Es uno de los músicos más talentosos, originales e influyentes del Río de la Plata. Tuvo una infancia muy difícil, pero logró salir adelante y hoy disfruta de la vida, profesa un gran sentido del humor y tiene anécdotas desopilantes.

–¿Cómo fue tu infancia?
–Dura, me costó salir adelante. Había hambre. Les robábamos leche a las viejas del barrio y alguna que otra cosita por aquí o por allá. Yo soñaba ser futbolista, pero tuve tuberculosis y no me dio. La música estaba ahí. Mi madre bailaba, mi tía cantaba mientras lavaba la ropa y me las terminé rebuscando.
–¿Quizás por eso te animaste a hacer otras cosas?
–Hice de todo. Hasta fui actor cómico. Hice musicales, todo para no quedarme en casa mirando el techo. No tenía muchos amigos de chico, así que siempre buscaba algo para hacer y no sentirme solo. Me costó armar una carrera y eso es porque empecé de abajo, de bien abajo. Hice de todo para darme oportunidades: nunca nada me cayó de regalo. Pero acá estamos, ahora ya es otra etapa… De veterano me queda algo de aquello, pero estoy menos inquieto, a otro ritmo.
–¿Te cuidás mucho?
–Bastante. Pero me cuesta. Mi hija Julieta se cuida la voz, ejercita, trabaja para mantenerla. Yo no. Pero intento cuidar la salud. Trato de comer sano, me hacen hacer gimnasia, pero me aburre pilates. Tengo un caminador, pero está de adorno.
–¿Probaste escuchando música mientras caminás?
–Nunca escucho música.
–¿En serio?
–Sí, no tengo la costumbre. Mis hijos están todo el tiempo con algo, compran de todo. Ellos me enseñan y me muestran cosas nuevas.
–Alguna vez contaste que tu hija Julieta te ayudaba a deconstruirte.
–Sí, no es fácil cambiar el chip, y ella me guía si algún chiste o comentario no va más. Pero además me hace dar cuenta de cosas que pasaban cuando yo era chico que estaban re mal y uno no se avivaba.
–¿Por ejemplo?
–Mi tío era boxeador y le prohibió a mi tía salir a cantar. Ella tenía una voz para ser estrella mundial. “Vos con los botijas y la casa”, le decía. Además, siempre hablamos del maltrato que muchas mujeres sufrieron. Me da asco la violencia contra la mujer. Pero no es tan difícil si alguien le explica a algunos: “Flaco, si se acabó el amor ya está, dejala ser, no es de tu pertenencia”. Romeo y Julieta sólo murieron juntos. Pero bueno, yo siempre respeté a las mujeres, ahora ellas me cuentan los cambios sociales que se van dando y yo las apoyo y festejo porque así debe ser.
–¿Cómo está tu país en lo social y político?
–Uruguay está en problemas, hay muchas diferencias. Pero está toda la región así, dividida. Montevideo está difícil, algo que antes no era tan notorio, había otro espíritu. Pero bueno, así estamos, uno se acostumbra. Nosotros no tenemos petróleo ni gas, tenemos que pagar todo. Pero uno tiene esperanzas. Va a pasar, siempre que llovió, paró.
–¿Fuera de la música, qué te apasiona?
–Me gusta la cocina. Mucho. Me pasa como con la música: puedo estar horas y no me cansa. Ahora estoy más tranqui, pero igual me dedico bastante.
–¿Qué es lo que mejor te sale?
–Hago muy buen pollo con papas, soy buen asador y preparo unos fideos con brócoli y manteca que se te vuela la peluca. Pero creo que mi especialidad es el chimichurri: le pongo al puchero, a las papas, a los boniatos y al repollo, que me encanta.
–¿Asado a leña o a carbón?
–Lo que venga. Con tal de que me dejen comer un poco de grasa (risas).
–¿Qué opinás de la marihuana?
–Es fantástica. Con calidad, mucho mejor. Algo cultivado con cuidado y amor siempre es mejor. Es igual que tomar alcohol bueno: un buen vino, una rica cerveza y no lo que venga. Nosotros nunca fumamos en público. Creo que si es recreativo o medicinal, no tiene que haber problemas, pero siempre hay que tener en cuenta que es mejor hacerlo en la intimidad y con quien quieras compartir un lindo momento. Me parece, esa es mi experiencia.
–Es verdad que Bob Marley…
–Sí, mi primer porro me lo dio Bob Marley. Era un cohete de cogollos. Me lo pasó de manera amable, pero serio, casi de mal humor. ¿Querés? Y sí. No fumaba en ese momento. A lo sumo había probado un pastito que me pasaron, pero nada comparado con aquello: eso eran palabras mayores.
–¿Dónde fue?
–Lo conocí en el Paramount, un teatro de tres mil personas en Washington (EE UU), en los ‘70. Fuimos al camarín a saludarlo y para entrar tuvimos que aletear el humo un rato hasta poder verlo. No hablé nada, pero estuve ahí, lo saludé y… Buen colocón, no me acuerdo mucho, pero estaba a gusto, eso es lo importante. «
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