Roger Waters, los soldados desconocidos y una crítica a la oligarquía

Por: Rodrigo Vázquez

La historia de cómo el ex Pink Floyd ayudó a coordinar la toma de muestras de ADN de los cuerpos de los caídos argentinos no identificados y su cotejo con las muestras de sangre de 121 familias.

Cuando el periodista de La Nación Daniel Santa Cruz le pidió al jefe de prensa de la embajada argentina en Londres, Federico Peña, filmar el acto de entrega de dos Rosas de Paz al ex-Pink Floyd Roger Waters por su gestión para identificar caídos argentinos en Malvinas, el funcionario se negó de plano, alegando un pedido expreso del cantante. Solo una cámara autorizada por el mismo Peña, pero no para su difusión pública y gratuita, podía estar prendida.

Esas imágenes no debían ser difundidas públicamente, repitió varias veces. Era el día 10 de marzo a las 11 de la mañana. A la una de la tarde, sin embargo, Roger Waters, sin atisbo de reticencia alguna frente a las cámaras, decía: “Para evitar que los oligarcas lo destruyan todo, hay que actuar de manera colectiva. Es un poco bizarro que con las cosas que están pasando en el mundo hoy, no haya más de nosotros parados en los techos, gritando sin parar: “¡No! ¡No queremos vivir en un estado de guerra perpetua! ¡No! ¡La guerra contra el terror es una mentira!”.

Renato Carlos Sersale Di Cerisano, el embajador argentino que estaba sentado justo al lado de Waters, había comenzado a mirar ostensiblemente hacia la ventana desde que Waters pronunciara la palabra “oligarquía”.

Una hora antes, un periodista discutió con el jefe de prensa Federico Peña, quien se negaba a que Waters fuera filmado en la residencia del embajador, pese a que el representante del cantante ya había dado la venia a través de su par argentino Daniel Grinbank. Pero Peña estaba muy molesto, y más cuando este cronista apretó el botón de grabación de la cámara, con cierto deleite. Siempre había querido filmar a Waters, cuya música y su posición anti-bélica habían marcado mi vida desde la adolescencia. En cinco minutos la entrevista estuvo hecha.

Dos segundos después, Peña me increpaba por la afrenta de filmar a Waters sin su consentimiento. Al final de un tenso intercambio de opiniones, Peña no pudo convencer a nadie de que quien debía decidir si Waters hablaba o no era él mismo y no sus representantes. La mini conferencia de prensa prometida después del acto se hizo a las corridas. Pero Waters se sentó al lado de un veterano argentino, Julio Aro, un inglés, Geoffrey Cardozo, y el embajador argentino. Tomó el micrófono y lo primero que dijo fue que sabía muy bien que sus palabras nunca serían transmitidas por los medios masivos de comunicación, ni en Inglaterra ni en Estados Unidos. Luego contó cómo desde 2012, ayudó a coordinar la toma de muestras de ADN de los cuerpos de los caídos argentinos no identificados y su cotejo con las muestras de sangre de 121 familias. 

Ese día el número de identificaciones había llegado a 90. Waters estaba visiblemente emocionado. “En realidad este acto habría que hacerlo alrededor de una mesa, tomando vino, abrazados. Es algo muy personal. Pero hay una gran nube oscura sobre nosotros siempre: la del comercio, el dinero, la codicia y las estructuras de poder corporativas, que promueven la guerra como un modo de vida para todos los seres humanos de este planeta. Un planeta que es explotado por hombres enfermos de codicia para hacer dinero».

«Es por eso que precisan de la guerra permanente. Para enriquecerse- agregó-. Ahora el gobierno de los Estados Unidos quiere ir a la guerra con Irán, con Rusia o China, con una desesperación que es de locos, o es de no creer. En este caso me he relacionado con las 121 familias de los soldados no identificados, porque es una gran oportunidad para expresar nuestra humanidad y nuestro amor por los demás.”

Osvaldo Ardiles, a escasos pasos de Waters, lloraba solo. “Mi primo fue el primer piloto caído en las Malvinas”, dijo, recuperándose al fin. “La guerra de Malvinas fue uno de los momentos más difíciles de mi vida: una guerra entre mi país de nacimiento y el país que me había adoptado. Fue muy difícil”. El ex-jugador del Tottenham Hotspur y ex-campeón del mundo de futbol con Argentina en 1978, coincidió con Waters, que perdió a su padre en la Segunda Guerra y a su abuelo en la primera: “Perder a un ser querido te conecta con la necesidad de hacer el duelo. Por eso identificar a los caídos en Malvinas es fundamental para nosotros. Para que las familias puedan hacer el duelo”. Waters no lo pudo hacer nunca, pero jugó el papel de lobbista para permitir el muestreo de ADN de los cuerpos enterrados en la fosa común de Darwin y que hoy, 90 familias argentinas puedan hacerlo.

La historia de la identificación había empezado en 1983, cuando el capitán de la Armada Británica Geoffrey Cardozo fue raudamente enviado desde Londres a Malvinas para lidiar con la indisciplina de los ex-combatientes que aún permanecían allí, afectados por el estrés post-traumático típico del veterano de guerra. Una vez cumplida su misión, y ante la existencia de decenas de cuerpos de soldados argentinos sin enterrar o mal enterrados en las islas, Geoffrey recibió la orden de hacerse cargo de recoger esos cuerpos para ponerlos en una fosa común. Geoffrey se tomo la tarea con suma atención en cada detalle. Uno a uno, embolsó los cuerpos que iba encontrando en bolsas de pvc con tres compartimentos: uno para los restos, otro para los efectos personales y el tercero para el uniforme. Este cuidado fue clave para la identificación de los 90 caídos, 36 años después.

El acto de homenaje a los involucrados en la operación fue efectivamente cerrado por Waters ante la consternada mirada del embajador argentino, cuando advirtió: “Cuidado con los ejercicios de propaganda como la “guerra contra el terror”, que es solo un sin-sentido para sacarle el dinero del bolsillo a la gente común y ponérselo en el bolsillo a los oligarcas. Para detenerlos hay que actuar de manera colectiva”.

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