Sandra Mihanovich: “Celeste es una de las mejores autoras de nuestro país, al nivel de Charly García”

A 40 años de su lanzamiento, Como la primera vez sigue siendo mucho más que un disco más dentro de la obra de Sandra Mihanovich. Es una fotografía sensible de una época. Publicado en 1985, en plena primavera democrática, el álbum condensó búsquedas estéticas y emocionales que aún hoy conservan su vigencia. El aniversario será el punto de partida de un concierto muy especial con el que la intérprete despedirá el año. El viernes 26 de diciembre a las 21, en el Teatro Devoto, revivirá aquellas canciones junto a muchos de sus grandes éxitos, en una noche atravesada por la emoción, la memoria y el encuentro con el público.

Mihanovich tiene una de las voces más emblemáticas de la Argentina. Debutó en 1976 en bares de Buenos Aires. A lo largo de su trayectoria, varios de sus discos se convirtieron en clásicos, como Puerto Pollensa y Soy lo que soy, en los que hizo un aporte decisivo a la visibilidad y la libertad en el amor, sin rótulos ni prejuicios. Además, se convirtió en una referente de la donación de órganos tras darle un riñón a su ahijada en 2012. Hoy, a los 68 años, mantiene una fuerte conexión con su público, sigue activa en la escena musical, celebra aniversarios de sus grandes trabajos y prepara nuevas ediciones de su legado artístico.

–Este concierto que vas a dar, casi como despedida de año, celebra los 40 años de Como la primera vez.

–Fue un 2025 muy ajetreado y copado. Como la primera vez es un disco que grabé en el ’85 y, la verdad, no pensaba celebrarlo. Porque yo soy muy ochentosa: en el ’82 fue Puerto Pollensa; en el ’83, Hagamos el amor; en el ’84 Soy lo que soy, y en el ’85, Como la primera vez. Entonces me daba un poco de fiaca hacer el festejo del aniversario de Como la primera vez. Después decidí hacerlo, pero en otro formato. No en un teatro grande, como el Ópera, que tiene una envergadura y una energía que hay que sostener, sino en un espacio más acotado. Este año hice tres funciones agotadas en La Trastienda, que es como los lugares donde empecé: mesas, sillas, la gente cerca, tomando algo. Me siento como perro con dos colas, relajada, cerquita del público. Hay convivencia, comunicación fluida. Me permito decir lo que quiero, equivocarme. Y hay otros dos espacios que me encantan, que son el Auditorio de Belgrano y el Teatro Devoto, que es donde finalmente haremos este show.

–¿Cómo elegiste el repertorio de ese disco? ¿Te acordás cómo fue ese proceso?

–Yo soy como un pacman para elegir canciones. Es difícil de explicar qué es lo que a uno le gusta, es bastante subjetivo. Siempre quise cantar canciones de amor que no fueran trilladas, que tuvieran una vuelta de tuerca, algún concepto de originalidad. En este disco, por ejemplo, apareció un autor que canté por primera vez y que me gustó muchísimo: Gabriel Ogando, que tocaba con Marilina Ross. Me dio una canción que, a los fines registrales, se llamó “Ahora tengo que pensar un poco en mí”, porque “Como la primera vez” ya estaba registrado en SADAIC. Pero el disco claramente era Como la primera vez. También busqué autores que ya habían formado parte de mis discos anteriores. De Alejandro Lerner está “Tengo ganas de estar bien”, que es una canción que en este país jamás perderá vigencia, porque dice “tengo la necesidad de que me dejen de joder”, que es un leitmotiv histórico nuestro. De Oscar Taberniso está “De regreso a tu cielo”. De Vane Mihanovich, “Quiero encontrar mi lugar”, que me hizo llorar la primera vez que la escuché. Me sentí muy identificada. Está “El puente invisible”, de Marilina Ross, que es una canción de amor perfecta. Y está “Seré judía”, de Celeste Carballo, que es más punk y fue muy divertido recrearla cuarenta años después.

–¿Todavía te identificás con esas letras?

–En algún punto, todas tienen un nexo con lo que nos pasa. Las cosas no cambian tanto. Ni empeoran tanto ni mejoran tanto. “Seré judía” habla de la persecución. Celeste es un poco paranoica, pero tiene una capacidad de síntesis increíble. Para mí es una de las mejores autoras de nuestro país, a nivel de Charly García. Ya estábamos en democracia cuando salió esa canción, pero esa sensación de estar perseguido no desaparece nunca del todo.

–También está el “Twist del Mono Liso”, de María Elena Walsh.

–No sé por qué se me ocurrió grabarlo. María Elena es inconmensurable. Cada vez que la leo o la canto parece nueva. Se redimensiona todo el tiempo con su palabra, su inteligencia, su ironía. El feminismo, ese libro de textos suyos, me parece extraordinario para tenerlo en la mesa de luz. El twist fue muy divertido: lo hicimos como un blues. También hay un tema de Cris Morena, “Quereme por un rato así vivo mañana”, que es algo pre Jugate conmigo. Y después hay un tema brasileño que se llama “Mi fantasía”. Y está “Escándalo”, que me pareció muy divertido de cantar. Era toda una provocación hermosa.

–Si hoy pudieras hablar con la Sandra de aquel entonces, ¿qué le dirías?

–Le diría: metele pata disfrutando. Ojalá sigas encontrando canciones para decir lo que sentís. Yo siento que siempre dije todo lo que quería decir a través de canciones y es una de las formas más hermosas de expresarse. Hubo hallazgos fundamentales en mi carrera: desde “Falta poco tiempo”, la de la publicidad de Jockey, que compuso mi hermano, pasando por “Puerto Pollensa”. Y, obviamente, “Soy lo que soy”, que jamás imaginé que se convertiría en un himno tan inclusivo. Salió en el ’84, en plena primavera democrática, y venía a decir algo más allá de la sexualidad. El año que viene le toca cumplir 40 a En el paraíso y, de paso, cumplo 50 años con la música.

–¿Cuándo te diste cuenta de que tus canciones ayudaban a mucha gente a decir lo que no podía?

–De a poco. Primero con las devoluciones que recibía en los shows, en la calle, en las cartas. Era una época de escribir cartas y yo trataba de responder todas, aunque fuera con un saludito. Nunca fui abiertamente militante de la causa de la sexualidad. Sentía, y hasta el día de hoy siento, que mi militancia está en cantar. Una sola vez fui a la Marcha del Orgullo, que fuimos con Celeste y con la perra que teníamos. Pero en general me siento cómoda diciendo lo que siento a través de la música.

–Considerás que hay cosas que pertenecen al ámbito personal.

–Claro. Yo no era feminista, por ejemplo, porque me crié en una casa donde la power era mi vieja, la periodista Mónica Cahen D’Anvers, y donde nada me daba a entender que yo no podría hacer algo por el hecho de ser mujer. Al contrario, mi vieja hacía todo lo que quería, laburaba, era poderosa en su espacio y bancaba a la familia. Entonces recién me terminó de caer la ficha con el Ni Una Menos y dije: pucha, no se puede no ser feminista. Tenemos que ser todas feministas. Pero una vez me tiraron un pañuelo verde al escenario y puse un límite. El escenario, para mí, es un espacio de compartir todas las opiniones, todas las ideas. No quiero imponer mi idea. No me gusta usar el escenario para hacer proselitismo de ninguna clase, salvo por la donación de órganos.

–Sos una referente en ese tema.

–Es fundamental, porque es un tema que no se agota, que es necesario estar recordando permanentemente. La muerte no es un tema que nos haga felices. Medio que la miramos de costado. Pero, a la vez, hay que tener conciencia de que la única opción es ser donante, porque puede significar darle continuidad de vida o mejorar la calidad de vida de mucha gente. De mil personas que se mueren, cuatro pueden ser donantes por las características que necesita el órgano que va a ser trasplantado. No tiene que estar muerto. Esa estadística es brava. Porque creo que hay más de 12 mil personas que están esperando un órgano. Y, en general, hasta que no te toca de cerca, no te cae mucho la ficha de lo que significa necesitar un órgano.

–¿Cómo vivís hoy la exigencia de las redes y los algoritmos?

–Estamos todos adaptándonos. Hoy cualquiera puede grabar y mostrar lo que hace, cosa que hace 40 años era imposible sin una discográfica. Yo extraño el objeto físico. Bendiciones fue mi primer disco sin formato físico y fue un duelo. Los algoritmos y la inteligencia artificial me dan un poco de miedo, pero son herramientas. Yo mantengo actualizadas mis redes. Trato de ser franca, de decir lo que siento, y si a alguien no le gusta, se jode.

–Tenés una sorpresa para terminar el año.

–Sí. El año pasado hicimos «Soy lo que soy» orquestal, con dirección de Leo Sujatovich –NdR: el martes pasado la cantó con Lali en la cancha de Vélez–. Lo filmamos, lo grabamos y se está terminando de editar. Si Dios quiere, antes de fin de año lo vamos a poder lanzar.  «

¿Cuándo?

Sandra Mihanovich celebra los 40 años de su disco Como la primera vez. Viernes 26 de diciembre a las 21 en el Teatro Devoto, Avenida Lincoln 3815 (CABA).

Sandra y su pasión por la radio

En su programa de radio Soy nacional, Sandra Mihanovich difunde mucha música nueva. Para mantenerse actualizada, trabaja mucho con su productora: Patricia Giménez.

“Es una gran amiga con la cual, a mediados de los ’90, hicimos un programa para Much Music que se llamaba Latin Music. Es una gran melómana y muy curiosa. Está con todas las antenas paradas, escuchando todo, desde Cazzu hasta La Delio Valdez, pasando por Antonella Restucci, Maggie Cullen, Lucas Heredia y Mery Murúa. Y así vamos por la vida, disfrutando. Descubro muchas cosas que ella me propone. Disfrutamos descubrir artistas que no conocemos”.

Hace nueve años que conduce el programa en Radio Nacional. “Me hace muy feliz haber pasado por tres administraciones y sentir que lo que yo hago va mucho más allá de cualquier partido político. Tiene que ver con difundir la música nacional y con hablar de música. Y que cada uno diga lo que piensa, lo que quiera, porque van a convivir un César Banana Pueyrredón y una Teresa Parodi y está todo más que bien”.

“A mediados del 2026 vamos a cumplir diez años. Ya hice más de 400 programas y lo disfruto mucho. Además, lo filmamos y lo ponemos en nuestro canal de YouTube. El que quiere verlo, además de escucharlo, lo puede hacer. Para mí la radio es escuchar, pero está la opción audiovisual también”.