Al gobierno de Milei le queda poco más de un mes para que venzan las facultades extraordinarias. Por eso acelera y arrasa. No es casualidad, es premeditación.

Lo que viene no es casualidad, es premeditación. Estamos asistiendo al intento desesperado por consolidar en tiempo récord un modelo de país al servicio exclusivo del capital financiero y de los grandes grupos económicos, disfrazado de “libertad” mientras arrasa con derechos, organismos públicos, hospitales y universidades.
No se trata sólo de cuestiones técnicas: está en juego el entramado de instituciones que, a lo largo de los años, forjaron varias generaciones de argentinos con el objetivo de que nuestra tierra sea un ámbito de dignidad y bienestar para todos aquellos que decidieran habitarla. Lo vemos en el desguace de Vialidad Nacional, en la entrega del sistema ferroviario, en el vaciamiento presupuestario del Hospital Garrahan, del Instituto Nacional del Cáncer, de la Universidad de Buenos Aires y de todo el sistema universitario público.
Se evidencia en la destrucción del entramado productivo, donde las fábricas se cierran, aumenta el desempleo y se arrasa con la dignidad de los trabajadores y sus familias. Lo sentimos en cada ataque al derecho constitucional de huelga, cuando bajo la excusa de la “esencialidad” buscan imponer el silencio a fuerza de miedo y represión.
Como dirigente aeronáutico, y como tripulante de cabina de pasajeros, me toca denunciar con firmeza el atropello que se está llevando adelante en nuestra industria. En los últimos días, el Gobierno ha impulsado nuevas desregulaciones en el sector aéreo que no sólo benefician a actores privados sin antecedentes en seguridad ni experiencia operativa, sino que ahora también buscan modificar los límites establecidos para las jornadas laborales y los descansos del personal aeronáutico.
Esta es una línea roja que no podemos permitir que se cruce. Tocar los tiempos de descanso es poner en riesgo la seguridad operacional, la salud de las tripulaciones y, en última instancia, la vida de los pasajeros. Lo que costó décadas de trabajo y estándares internacionales reconocidos, este gobierno pretende tirarlo por la borda en un mes.
Estamos frente a un momento límite. La historia nos va a juzgar por lo que hagamos o dejemos de hacer en estas semanas decisivas. No es tiempo de cálculo: es tiempo de coraje. Frente a la quinta a fondo del poder, tenemos que responder con la firmeza de quienes saben que no hay país posible sin justicia social, sin soberanía y sin derechos.
Los trabajadores argentinos sabemos jugarnos el cuero en las instancias decisivas de la Patria, y cuando nuestros hijos y nietos nos pregunten qué hicimos en estas horas oscuras, le podremos decir con orgullo y mirándolos a los ojos que pusimos todo para que nuestro país siga siendo una tierra de hombres y mujeres dignos.
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