La cantante, compositora, actriz y poetisa murió hoy a los 54 años. Dejó una obra artística singular y mucho dolor por su prematura partida.

La recordaron, como una muestra de nuestros tiempos, terribles, por redes sociales, muchos de aquellos a los que influyó con canciones y libros. Nadie quiso que así sea, pero así fue. Eso hubiese dicho ella, quizá con su actitud rockera. Mariana Enríquez, Marta Dillon, Tomás Balmaceda, Tamara Tenenbaum, Dani Umpi, Lisa Kerner, Juliana Gattas, Barbi Recanati, Mariana Mariasch, Andrea Álvarez, Charo López, Franco Torchia y Virginia Cosin la recordaron en las redes sociales.
Una letra de ella decía “No sé qué pasa todo es tan diferente. Cuando no estás. El mundo olvidado. Parece encantado, irreal. No se qué pasa todo es tan diferente. Cuando no estás. El mundo es complicado. Parece hacerme a un lado si te vas”. Parece aplicar, o no, no importa. Pero siempre es lindo recorrer sus estrofas.
Bléfari nació en Mar del Plata en 1965, la música fue la primera disciplina en la que se destacó y que la trajo a Buenos Aires donde recorrió Cemento, el Parakultural y otras sedes de la movida cultural porteña de los 80 y precisamente en un taller de Vivi Tellas fue que conoció a Fabio, quien sería su amor y bajista en el grupo Suárez.
Artista, con todas las letras: música, actriz, escritora, todo lo hacía con convicción y sensibilidad. Fue líder en los ’90 del grupo Suárez y luego fue una solista destacada, emblema de todo un circuito por fuera de lo mainstream, para todos los que buscan quienes narren historias sin querer venderles nada. Tal vez el film más recordado de Bléfari sea Silvia Prieto, de Martín Rejtman, que se estrenó 1999, pero como actriz ha participado en varias obras de teatro, perfomances y películas con directores como Raúl de la Torre, María Luisa Bemberg y su recorado «Yo, la peor de todas» (en 1980), Gustavo Mosquera, y Albertina Carri, además de Rejtman y esa Silvia Prieto inolvidable (Allí, Bléfari interpreta a una mujer que acaba de cumplir 27 años y decide cambiar de vida, dejar la marihuana y buscarse un trabajo), película que se presentó en los festivales de Sundance, Berlín, San Sebastián, San Francisco, Miami, Munich, Londres, Viena, Karlovy Vary, Thessaloniki, La Habana, Toulouse y Nantes, donde ganó los premios a mejor guion y a mejor actriz.
Pero la literatura también fue importante en su universo creativo: escribió las obras «Somos Nuestro Cerebro», «Somos nuestros genes?» y «Ocho Mujeres» y además editó «Poemas en prosa», «La música Equivocada» y «Antes del río» como poetisa y luego las compilaciones de cuentos «Mis ejemplos» y «Las reuniones», todas nuestras de su ingenio y sensibilidad. «Diario del dinero», su último libro, se publicará en estos días. Es un compilado de miradas perspicaces de un ojo sagaz y entrenado que describe distintas situaciones de la vida, en una especie de anotador de gastos cotidianos, mezcla con diario intimo, una genialidad de una artista que nunca dejo de contar la vida.
En relación con el hacer canciones, su primer talento Rosario creía que el carácter cinematográfico de la canción también se manifestaba al elegir una escena de la vida, una observación sin campo mítico -una especie de “¿y con eso qué?”-, y a través de la entonación de la melodía, conseguir el estado de suspensión necesario para que se transforme en un momento palpitante. El señalamiento –ese recorte o encuadre–, la enunciación y la entonación, eran para ella los tres elementos primordiales para conseguirlo. Como la tríada fundamental en la teoría armónica.
A los 24 años comenzó a liderar una banda que se volvería mítica en la escena independiente del rock, Suárez, con la que grabó cuatro discos de estudio. Debutó en 1989 en el Bar Bolivia del barrio de San Telmo. El conjunto convirtió a la independencia y la autogestión en una bandera y marcaron un camino que luego muchos recorrieron.
En 2015, el grupo fue objeto de la película documental, «Entre dos luces. Suárez. Primera parte», de Fernando M. Blanco, estrenada en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Su nombre es sinónimo de arte, lucha y solidez ética. Ojala entre sus escritos que quedaron La Pampa, aparezca algo más que nos acerque a su manera de ver las cosas. Siempre la palabra justa, gestos reales, siempre todas las situaciones serán hermosas y emotivas viniendo de Rosario. Como esta despedida.
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