Revivir el horror para construir la Memoria

Por: Pablo Roesler

Seis exdetenidos de la dictadura y organismos de Derechos Humanos visitaron el predio donde funcionó el Pozo de Quilmes y que, hasta marzo, fue una comisaría.

Hasta el 22 de marzo había personas detenidas en los 18 calabozos que el Pozo de Quilmes tiene repartidos en sus tres pisos. El ex centro clandestino de detención de la dictadura cívico-militar fue desafectado este año de la Policía Bonaerense y entregado en comodato a la Comisión Provincial por la Memoria para que, junto al Colectivo Quilmes Memoria, Verdad y Justicia -que reúne a organismos de Derechos Humanos y organizaciones de esa localidad- construyan allí un Espacio de Memoria. El viernes, por primera vez, abrieron sus puertas al público con un recorrido para la prensa en la que seis sobrevivientes contaron, a modo de visita guiada, su paso por ese predio. Fue el primer paso en la construcción un sitio de memoria que abarcará todo el edificio.

El viernes fue la primera vez que Diego Barreda y Osvaldo Abolio regresaron al centro desde su desaparición. Pero también los ex detenidos Rubén Schell –integrante del Colectivo y del Consejo del sitio–, Alberto Derman, Walter Docters y Oscar Duarte participaron de la recorrida por la ex Brigada de Investigaciones de Quilmes, el centro clandestino del Circuito Camps por el que entre 1975 y 1979, pasaron más de 250 víctimas del terrorismo de Estado.

Los calabozos están repartidos entre el primero y el tercer piso. Los sobrevivientes recuerdan las escaleras que subían encapuchados. En la planta baja, pasando el garage, hay un cuarto de 3 por 3. «Acá había un camastro hecho con un elástico de cama. Acá nos torturaban», explica Alberto Derman. Y recuerda la picana funcionaba día y noche. «Este lugar era siniestro». susurra.

Las celdas están alineadas de a cinco en un pasillo con grandes ventanas con rejas por fuera y por dentro. No hay vidrios. Hay otra celda a la derecha de la escalera y un baño. La distribución se repite en todos los pisos. Y los calabozos son todos iguales: metro y medio por dos, paredes grises, puerta pesada de hierro, sin ventanas. Ahí los represores amontonaban cinco personas por meses.

En una de esas celdas Schell fue interrogado por el cura Christian Von Wernich. Y en un pasillo del primer piso Derman habló con Raúl, el hijo de Hebe de Bonafini.

En los últimos dos pisos hay, además, una habitación amplia con baño. También eran celdas. «En la del segundo piso estuvieron Emilse Moler y Patricia Miranda», contó Docters. Esas mujeres son sobrevivientes de La Noche de los Lápices.

Recuperación

El garage, planta baja, y los calabozos son la parte del edificio desafectada de la seccional de la actual Dirección Departamental de Investigaciones de la Policía, ubicada en la esquina de Garibaldi y Allison Bell, en el barrio residencial conocido como «La Barranca». Es el sector sobre la que la CPM tomó posesión el 15 de mayo en la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia. En la otra mitad sigue funcionando la Policía. Y el siguiente paso es la desafectación completa. Así lo ordena la ley 14.895 de diciembre que convirtió el lugar en un sitio de memoria que será gestionado por un Consejo con ocho miembros del Colectivo, tres de la CPM, uno de la Secretaría de DD HH provincial y otro de la municipal. «La idea es que en el edificio dialoguen presente y pasado. Es difícil hacer una separación porque hasta el 22 de marzo hubo gente detenida en estos mismos calabozos y los relatos de torturas que hacen son similares a los de la dictadura», contó Roberto Cipriano García de la Comisión. «Hoy empezamos recuperando la palabra de los sobrevivientes», explica Luciano Grassi, integrante del Colectivo y profesor de la Universidad de Quilmes. La Brigada de Quilmes fue depósito de prisioneros, lugar de tortura, engranaje del Plan Cóndor, y tuvo niños, mujeres embarazadas y extranjeros entre sus víctimas. En 2015 se elevó a juicio la causa contra 17 represores por delitos cometidos allí contra 175 víctimas. Miguel Etchecolatz está entre los imputados. «

Alberto Derman

“La primera vez que me trajeron escuché nombres que denuncié en Radio Nederland. Por eso la segunda vez me dieron más”, recuerda Alberto Derman, secuestrado en octubre del ´77 y de nuevo en diciembre de ese año.

Diego Barreda

“Venir es reconfortante. En el único plano en el que no nos pudieron derrotar es en el de los DD.HH”, dice Diego Barreda en el garage del Pozo, donde estuvo cinco días secuestrado en julio de 1977.

Osvaldo Abolio

El viernes, Osvaldo Abolio volvió por primera vez al Pozo. Lo detuvieron el 7 diciembre de 1976 y sobrevivió en ese horror hasta abril del 77. “La patota de Etchecolatz se vino para acá. Etchecolatz torturaba acá”, recuerda.

Rubén Schell

“Escribí Ana y Mamá con una moneda”, explica Rubén Schell mientras busca en la pared de un calabozo del tercer piso. Ahí estuvo tres meses tras su secuestro en Témperley el 12 de noviembre de 1977.

Walter Docters 

“Este lugar lo tenía bloqueado, no podía volver. Quizá porque acá pasé tiempo con Osvaldo Bussetto, que era mi responsable político”, recuerda Walter Docters. Secuestrado en La Plata, estuvo en el Pozo los últimos tres meses del ’76.

Oscar Duarte

«Hijo de puta, te vas porque sos hermano de un policía». Fue la frase que Oscar Duarte escuchó cuando lo soltaron tras haber sido secuestrado en marzo de 1977. Su hermano pertenecía a la Brigada de Banfield.

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