Radicada en EE UU desde hace más de una década, la gran cantante grabó "Todos los fuegos" con un seleccionado de músicos de la Gran Manzana. "Sentía que me debía este disco", revela.

Radicada hace más de una década en Estados Unidos, la artista se sumergió en composiciones de Luis Alberto Spinetta, Charly García, Gustavo Cerati y Fito Páez, dejando atrás prejuicios para reinterpretarlos con el lenguaje del jazz. Con esa relectura en mano, las compartió con un grupo de músicos estadounidenses cuyos currículums incluyen nombres como David Bowie, John Zorn, Bill Frisell y Michael Bublé.
Para eso contó con la complicidad del pianista y compositor Leo Genovese, el crédito de Venado Tuerto que también lleva años jugando en las grandes ligas del jazz neoyorquino, con colaboraciones junto a Wayne Shorter, George Garzone y Esperanza Spalding.
La única excepción en el repertorio fue “Ciudad de pobres corazones”, con arreglos a cargo del pianista de raíces cubanas Martín Bejerano, otro extranjero navegando entre compositores argentinos.
“Sentía que me debía este disco. Había interpretado en distintas ocasiones versiones de canciones de rock nacional, así que venía coqueteando con la idea, pero quería darle un lugar más formal en mi carrera.
Fue un trabajo emocional hermoso: ir escuchando y transcribiendo las melodías, los acordes, recordar cuándo escuché estas canciones por primera vez. Nunca antes me había metido de lleno con el rock porque no encontraba el sonido en mi cabeza”, revela Amed.
Más allá de la reconexión con los temas que integran el álbum —de título cortaziano—, hubo otro desafío: presentar los arreglos a músicos para quienes esas obras eran completamente ajenas, parte de un acervo cultural que desconocían. El riesgo era que esas canciones perdieran su esencia.
Entre los intérpretes figuran Tim Lefebvre, bajista de Blackstar, el último disco de Bowie; el baterista Kenny Wollesen, habitual colaborador de John Zorn y Bill Frisell; y Mark Small, saxofonista y clarinetista de Michael Bublé. Fue ahí donde Amed adoptó la misma actitud que tuvo al mudarse a Estados Unidos, cuando debió reinventarse como intérprete, productora y docente en el corazón del latin jazz.
“Estos pibes, por distintas razones, conectaron. ¿Viste esa expresión que dice que el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo? Bueno, cuando me mudé a Estados Unidos pensé que, si quería sobrevivir al distanciamiento con mi cultura, tenía que convertirme en una observadora de mí misma. Muchas veces tuve que explicar determinadas cosas. Mi objetivo como productora era que esa música la tocara gente que no fuera argentina. Quería ver ese experimento y, al mismo tiempo, que esta gente pudiera ser vocera de este tesoro nuestro. Me parece que le aportaron esa universalidad.”
El disco incluye tres canciones de Spinetta —“Asilo en tu corazón”, “Vida siempre” y “La sed verdadera”, esta última en dos versiones—, dos de Charly García —“Salir de la melancolía” y “Cinema verité”—, dos de Fito Páez —“Ciudad de pobres corazones” y “Dejaste ver tu corazón”—, dos de Gustavo Cerati —“Corazón delator” y “Verbo carne”—, y una creación de Amed junto a Genovese: “Diamonds”.
En el proceso, la artista se sorprendió al redescubrir la poética de Cerati y al comprobar que era capaz de abordar piezas tan intensamente rockeras como el clásico de Páez que da nombre a su tercer disco.
Aunque el álbum se concentra en sólo cuatro referentes y la mayoría de las canciones fueron publicadas en los años ’80 —con la excepción de “La sed verdadera” (1973) y “Verbo carne” (1999)—, no hubo una estrategia buscada: “No soy musicóloga. No me dije: ‘Voy a grabar tal época’. No quiero cubrir todos los huecos de la aproximación al rock nacional. Se dio así. Cuando quise acordarme, había quedado como un disco planificado, con dos temas de este, dos del otro, y así.”
La palabra casualidad aparece de nuevo cuando habla de la relación entre ese repertorio histórico y “Diamonds”, la canción compuesta con Genovese que logra entrelazarse de forma orgánica con el resto del disco.
“La idea era incluir algunas composiciones propias. Con Leo nos mandábamos ideas todo el tiempo, y en un momento me envió este tema medio funky, medio souly, medio jazzy, que se acercaba a mis gustos. Sentía que estaba jugando con una caja de piedras preciosas con estas canciones. Y apareció esta imagen del trabajo artesanal, como una piedra que vas puliendo hasta que revela algo. Escribí una letra, y cuando le conté la idea a Leo, me dijo que Wayne Shorter solía decirle eso de las canciones”, revela.
Con una primera selección que incluyó 28 temas, Amed no descarta una segunda parte y ya tiene en mente un posible título: “Cuando le decía a la gente que el disco se iba a llamar Todos los fuegos, me respondían: ¡El fuego! Así que pensé que voy a hacer otro con ese nombre, porque quedaron muchas cosas afuera. Es imposible hacer un disco de rock argentino. La diversidad es enorme. No es que con estos cuatro autores ya le explico a todo el mundo qué contiene nuestro rock «. «
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