Otra repugnante prisión para sufrientes sociales, esta vez en Miami y custodiada por caimanes

Por: Andrés Gaudín

El propio Trump la inauguró con gesto altivo. Como la que Francia planea para Guayana, su colonia sudamericana. La Alligator Alcatraz, un siniestro remedo de la original de San Francisco.

El norte occidental y cristiano siempre lleva las riendas. Con el desbordante ir y venir de los marginados que cruzan arenales y pedregales en pos de un plato de comida, ese mundo dominante creó una nueva categoría de delincuentes. Son los migrantes que, como canta Joan Manuel Serrat, están llenando de pobres el recibidor del poder.

Para ellos idearon, en consecuencia, un modelo de cárceles acorde con su imaginaria peligrosidad. Francia, que hasta el final de la Segunda Guerra era el sol que irradiaba vida y saber con los destellos de la más exquisita variedad cultural, y Estados Unidos, que hasta hoy sigue proclamándose como el faro monumental de las libertades y la democracia, son ahora unos míseros retazos de moralidad que, con sus prisiones para sufrientes sociales sólo difunden odio y sadismo.

Podría decirse que Emanuel Macron y Donald Trump se sacan lascas en la carrera xenófoba. Cuando admite que sus mandaderos desarrollen las ideas más perversas a la hora de diseñar el tipo de cárceles que se «merecen» los que lograron pasar por sus fronteras terrestres, o salvarse de la gran tumba en la que se ha convertido el Mediterráneo, el francés esconde la mano y permite que sean sus fieles los que ensucien el prestigio nacional. Trump se involucra personalmente, tira la piedra y después también aplaude y asume como propias las ideas complementarias que dan brillo al fascismo patrio. En concreto, desde París se pregona la construcción de un presidio en la colonia sudamericana de Guayana, en una región tropical aislada en la que dominan las alimañas y los mosquitos. En Washington ya no sueñan: recordando a Alcatraz inauguraron el martes un penal custodiado por caimanes.

Así, de la nada, un día el ministro de Justicia francés, Gérald Darmanin, anunció la construcción de una cárcel de máxima seguridad en la selva guayanesa, «para alojar a los más peligrosos narcotraficantes y presos islamitas». Lo mismo da, habrá pensado, el dueño de las drogas que el dueño de una religiosidad que disgusta a su moral cristiana. La idea no es cualquier cosa, tiene reminiscencias históricas y culturales. Allí, en 1852, Napoleón III construyó en Cayena, la actual capital de la colonia, una cárcel para 3000 prisioneros políticos. La «guillotina seca», la llamaban, porque equivalía a una virtual pena de muerte. El 40% de los presidiarios moría durante el primer año de encierro. De allí se fugó Henri Charière, el autor de la célebre Papillon, la película de 1973 con Steve McQueen y Dustin Hoffman. Y allí llevaron a Alfred Dreyfus, víctima de los esbozos del nazismo.

Alcatraz

Otro día, en el marco de su campaña de detención, deportación y criminalización de los millones de inmigrantes que viven, trabajan y dan forma a la economía de Estados Unidos, Trump lanzó la idea de revitalizar la cárcel de Alcatraz, otro verdadero centro de torturas y muerte cerrado hace seis décadas y, desde entonces, lucrativo museo en el que una empresa privada alimenta el morbo turístico. Sólo horas después ya estaba allí –una pequeña isla de la bahía de San Francisco, en California– un grupo de expertos de la Agencia de Prisiones (la BOP).

No es económicamente reciclable, dijeron, para desilusión de Trump y del director de la Agencia, William Marshall. Cuando envió a sus técnicos rumbo a Alcatraz, Marshall se había sumado a la perversidad oficial y se manifestó “muy entusiasmado, muy feliz con esta posibilidad de reabrir la cárcel”.

Para ganar prensa y robarle la centralidad a Trump, aunque sólo fuera por un instante, el gobernador ultraderechista de Florida, Ron DeSantis, se puso manos a la obra y dispuso de todo el aparato estatal para construir Alligator Alcatraz (Alcatraz de los caimanes). El presidio, que el propio Trump inauguró el martes, se levanta sobre una pista de aviación en desuso, situada en el Parque Nacional de los Everglades, una vasta extensión de pantanos y ciénagas que cubre buena parte del sur del estado y alberga una exuberante variedad de vida silvestre, boas, pitones y no menos de 200 mil caimanes que en su adultez pueden superar los cuatro metros de largo, según reivindican los grupos ambientalistas. El centro se construyó en ocho días y suma 200 cámaras de seguridad, 8600 metros de alambre de púas y 400 agentes de seguridad.

Así como en el marco de todas las miserias políticas DeSantis le compite a Trump, en el plano estadual el fiscal general James Uthmeier cela al gobernador, al que querría suceder. Entonces se apresuró a destacar que la idea de Alligator Alcatraz le pertenecía. Explicó que esta cárcel y al menos otras cinco serán financiadas con los recursos del Programa de Refugios y Manejo de Emergencias, una entidad que con el anterior gobierno de Joe Biden destinaba esos fondos a ofrecer alimento, techo y asistencia a los migrantes detenidos en la frontera.

En el afán de ofrendar su idea a Trump y situarla como un nuevo gesto libertario de las fuerzas del cielo, Uthmeier dijo que para llegar a este «emocionante momento» fue necesario contar con la «ayuda de la naturaleza, que sin costo nos ofrece sus caimanes, sus pitones y sus barros movedizos para tener la mejor vigilancia externa de la prisión”.

A la llamada inseguridad los gobiernos americanos la enfrentan, o sueñan enfrentarla con la amenaza del encierro. Cada vez que hablan del tema proponen la construcción de nuevas cárceles. Es decir, se preparan para que haya más delincuentes, no para reducir su número ofreciendo oportunidades que les permitan zafar de la tentación de la plata dulce de una rapiña o un arrebato. El ideal de todos es la barbarie instaurada en El Salvador, donde el sistema carcelario es estatalmente criminal. Se plantean, entonces, la privatización libertaria de la cual Patricia Bullrich es la bastonera, un modelo en el que sólo la seguridad perimetral no será dada a un contratista, o a los caimanes.

Albergue, comida, salud, higiene estarán bajo supervisión empresaria, todo a cambio de un canon que saldará el Estado. El proceso constitucional y humano de la resocialización también quedará en manos privadas.

Foto: captura
Primeros presos, frases, protestas

A pesar de lo tortuoso del terreno, cientos de manifestantes se pronunciaron contra el centro por sus efectos en el medio ambiente y la política antiinmigratoria. De todos modos, este viernes llegó al Alcatraz de los Caimanes, el primer grupo de inmigrantes detenidos.

«Próxima parada: de vuelta al lugar de donde vinieron», celebró agriamente del fiscal general republicano, James Uthmeier, en la red social X. No menos despreciable fue el gobernador de Florida, Rod DeSantis, quien declaró: “Está claro que, desde el punto de vista de la seguridad, si alguien se escapa, va a tener que enfrentarse a un montón de caimanes”.

En una foto que circuló por las redes se pueden ver dos camionetas cerca de una puerta que está atendida por un individuo, que aseguró desconocer para qué institución trabaja. Y de qué se trata el Alligator

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