Primera conferencia de Houellebecq en la Argentina

Por: Dolores Pruneda Paz

En una inesperada actitud de humildad el escritor francés pasó lista a su obra, habló de sus dificultades para escribir sobre el amor y aseguró que su novela "Sumisión" no es contra los musulmanes.

El célebre escritor francés Michel Houellebecq desarmó la figura del provocador que acompaña su imagen mediática durante la primera charla pública que ofreció al llegar al país, en la que repasó obsesiones literarias, como la dificultad de escribir sobre el amor, se refirió al rol de la mujer en las sociedades contemporáneas y sopesó el impacto personal de su última novela, “Sumisión”.

Con 45 minutos de demora y a sala llena -la AB del Centro Cultural San Martín donde el editor Gonzalo Garcés entrevistó anoche a Houellebecq tiene capacidad para 600 personas- comenzó la charla que se extendió cerca de una hora y veinticinco minutos, hasta pasadas las 10 de la noche. De traje sport, perfectamente peinado y con un cigarro electrónico que pitaba pausadamente, Houellebecq fue repasando su carrera literaria, cargó contra Francia y su burocracia, insistió con que su país es “el peor del mundo”, que permanece en Europa “contra la voluntad”; y reiteró que Sumisión, novela que fantasea con el ascenso de un líder musulmán al Ejecutivo francés y que fue publicada el mismo día del atentado terrorista a la revista Charlie Hebdo “no es contra los musulmanes”.

Desde Ampliación de campo de batalla sus novelas narran el derrumbe del orden establecido en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial y dice Houellebecq que eso ocurre porque “la política es un tema del cual se puede hablar fácilmente”. Pero advierte que en sus libros “el derrumbe no sólo aparece desde el punto de vista político: describo destinos individuales y el amor es mucho más importante en ellos”. “La gente no habla de lo que considera importante sino de lo que puede: hablar de política atrae más polémica y reacciones. Hablar de amor es más complicado, el verdadero derrumbe de mis libros está en las relaciones íntimas”, asegura. Para Houellebecq, “si bien el amor está, en la vida contemporánea no dejan que se exprese porque hay una definición antinómica que lo plantea como algo que nos vuelve dependientes y la idea es que los seres humanos son libres, pero no hay amor sin dependencia. El amor es una sujeción y su aceptación se volvió más complicada”.

“Yo me sentí libre muchas veces -continúa-. Por ejemplo cuando dejé el curso de ecología en medio de un examen: Me levanté y me fui sin haber pensado ese gesto. Eso mismo hice en Las partículas elementales cuando Annabelle no vuelve a tocar el timbre de Michelle: la libertad no es hacer lo que decidimos, sino hacer algo que no teníamos previsto”. En este sentido, describe sus textos como “largos túneles de determinismo con algunas salidas, verdaderos momentos de libertad que marcan las bifurcaciones que construyen la novela, eso que pasa cuando lo previsible no transcurre porque la vida es imprevisible”. “Me gusta mucho la velocidad, me entusiasma estar al límite del accidente”, dice, y eso se ve en el protagonista de Sumisión, que desde el principio no tiene control sobre lo que sucede. En esa novela “son las mujeres las que controlan algo, las decisiones las toman ellas, los personajes masculinos se dejan más o menos llevar por la vida”, asegura Huellebecq.

“Creo que mis libros funcionan en gran parte, dentro de la tradición realista, porque el lector contemporáneo puede percibir personajes creíbles, formarse imágenes y rasgos de la época, y hoy día son las mujeres las que toman las decisiones, las que hacen que se logren o fracasen otras decisiones”. Y agrega: “Me acusaron de misoginia y de interesarme demasiado el físico de las mujeres, pero tengo la sensación de que no necesariamente uno se casa para tener conversaciones interesantes ¿El casamiento puede depender de bases más serias? Creo que sí. La bondad es un valor que sigo respetando”. “Capaz que soy un poco machista y misógino, no me importa, en realidad me gustaría que encontremos un sistema que funcione -reflexiona- y el patriarcado aún no fue sustituído por un sistema que funcione. Debo confesar algo: Me gustan las cosas que funcionan”. En la actualidad, ironiza, “el varón se queda callado porque si habla se arriesga a no gustarle a las mujeres, disimula su pensamiento y la mujeres piensan tontamente que es porque cambió. Creo que las feministas deberían leerme por eso, para informarse sobre el punto de vista de los varones. Es otro argumento de venta”.

Con respecto a capacidad de narrar escenas de alto contenido emocional a partir de textos casi teóricos defiende escribir “todo lo que a uno le venga a la cabeza. Mis párrafos teóricos son parte de eso, los pongo por más que corten la narración, no solamente porque soy de naturaleza anárquica y no me gusta restringirme, también porque antes que escritor soy lector y me gusta generar esa especie de choques eléctricos, momentos de paso a otras dimensiones”. Pero también, continúa, lo hace “por razones psicológicas, porque para escribir bien una novela es necesario estar persuadido de que es el último libro que uno escribe, la última oportunidad. No hay que economizar. Es una forma de auto-estimularse”. “La consecuencia -resume-, es que no hay que preocuparse demasiado por el buen gusto y la armonía, sino que hay que decir que todo lo que uno tiene para decir”.

Houellebecq -quien visitó Argentina en 2007 cuando era casi desconocido y ahora cuenta con millones de libros vendidos en mundo-, vuelve sobre Sumisión y repite que “esa novela no es contra los musulmanes, sino sobre tipos políticos con ambiciones políticas y la idea de utilizar el islam para alcanzarlas”. Es una metáfora, dice, “sobre el cansancio de buscarse a uno mismo, sobre la fatiga del individualismo occidental, que es engañosa porque no propone una posibilidad de aventura permanente, esto de que ‘todo puede suceder en la vida y sobre todo nada’, una de mis frases preferidas del libro”. Sumisión” también habla sobre la pérdida -concede-, la de toda una cultura, su cocina, su sexualidad, su arte» y por eso “hay una vuelta muy fuerte a las cosas de cada región. La cocina es un síntoma”. “Francia es un país que se está muriendo pero pelea más que otros países de Europa, por eso vemos fascinación por las cosas tradicionales francesas -postula-. Cuando en Italia, España y Alemania la población disminuye rápidamente en Francia está en aumento”.

A su entender, “Francia está muy cerca de salir de Europa”, como Inglaterra con el Brexit, y aún “no puede haber guerra civil” porque “hace falta tiempo para que se arme una oposición, no hay fuerza que pueda oponerse aún a los musulmanes en el resto del mundo”. Respecto al nivel de conflictividad de su obra, que incluye novelas como Plataforma, y la libertad a la hora de escribir, asegura que terminó por aceptar la idea de ser famoso aunque como escritor trabaje “la ilusión de no tener esa sensación”. “Tenía la impresión de que el escritor es como un inimputable pero ahora no es tan así, de alguna manera ‘malestimé’ el libro, sobre todo con el Islam, eso me tomó de improviso”, confía.

“Desde que entendía que mis libros serían polémicos desarrollé una especie de yoga mental megalómano y me digo que no importa lo que está pasando, que me dirijo a los siglos por venir. Pero es un esfuerzo, una gimnástica suplementaria para hacer como que a uno no le importa”. ¿Si habrá más novelas? “Depende de mi salud, que es independiente de mi voluntad -dice Houelebecq- Pero es lo único que sé y me gusta hacer”.

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