Verdadero cultor del género epistolar, en el reciente volumen de cartas publicado por Anagrama puede percibirse la calidad literaria de Oliver Sacks, quien demostró que los casos de sus pacientes podían convertirse en buena literatura.

Pero esta nota trata sobre Oliver Sacks (Londres 1933- Nueva York 2015) que, curiosamente, echó mano del psicoanálisis en algún momento de su vida, y que, verdadero grafómano, se dedicó, entre otras cosas, e escribir cartas.
Sólo con ver el monumental libro Oliver Sacks, Cartas, publicado recientemente por Anagrama de casi 900 páginas para preguntarse cómo hizo este científico y escritor para escribir tanto.
El libro de cartas de Sacks es una edición de Kate Edgar, quien comenzó a trabajar con él como editora en 1983 y la traducción pertenece a Damià Alou.
Dice Kate Edgar en el Prefacio del libro: “Oliver Sacks adoraba las cartas. En Londres, donde creció en las décadas de 1930 y 1940, la gente se mantenía en contacto a través de las cartas y las postales. En aquella época muy pocos hogares disponían aún de teléfono, pero el correo se repartían dos veces al día, por lo que se podía responder a vuelta de correo el mismo día”.
Y agrega: “A los seis años, Oliver vivía en un internado, y no puedo evitar imaginarme que una carta de la familia debía ser realmente apreciada. Incluso de adulto, le encantaba recoger el correo a diario para ver qué le traía.”
Por supuesto, estas son buenas explicaciones para su pasión epistolar, pero quizá no sean las únicas. Es probable que no siendo consciente de su verdadera vocación de escritor, las cartas le permitieran ponerla en juego a través de un género común en la época y que hoy ha desaparecido a va en vías de hacerlo.
Lo cierto es que su deseo de escribir era tal que, según lo refiere Kate Edgar, “redactaba unas líneas con que acompañar su cheque mensual a la compañía eléctrica”.
En los 60 se mudó a los Estados Unidos y se instaló en Nueva York, donde permaneció hasta su muerte. Según él mismo cuenta, esto lo hizo sentirse mucho más libre que en su ciudad natal.
Las cartas de Sacks que figuran en el libro de Anagrama abarcan desde 1960 a 2015, poco antes de su muerte, y pueden ser leídas como una suerte de muestrario de los cambios que se produjeron en su vida, de las relaciones familiares reflejadas en las cartas a sus padres y la querida tía Len, a sus su hermanos Marcus y Michael, a sus colegas, a uno de sus amores Jeno Vincze y a otro de sus amantes.
También dan cuenta de los contactos que tuvo con grandes personalidades de su época como el poeta W.H. Auden, al dramaturgo Harold Pinter, a Susan Sontag, al actor, Robin Williams, al escritor Paul Theroux, al defensor de la medicina alternativa Deepak Chopra entre muchos otro actores, críticos literarios y personas de la especialidades más diversas. Dijo Paul Theroux: “Estas cartas son magníficas – fluidas brillantes sinceras- y algunas de ellas desbocadamente apasionadas. Sacks podía tanto escribir una carta de amor de varias páginas como un extenso análisis sobre un medicamento o una afección neurológica…Una autobiografía en forma epistolar”.
Esta verdadera “autobiografía epistolar “incluye también sus días finales, su lucidez frente al cáncer que lo llevaría a la muerte.
En una carta fechada el 9 de agosto de 2015 le escribe a Gay Sacks: “Mi cáncer ha acometido como un maremoto y nada parece capaz de frenarlo. Ahora estoy muy débil, aunque no demasiado incómodo, pero avanzo hacia la fase terminal y dudo que sobreviva a este mes”.
Como la de todos, la vida de Sacks no estuvo libre de contradicciones. Ese hombre tan sensible que parecía interesarse sólo por cuestiones sutiles relacionadas con la existencia humana tuvo dos pasiones que parecen contradecir su naturaleza: fue levantador de pesas y un apasionado de las motos. De su primera pasión se arrepintió más tarde, pero se dedicó a practicarla durante mucho tiempo.
Su escritura tuvo el mismo nivel de excelencia que su actuación como médico neurólogo. No por casualidad es admirado por tantos escritores como, por ejemplo, es español Juan José Millás.
Como médico pareció contradecir su formación su formación al considerar al autismo para postularlo como una condición, es decir, una forma diferente de ver el mundo.
El libro de sus cartas se disfruta leyéndolo de corrido, pero es también de esos libros que es imprescindible tener en la biblioteca y leer fragmentariamente de cuando en cuando, porque su riqueza es inagotable en una sola lectura. Siempre se encontrará en la relectura parcial algo que no se había descubierto antes y resulta particularmente interesante. No es un manual, pero sí un libro de relectura permanente.
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