A cargo de las juveniles de la AFA junto a Pablo Aimar, el entrenador de la Sub 15 busca recuperar el sello de Pekerman. Las camadas que vienen, las finales perdidas y la presión de los chicos: "Antes, gritar un gol era una alegría. Ahora es un desahogo".

-¿En qué ayuda haber pasado por el lugar de los chicos que hoy dirigís?
-Cuando estás del otro lado y podés decirle a los chicos lo que nosotros vivimos es más fácil poder ayudarlos en su crecimiento. Les contamos cómo era antes, cómo fue para nosotros. El haber estado te da esa posibilidad de saber que no es lo mismo escuchar el himno o jugar con público. Nosotros sabemos que al rato se te pasa, entonces se lo podemos decir con seguridad.
-Que estén Aimar, Scaloni, Ayala, Samuel, vos, que pasen Cambiasso y Riquelme a dar una charla, da una sensación de identidad. ¿Para qué sirve eso?
-Es la experiencia. Y que hay mucha gente válida que no estaba acá y que de a poco se va sumando. No es lo mismo que venga Ayala y dé un entrenamiento para los centrales, que explique cosas que vivió, que dé ciertos detalles. Cada uno tiene su estilo, pero ese tipo de personas con pocas palabras te pueden ayudar a que un chico entienda muchas cosas.
-¿Cuál era la virtud de Pekerman?
-José, con pocas palabras y con su tono suave de siempre, decía muchas verdades que te iban explicando cosas dentro y fuera de la cancha y que llevaban a que el jugador se mantuviera más tiempo en la élite. Bajaba un mensaje que todos cumplíamos. Si querías estar en la selección, había que seguir las pautas. Cuando sos más grande te das cuenta por qué. Con él y Tocalli hablamos a veces.
-Después del Mundial de Rusia la palabra de moda fue “refundación”. ¿Qué significa?
-Es lo que se está intentando. Hubo mucho tiempo en el que no había un proceso, en el que había entrenadores juveniles que cambiaban cada mes, donde la idea de un entrenador de la Sub 15 era distinta al de la Sub 17, o que preparaba unos jugadores pero después otro elegía distintos y había que empezar de nuevo. Si vos tenés una idea clara y hacés diez años lo mismo, seguramente los jugadores van a surgir. Si uno dice que España lo hizo, que Alemania lo hizo, que ahora lo está haciendo Inglaterra… Por eso hablamos de José, porque fue el proceso más largo y todos los juveniles tenían la misma idea. Muchos de esos chicos llegamos a la mayor. Los últimos años no estuvo pasando eso y es lo que buscamos recuperar.
-¿Son muy distintos los pibes a lo que eran ustedes a los 15?
-Por ahí nosotros teníamos el prejuicio de que no iban a querer venir, o que les viene todo fácil. Sí pasa que lo que nosotros teníamos a los 20 ellos lo tienen a los 16. Por eso queremos hacerle entender los valores del esfuerzo, lo que eso significa. Por ahí el entorno cree que con esto ya está pero le falta muchísimo para ser jugador de Primera o de selección. Pero si los dejás jugar dos horas a la pelota están las dos horas jugando. Eso no se perdió.
-¿Lo que pasó en las pensiones el último año los puso en alerta?
-Nosotros por suerte tenemos ayuda con el psicólogo Juan Manuel Brindisi, el hijo de Miguel, que también jugó al fútbol y en la casa se respira fútbol. Es difícil que el jugador venga y le cuente su problema al técnico. Con el psicólogo puede soltarse más. Entonces él tiene su lugar en esta estructura, habla mucho con los chicos y los ayuda mucho. Es un descargo con alguien que sabe, que estudió.
-¿Los chicos sienten la presión de tener que llegar?
-Antes gritar un gol era una alegría, ahora es un desahogo. Son nenes, no pueden tener esa presión. Si hacés un cambio se quedan mal. Hay que hablar, hablar y hablar hasta que entiendan que no es grave que lo saquen de un partido. Nosotros cuando vamos a un torneo amistoso decimos que no importa el resultado, que no es el fin. Si es un torneo por los puntos, sí, porque somos Argentina y queremos ganar. Pero lo importante es el roce.
-¿Que hay muchos juveniles fuera del radar en Europa es mito o realidad?
-Pensá que las camadas de esos años, la 2002 y la 2003, son producto de una época en la que se fueron muchos argentinos. Hay muchos jugadores que nacieron allá y empiezan a aparecer ahora. Los miramos, tratamos de traerlos en algunos casos y si no lo miramos allá. Hay chicos del Barcelona, del Mallorca, de distintos clubes que les hacemos un seguimiento.
-En 2017 fueron campeones Sub 15. ¿Habrá que estar atentos a esta camada?
-Mientras se pueda hacer esta estructura para que puedan entrenar, van a venir mejores jugadores. Nosotros a esta edad ya habíamos cabeceado cien mil veces. Ahora se juega menos en la calle, en los potreros. Y hay más presión por ganar que por tener más técnica. Así que estamos tratando de imponer eso acá. En un club, si en vez de tener tres meses de correr o de ir al gimnasio porque la cancha la tenés solo un ratito porque después viene otra categoría, podés entrar más tiempo, vas a entrenar mejor. Si la cancha está buena vas a tener mejor pase, mejor control, mejor recepción.
-¿Cambió el gen del futbolista argentino?
-Vienen menos técnicos, tal vez. Al no estar todo el día jugando se perdió. Pero se puede recuperar si logramos tener buenas canchas. ¿Dónde está el potrero en Alemania, en España? Son las canchas. El europeo tiene más técnica que el argentino en el pase, en el control, en la recepción. Acá si la pelota viene mal, vos no le podés sacar la vista a la pelota porque pica para cualquier lado. Si la cancha es buena el pase viene fuerte y vos mirás antes a quién dársela.
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