La construcción de la represa en el sur de Mendoza provocaría una reducción del 70% del caudal del río Colorado, afectando la vida de más de 200 mil ribereños y causando la pérdida de 100 mil hectáreas de cultivo y cría de animales. “No solo pone en riesgo la fuente de ingresos familiares y la forma de vida de nuestros pueblos, sino también la soberanía alimentaria”.

Días atrás, el gobernador Rodolfo Suarez, anunció la continuidad de la licitación de Portezuelo del Viento y adelantó que esta semana se abriría el sobre con la propuesta técnica del único oferente, el consorcio Malal Hue, integrado por la empresa china Sinohydro y las mendocinas CEOSA, IMPSA y Obras Andinas.
Mendoza ya había decidido de manera unilateral la construcción de este “proyecto multipropósito” que, además de la represa, prevé una obra conexa que permitirá el trasvase de parte del caudal del río Grande al curso del río Atuel. Es, precisamente, esa alteración del curso natural del Grande, que hasta hoy aporta el 70% del caudal del Colorado, lo que condenaría a más de 200 mil ribereños, en su gran mayoría comunidades campesinas e indígenas, a quedarse sin agua para consumir y, al mismo tiempo, significaría la pérdida de alrededor de 100 mil hectáreas productivas (solo en Buenos Aires y Río Negro) que necesitan el cauce del Colorado para el riego.
En ese sentido, la Unión de trabajadores/as de la tierra (UTT) expresó que “vemos con preocupación el avance de esta obra que pone en riesgo no sólo la fuente de ingresos familiares y la forma de vida de nuestros pueblos, sino también la soberanía alimentaria” y destacó que “el principal destino de esos alimentos es el mercado interno, son frutas y verduras que abastecen a los principales centros urbanos del país”.
Melisa Ibáñez, integrante de la Asamblea Permanente por el río Colorado, cuenta que esa zona productiva del norte de Río Negro, “no es tan grande ni conocida como el Alto Valle” y que históricamente se dedicó a la fruta, especialmente a aquellas con carozo, pero que en los últimos años se impuso el cultivo de verduras de la mano de los bolivianos que llegaron a la región.
“Acá la dependencia del agua es total. Somos 17 mil habitantes que consumimos agua del Colorado que ya es de mala calidad. Si encima el caudal se reduce más, va a aumentar la salinidad imposibilitando el consumo y el riego”, avisa.
Golpe de gracia
Desde la Asamblea destacan que, además de no contar con licencia social, Portezuelo es una obra ilegal. Los datos hídricos utilizados para diseñar el proyecto son de hace más de 40 años, es decir, con un caudal distinto al actual e ignorando los efectos del cambio climático; tampoco se hizo un estudio de impacto ambiental de toda la cuenca (que nace en Mendoza y Neuquén y llega hasta el partido de Villarino, en el sur bonaerense) y por si fuera poco está incumpliendo leyes nacionales y el derecho a consulta previa a los pueblos originarios, entre otras irregularidades.
“Nosotros en algún momento también nos preguntamos por qué seguir adelante con una obra injustificable que lo único que va a lograr es darle el golpe de gracia a la cuenca del Colorado. Investigando nos dimos cuenta que la principal función de Portezuelo no es generar energía para los hogares de Mendoza, sino que su desarrollo está atado a los pozos de fracking y a la minería de potasio que requieren de mucha agua”, afirma Miguel Di Ferdinando, licenciado en Ciencias Ambientales y especialista en estudios de evaluación ambiental.
Norma Lucero es gamashum, que en la lengua de la comunidad Lucero–Pichina:u del pueblo Günün a Küna, en Rincón de los Sauces, Neuquén, se traduce como autoridad máxima. “Somos 36 familias –cuenta– que nos dedicamos al cultivo de hortalizas y a la cría de chivos, gallinas, pollitos doble pechuga. A nosotros nos llega un 30% de lo que era el caudal histórico del Colorado. Con el proyecto de Portezuelo nos quitaría el 15%, es decir, que nos quedaríamos casi sin nada. Nosotros estamos en la naciente del río, ¿qué les va a llegar a los que están río abajo’”.
Lucero cuenta que en este invierno el agua ya no alcanzó para todos y que por eso tuvieron que “sectorizarla”. Lunes, miércoles y viernes, se le daba agua a los que estaban en lo alto de la ciudad, mientras que el resto de los días era el turno de los que vivían en el llano.
“El agua para nosotros es lo básico –insiste–. Los productores si o si necesitamos el río porque acá no existe otra vertiente. Pero, además, sacamos el agua del Colorado para asearnos y también para consumir porque hay mucha gente que no tiene para comprar agua envasada ¿Que le vas a dar a esa gente cuando no quede nada? Escurrir piedras es imposible”.
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