenada en el mítico Payró en 2012.

A unos años de cumplirse un siglo del primer estreno del grotesco criollo, la actriz y joven dramaturga, Natalia Paganini dirige Paredón, un grotesco actual situado en la calle Juana Manso de Puerto Madero.

Con representación los sábados en el teatro Gargantúa, Paredón recrea un tipo textual dramático que antes de escupir la falta, puntualiza el exceso. Paganini dirige un elenco de actores y actrices comprometidos en profesionalizar Compañía Autombombo, por lo que la experiencia artística no sólo se recibe de manera sólida sino efectiva en humor, choque de cuerpos y equilibrio escénico. 

Paredón deconstruye la puesta tradicional y además replantea el concepto de público, desde el ingreso a la torre de cristal, hasta la resonancia del final. Su paso por la carrera de Letras hizo que Paganini no perdiera la costumbre de la lectura con el lápiz en la mano. Y además de formarse en la academia, pasó por los talleres de dramaturgia de Mauricio Kartun, Ariel Barchilon e Ignacio Apolo. Actúa desde los doce y como docente de Lengua y Literatura duplica la apuesta a sus alumnos llevándolos al teatro e invitándolos a ver sus obras. 

El grupo de los autobombos, en su conjunto, es rico en multiplicidad de áreas que amplían la investigación dramática en zonas prestadas de la sociología, la historia y las letras. Sostienen la autogestión constante, tal es así que efectúan eventos gastronómicos y culturales para recaudar fondos en lo que llaman: “Pocos pero buenos”.

Son amigos, se quieren y se tienen confianza: “Crecimos juntos” y “no concebimos otra forma de hacer teatro por fuera de la autogestión”. 

-¿Qué le sumaría este segundo grotesco a Unione Benevolenza

-Primero, actualidad porque está ambientado en el presente. Pero además, hay una vuelta de tuerca respecto del grotesco criollo. Si en éste el motor de la acción y la temática principal era la falta de dinero, acá es el exceso. Es un grotesco de la sociedad de consumo, me gusta llamarlo así porque son los nuevos ricos. Es llevar eso al extremo. ¿Qué pasa cuando la máscara se cae? El típico del grotesco el desenmascaramiento de los personajes. 

-Y el trazado televisivo de los años de los reality, del 2000 en adelante.

-Claro, el panóptico que está en la puesta. Quisimos jugar con los medios, en ese sentido, y con la vigilancia, el control, y qué sucede cuando salen de ahí y no hay cámara que resista. 

-La puesta es muy novedosa. 

-Es algo diferente. En el Payró la hicimos a la italiana, a un nivel alto y muy lejos del público. En este caso, quisimos buscar un teatro diferente. Nos costó mucho conseguir sala, por suerte conseguimos Gargantúa porque ahora tiene la opción de desmontar el escenario. Vamos a piso y con el público dispuesto a los cuatro laterales. A mí me interesaba que el público fueran además las cámaras que vigilan la torre y que fueran los ojos de los espectadores que estuvieran en el living espiando lo que pasa. De hecho, los recibe la mucama cuando ingresan. La idea es espiar esa familia que quiere y pretende vivir aislada y no puede. Porque en algún momento, la burbuja explota. 

-¿Cómo fue el proceso de escritura?

-Trabajamos con el elenco de modo colectivo. Yo tenía una idea y se las comenté, escribí para esos actores, por lo que sabía los cuerpos con los que contaba. Imaginé los personajes, los distribuí y ahí empezamos a investigar todos. Desde el universo de Puerto Madero hasta construcción de personaje, vínculos y ensayos meramente de investigación y de creación. Finalmente, escribí la dramaturgia. Tomé mucho de los ensayos, las impro, de lo que tenían para ofrecerme y a posteriori lo hice de un tirón. 

-Es interesante la gráfica. Sitúan la obra en la calle Juana Manso. 

-(Risas) Siempre me causó entre rabia e indignación y gracia los nombres de las calles de Puerto Madero. Todas heroínas… Me dije, «Juana Manso, pongámosle a esta torre.» Estos tipos no saben ni quiénes son, están en el piso 50 y que explote el mundo. Leímos mucho acerca de Puerto Madero. Hay frases que son textuales de gente que escuché de la calle o que leí en un periódico o foro online que se llama Nuevo Madero. Ahí toda la gente va poniendo sus problemáticas, que son del tipo: “El Jumbo nos discrimina”. Eso está textual de esa nota y lo dicen porque no tienen las mismas promociones, son los pro y los contra de pertenecer. Fue hermoso descubrirlo, me dio muchísimo material. También está el motivo del “e-market”. Todo esto le decía una señora a otra. Hay cuatro de los personajes que pertenecen a esa clase acomodada. Y hay dos que no. Uno es el personal trainer, que tiene una cosa de paredón de clase. Yo le puse así porque me pareció significativo el título en cuanto a la división y porque todos terminan yendo al paredón, acusándose. Es polisémico. 

-¿Alguien se salva? 

-No, ninguno. Esa es la idea para complejizarlo porque de lo contrario, santificamos a la mucama y es más complejo. Pero claramente es una obra crítica sobre ciertos sectores sociales que no paran de crear muros. Lo que genera incomodidad es que tal vez el que se considera el “más progre” del mundo se escuchó diciendo parte de esas frases. Al escucharlas, se desnaturalizan y es posible que te mueva alguna fibra. Un alumno la vino a ver y me dijo que teníamos que hacer una encuesta con el público, del ala derechista, a ver si se sienten interpelados. O se identifican positivamente con esos personajes. 

-¿Hay algún grotesco específico tradicional del que hayas partido?

-En realidad, partí de un cuento de Poe, aunque parezca loco. De “La máscara de la muerte roja”. Uno de los talleres que hice con (Ariel) Barchilón tomaba una estructura mítica y la actualizaba en otro contexto. Ese texto me quedó resonando por la cuestión del aislamiento y de que el príncipe termine encerrando a todos para no contagiarse del resto. Y además, el tema de la inseguridad, de la paranoia enferma, del miedo a lo diferente y la intolerancia. 

-¿Cómo te resulta dirigir este género hoy? 

-Dirigir grotesco me resulta un desafío, es difícil encontrarle el punto, puede quedarte demasiado extremo o chico. Fue un gran trabajo encontrar que todos estuvieran parejos. A mí me encanta cómo trabajan, hay una confianza plena y me dan mucho material. Es un placer, además de que somos muy amigos. Y eso se transmite, la química entre ellos. Y al estar involucrados en el proceso creativo, hay algo de la organicidad y natural que les suma. Están muy involucrados en la construcción desde cero, ellos se sumergieron y comprometieron.

Paredón se representa los sábados en Teatro Gargantúa: Jorge Newbery 3563 (consultar horarios).

Ficha técnica:

Fernando García Cormick: Rober
Miguel Ángel Vigna: Tomy
Romina Malatesta: Nina
Andrea Cataldo: Celia
Mariana Paganini: Vicky
Sofía D´Afflitto: Grace
Dramaturgia y dirección: Natalia Paganini
Asistencia de dirección y producción: Irene Gorelik
Escenografía y caracterización: María Rita Rovati

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