La Resolución 2758 de la ONU, a la que adhieren 183 países, cobró actualidad tras el rechazo de Beijing al reciente uso de cohetes de EE.UU. en Taiwán y a la ley aprobada en la Cámara de Representantes para que Taipéi ingrese al FMI. Las nuevas polémicas.

Ambas iniciativas activaron todas las alarmas en Beijing y el tema fue abordado en varias de las conferencias de prensa oficiales de los últimos días. Voceros de distintos niveles del gobierno parecieron turnarse para reafirmar que “Taiwán es una provincia de la República Popular China” y denunciar lo que calificaron como un nuevo ataque al “principio de una sola China», la piedra angular de su política exterior posrevolución, que ganó consenso internacional al ser ratificada por las Naciones Unidas (ONU) en 1971.
«Las provocaciones bélicas de las fuerzas armadas son inútiles y solo conducirán a la autodestrucción. Comprar armas estadounidenses para envalentonarse es un engaño y resistirse a la reunificación por la fuerza, un callejón sin salida», aseguró el vocero del Ministerio de Defensa Nacional, Jian Bing, al ser consultado sobre el despliegue de la primera compañía HIMARS en Taiwán.
El funcionario advirtió que «el Ejército Popular de Liberación (EPL) tiene la confianza y capacidad para hacer añicos cualquier ilusión separatista», en respuesta al líder taiwanés Lai Ching-te, quien días antes había llamado a “luchar por Taiwán y otras regiones” tras un aumento de su presupuesto de Defensa.
En este marco, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Mao Ning, rechazó la ley a favor de Taiwán votada en junio por la Cámara de Representantes y recordó que “existe una sola China en el mundo y Taiwán es una de sus provincias, por lo que no existe base, razón o derecho para que la isla participe en Naciones Unidas o en otras organizaciones internacionales cuya membresía se limita a Estados soberanos».
“Los intentos del Partido Progresista Democrático (PPD) de buscar la independencia de Taiwán mediante su fortalecimiento militar y la colusión con fuerzas externas, socavarán las perspectivas económicas y erosionarán la confianza de los inversores extranjeros”, agregó Chen Binhua, miembro de la Oficina de Asuntos de Taiwán del Consejo de Estado, al analizar las noticias de The Economist y Foreign Affairs sobre el retiro de empresas japonesas de la isla.
Chen también expresó su inquietud por la gira que Lai Ching-te tiene prevista en agosto por Paraguay, Guatemala y Belice, tres de los 12 países que mantienen relaciones diplomáticas formales con Taiwán. Al respecto, la Cancillería hizo un llamado al presidente paraguayo Santiago Peña para que “deje de ir en contra de la tendencia de los tiempos y reconozca la opinión ampliamente compartida del principio de una sola China”. En ese contexto, China observará el recibimiento que Estados Unidos le dará a Lai durante sus escalas de tránsito programadas en Nueva York y Dallas, según adelantaron.
Como era previsible, la respuesta de Taiwán a todas estas declaraciones no se hizo esperar. El encargado de asuntos de Defensa de Taiwán, Wellington Koo, fue el primero en defender la incorporación del sistema HIMARS “como parte de una estrategia para contrarrestar el hostigamiento de China” en la zona del estrecho, al tiempo que no pocas fuentes de Taipéi defendieron la ley contra la discriminación, que avanza en Estados Unidos, como “un instrumento que refuerza los lazos de reconocimiento internacional a Taiwán en Occidente”.
Más allá de la escalada retórica, el gobierno chino aprovechó lo ocurrido para rescatar la letra de todos los documentos, resoluciones, tratados y acuerdos internacionales que en los últimos años ratificaron el principio de una sola China, con Taiwán como una provincia más de su enorme territorio.
Según señalaron desde Beijing, el listado incluye la Declaración de El Cairo (1943) y la Proclamación de Potsdam (1945), firmadas por Estados Unidos, Reino Unido y China, por las cuales se reclamó la devolución de los territorios ocupados por Japón – entre ellos Taiwán y las islas Penghu – en lo que configuró el nuevo orden internacional tras la Segunda Guerra Mundial.
No obstante, fuentes de la Cancillería china destacaron que el verdadero punto de inflexión llegó en 1971 con la Resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que reconoció oficialmente a la República Popular China como el “único” representante legítimo del país ante la ONU. Desde entonces, la mayoría de los organismos internacionales comenzaron a tratar a Taiwán como “provincia de China” y no como Estado miembro, región invitada o cualquier otra denominación.
Este principio de una sola China, como se lo conoce, fue gozando de un consenso cada vez mayor a nivel internacional, al punto que hoy suma el respaldo de 183 países – entre ellos Estados Unidos, Argentina, Alemania, Brasil, Francia y Canadá – según el último recuento del Ministerio de Relaciones Exteriores del país asiático.
Más allá de la ONU, Beijing también suele anclarse en el actual escenario geopolítico para recordar el contenido de tres pronunciamientos conjuntos con Estados Unidos, que se fueron renovando con el paso de los años. Ellos fueron:
Una década después, se dio otro paso con el llamado Consenso de 1992, un entendimiento informal entre Beijing y Taipéi que – bajo el paraguas del reconocimiento de una sola China – abrió las puertas para que cada parte mantuviera su propia postura sobre el estatus político de la isla.
Finalmente, China publicó en 2022 un Libro Blanco sobre Taiwán en el que propuso una reunificación pacífica bajo el modelo “un país, dos sistemas”, similar al aplicado en Hong Kong. En el documento, Beijing trazó un recorrido histórico que comienza en el año 230, menciona administraciones locales bajo las dinastías Sui, Song y Yuan, y recuerda que Taiwán fue prefectura en 1684, provincia en 1885, zona ocupada por Japón en 1895 y territorio reintegrado a China en 1945.
En medio de todos estos documentos, acusaciones y cohetes que buscan meter miedo, los analistas del conflicto China-Taiwán coinciden que este año estará marcado por una huella difícil de disimular.
Ocurre que el 25 de octubre se celebrará el 80º aniversario de la recuperación de Taiwán tras la rendición japonesa, una conmemoración con cierto sabor agridulce teniendo en cuenta que remitirá a una disputa que reconoce un principio, pero sigue sin escribir su capítulo final.
En la región donde repiten que hay una sola China, lo que no hay – todavía – es una sola respuesta.
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