Osvaldo Bayer, más de pie que nunca y con Diego Capusotto

Durante treinta años, Fabio Zurita registró al historiador y periodista que mejor encarnó los verdaderos ideales libertarios en la Argentina. Su documental "Yo filmé a Osvaldo Bayer", con voz en off del reconocido actor y humorista, se estrena en tiempos de monumentos derribados y luchas impostergables.

Se lo cruzó una vez y, como tantos otros, quedó deslumbrado. Osvaldo Bayer fue para Fabio Zurita una brújula, un ejemplo. Sin proponérselo, comenzó a seguirlo como un apóstol detrás de un Jesús ateo e irreconciliable. Lo acompañó con una cámara —con muchas cámaras, en realidad— durante tres décadas, sin saber muy bien qué haría con todo ese material. Hasta que la película fue inevitable. Yo filmé a Osvaldo Bayer no solo retrata el legado del intelectual, sino también el derrotero íntimo de quien decidió documentarlo. La voz en off es de Diego Capusotto, amigo del realizador, que narra las historias que Zurita no se animaba a contar en primera persona.

“Lo que me impulsó es que me conmovió su amabilidad. Él no tenía por qué hacerlo, pero me ayudó mucho. Era admirable su capacidad de hacer miles de cosas. Entonces dije: hay que retratar esto de alguna manera, y comencé a acompañarlo a todos los lugares que pude”, cuenta Zurita.

—¿Cómo surgió la película?

—Conocí a Bayer en el 88, en una charla sobre presos políticos que dio en la Federación de Box. Le hablé de un material que yo tenía para un documental sobre violencia policial en el fútbol, que terminé llamando Pato criollo. Él vivía en Alemania y se llevó los VHS para mostrarlos allá. A la vuelta, pasó por Córdoba y los presentó ante el sindicato de Luz y Fuerza. En ese momento, yo había incluido comentarios de periodistas con posturas opuestas para generar un contrapunto. Cuando lo vio, se enojó. “Eso no es lo que me mostraste”, me dijo. Me pidió que lo sacara y le hice caso. Me explicó que si era una ironía, no se entendía. Años después entendí por qué: si las figuras son demasiado conocidas, la gente no presta atención a lo importante.

Se comprometió como si fuera su película. La mostró en Alemania, dio charlas sobre ella, su hija Ana también habló. Era increíble. Ahí entendí que ese personaje había que eternizarlo. Empecé a grabar sin saber en qué iba a terminar.

—¿Porque ya entonces era una figura enorme?

—Claro. Por La Patagonia rebelde, por Severino, por su exilio, por su amistad con Walsh. Y aun así, era generoso, siempre con las puertas abiertas para los jóvenes. Lo admiré porque trataba a todos por igual: una charla en un barrio humilde la preparaba como si fuera para Harvard. No había grieta entre su ética y su práctica. Lo que escribía era lo que vivía. Te recibía con un vino, escuchaba, debatía, ya sea una gran revista o una radio de provincia. Era muy amable y muy consecuente.

—¿Cómo creés que reaccionaría hoy?

—Con este gobierno, que se metió con la salud, con el género, con el Papa, con la educación pública… cuando tiraron su monumento, eso fue demasiado. Tuvieron que retroceder. Y ese gesto grosero despertó a muchos. Bayer está más presente que nunca: hay bibliotecas, estadios, murales con su nombre. Pero lo que más quedó fue su ejemplo. Fue como un peregrino. Ayudó a pueblos originarios, comunidades, militantes. Lo siguen queriendo. Fue una voz que hoy falta. Ya hace más de veinte años había advertido que la derecha se organizaba. Lo decía mucho antes del macrismo. No sé qué diría ahora, pero la película lo sugiere: porque ya lo decía entonces. Sus ideas siguen siendo guía, y sus advertencias siguen vigentes.

—¿Cómo se sumó Capusotto?

—Estudiamos teatro juntos de pibes. Siempre nos acompañamos, él en mis proyectos y yo en los suyos. Le propuse que narrara la película con su voz, que interpretara mis pensamientos. Él me conoce, sabía cómo decirlo. Grabó todo primero en su teléfono y después me pidió ensayar más, ver la película entera. No quiso cobrar un peso. Vino al estudio en Morón y grabó todo de nuevo. Fue muy generoso.

Eduardo Galeano y Osvaldo Bayer.

—¿Cómo estructuraste el material de treinta años?

—La película también muestra mis fracasos para hacerla. Porque hubo muchos. Durante años pensé que ya se habían hecho documentales muy buenos sobre él, y me frenaba. Pero tenía material inédito. Y una presión interna: esa vez que me corrigió, nunca me la olvidé. Siempre pensé en si él entendería la película. Porque cada cosa que hizo daba para una película distinta: La Patagonia rebelde es una, Severino es otra, las Madres es otra. Fue un desafío. En un momento lo pensé para sus 90 años, y tampoco lo logré. Hasta que entendí que tenía que ser eso: una película sobre las que no pude hacer. Porque seguirlo fue colarme en su vida. Con él conocí lugares y personas a los que nunca hubiera llegado. Era inabarcable. Así que conté todo eso. Conté mi imposibilidad.

—¿Qué relación tuviste con él?

—Una amistad. Se generó confianza. Una vez me robaron la cámara y él me quiso comprar otra. No acepté, pero ese gesto lo decía todo. Siempre estuvo. A veces filmaba con equipos prestados, con lo que había. No era fácil. Pero seguí, como pude. Fue muy importante para mí. Y sé que lo fue también para mucha otra gente.

Yo filmé a Osvaldo Bayer

De Fabio Zurita. Narrador: Diego Capusotto. Con el testimonio de David Viñas, Eduardo Galeano, León Rozitchner, Leonardo Favio y Hebe de Bonafini, entre otros. El miércoles 7 de mayo a las 20 Cine Teatro Helios, Blvd. San Martín 3076, El Palomar y durante lo que resta del mes, en el Cineclub El Gabinete de Rauch, provincia de Buenos aires.

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