El Gobierno Nacional habilitó que los medicamentos sin receta se puedan adquirir de forma directa, sin intervención de un profesional. “La decisión es peligrosa, fomenta la compra por impulso y la automedicación”, alertó el referente de Ceprofar.

“La comercialización de medicamentos de venta libre y otros productos anexos a la actividad farmacéutica; como aquellos destinados a la higiene o estética de las personas, y a los que se le asignen propiedades desinfectantes, profilácticas, insecticidas u otras análogas, puede ser llevada a cabo sin la intervención de los referidos profesionales en la materia”, plantea el decreto, que modifica la Ley 17.565.
La nueva normativa –con las firmas del presidente Javier Milei y el ministro de Salud, Mario Lugones- establece que esos remedios sin prescripción por receta deberán estar en góndolas “correctamente señalizadas”, en “caja cerrada, con su respectivo prospecto”, y su venta está permitida “exclusivamente a personas mayores de 18 años”.
En tanto, en establecimientos no habilitados como farmacias sólo se podrán comercializar antiácidos y analgésicos. La medida va en línea con la resolución 8227/2024, publicada en septiembre pasado, mediante la cual el Gobierno amplió la lista de medicamentos de venta libre para incluir a protectores gástricos. Desde entonces son de venta libre productos como omeprazol, esmoprazol, pantoprazol y lansoprazol (cuando tienen una presentación como monodroga de 40 mg). Así, dejaron de ser suministrados con descuento a jubiladas y jubilados a través de PAMI.
Para Rubén Sajem, director del Centro de Profesionales Farmacéuticos Argentinos (Ceprofar), “la decisión es temeraria, es peligrosa, emitida por quien no sabe sobre medicamentos”. Alertó que “el problema de tener medicamentos en góndolas es que se fomenta la compra por impulso y la automedicación. Hay farmacias que empiezan a ofrecer dos por uno, se compran y se toman medicamentos de más. Con cantidad de efectos adversos, en particular los analgésicos, que son peligrosos cuando se pasa cierta dosis”.
En diálogo con Tiempo, Sajem aludió al decreto 2284/1991, firmado por Domingo Cavallo, que desreguló la comercialización de medicamentos con el argumento de aminorar su costo. “Esto ya se intentó; 18 años después fueron tantas las denuncias que se revirtió la medida mediante la Ley 26.567 en 2009, votada casi por unanimidad. En ese momento también se dio vuelta atrás con que las farmacias pudieran tener medicamentos en góndolas ofrecidas al público, algo que el decreto de Cavallo favorecía”.
El referente de Ceprofar apuntó que el hecho de que el medicamento “esté resguardado, que no esté en góndolas, implica que la persona que lo necesita tenga que pedirlos en el mostrador, eso se había decidido en el Congreso, para que medie un asesoramiento, una explicación por parte del farmacéutico. Cuando lo retiran en góndola lo pagan en caja y nadie informa nada. Se compra muchas veces por impulso, siguiendo consejos de publicidad en medios. Todo esto es un negocio para los laboratorios de productos de venta libre, para las droguerías, para los supermercados”. Al respecto cuestionó el poste del Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, quien celebró que “ahora un kiosko o supermercado podrá vender este tipo de medicamentos (analgésicos y antiácidos) sin otra restricción que la prohibición de venta a menores de edad”.
“Es lamentable, (Sturzenegger) llama al negocio a los supermercados, los menciona. No se tiene en cuenta que el medicamento no es un bien de consumo como cualquier otro. Aun si se adhiere a liberación de mercado y la competencia de precios en otros productos, eso no aplica para medicamentos. El mecanismo que equilibra un mercado convencional aquí no lo hace, porque la gente compra medicamentos sin saber sus daños colaterales y está demostrado que no baja su precio. Fuera de la farmacia eran más caros, más inseguros, se vendían por comprimidos sin vencimiento. Eran más caros porque las farmacias tienen una logística con las droguerías, otros comercios tienen que comprarlos a través de terceros y en pequeñas cantidades, todo eso encarece. La medida no equilibra el precio, es una mentira, se lo dice a sabiendas de que ya fracasó en el pasado”, fustigó Sajem.
Reclamó asimismo medidas para regular el precio de los medicamentos que sí se venden bajo receta. “El problema grave que tenemos con el aumento de precios de medicamentos es con los recetados, 100 puntos por encima de la inflación. ¿Qué pasa con esos que el Gobierno no los regula? ¿Quiere que la gente acceda? ¿Por qué no controla que los laboratorios no cobren 800% más una marca que otra?”, se preguntó.
Desde el Colegio Farmacéutico Mendoza también cuestionaron la medida y enfatizaron que su aplicación depende de una decisión provincial. “Recibimos mal la noticia, no es agradable esto por varios motivos”, dijo Mario Valestra, presidente de la entidad, a Radio Mitre. Y agregó: “Nos parece una medida que sanitariamente no es adecuada, apelamos que Salud o el gobernador, no adhiera. Dejar el medicamento al alcance de la mano, es estimular al automedicación”.
A mediados de este año el jefe del Departamento de Medicina Ambulatoria del Hospital de Clínicas de la UBA, Raúl Mejía, advertía en diálogo con este diario sobre los peligros de la automedicación creciente en el país. “El primer inconveniente de la automedicación es que uno puede estar tomando algo que no sea para lo que le está pasando. Segundo, eso que está tomando puede estar enmascarando algún síntoma de otra cosa. El tercero es que la persona puede estar gastando dinero en un producto que no se ha demostrado que sea útil, como ocurre con los polivitamínicos; y por último, los efectos adversos que producen. Los antiinflamatorios, por ejemplo, pueden dañar el riñón y el estómago”, alertaba por entonces.
Definía además que “la automedicación es un problema de salud pública frecuente”, pero “hay más uso en la actualidad porque existe mucha más propaganda de medicamentos de venta libre”.
“Si uno pone la televisión a las once de la noche se va a encontrar con un aviso detrás de otro sobre antimicóticos, vitaminas, medicamentos para bajar de peso, para las alergias, miles de productos para ser más joven, más sano, más bello y la gente los consume, aun cuando la mayoría no tenga resultados científicos comprobados. Para mí es publicidad engañosa”.
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