Soldados voluntarios

Por: Federico Winer

Empuñar un arma lejos de casa, con lo que implica, no es una simple cuestión de contratos y salarios y fronteras.

Entre los muros del monasterio y el eco de plegarias con cientos de miles de kilómetros de fría estepa rusa a su alrededor, el Padre Zosima entrega a Alyosha unas frases que atraviesan el tiempo: «La belleza es tan misteriosa como terrible. Dios y el diablo luchan allí, y el campo de batalla es el corazón del hombre». Estas palabras, nacidas mediante la pluma de Fyodor Dostoievsky en Los hermanos Karamazov (1880), hoy trascienden las fronteras para resonar persistentemente en el presente Euroasiático.

Cualquiera que circule cerca del Donbás escucha los ruidos de la guerra; pero, también, podrá percibir que en la arena contemporánea del combate se extienden estrategias de reclutamiento que rozan las técnicas literarias del gran Fyodor. Así, mientras miles emigraron de ambos lados de la trinchera para escaparse de la leva, otros hacen el camino inverso para alistarse pronto y pintar su cara de negro betún. En este grupo, hay una ola de extranjeros que pudieron sumarse a partir de que ambos bandos facilitan el acceso.

Las razones que llevan a un extranjero a alistarse en una guerra ajena son profundamente personales y diversas. Sin realizar un análisis psicoanalítico, esta columna ofrece una descripción de las condiciones contractuales y económicas para quienes aún deseen participar en el conflicto desde uno de los dos cuerpos oficiales que chocan en la frontera Rusia-Ucrania; al menos, antes de que se definan las nuevas líneas del eje este-oeste.

Primero

«Ahora aceptamos legionarios que sólo hablen español», reclama la web del ejército ucraniano (https://ildu.com.ua) con un llamado directo a los más de 600 millones de hispanohablantes del mundo. Las condiciones son amplias: 18 a 60 años, con o sin experiencia previa. La barrera lingüística que filtró a alguno al inicio se cayó ante la necesidad de relevar a los combatientes en el frente. Sin cifras oficiales, hubo casos de argentinos como el del fallecido Taras Kuzmin o el rosarino Nazareno Moreyra.

«Por el momento, sólo aceptamos personas que entiendan inglés, español, portugués, ruso o ucraniano», amplía vía WhatsApp uno de los reclutadores. ¿Por qué no francés, por ejemplo, con la gran cantidad de potenciales participantes desde los países africanos? Desde el Ministerio de Defensa no hay versión oficial: estaría conectado con las esferas ideológicas desde las que pescar en río ajeno. Es decir, en los países de habla hispana o portuguesa, predomina el discurso think thank en el que los amarillos y azules son los buenos.

Es una oportunidad que vieron los del centro de entrenamiento táctico GOA en Lérida, España, donde por € 700 ofrecen una prueba y un certificado de aptitud listo para presentar al oficial de reclutamiento. «Durante el entrenamiento, los soldados reciben el salario básico de 20 mil grivnas (U$S 474). Después del despliegue en primera línea con su unidad, el mínimo que reciben es de 120.000 grivnas (U$S 2800). Hay bonus adicionales (U$S 1700) tres veces al año, si acumulan 30 días de misiones de combate activas», asegura el reclutador.

Dos

Desde el inicio del conflicto, Ucrania se rige por Ley Marcial (64/2022) y recluta obligatoriamente. En Rusia, funciona la conscripción de forma similar a la vieja colimba Argentina, vigente desde 1901 hasta la abolición en 1994 con el gobierno de Carlos Menem. El 4 de enero, el presidente Putin publicó el Decreto N° 10/2025 para reorganizar las condiciones de acceso de los extranjeros a las fuerzas. En todos los casos, se requiere un compromiso de un año según el Ministerio de Defensa traducida al español, inglés, francés y árabe. El Decreto 10 fue sobradamente criticado por los medios occidentales como Radio Libertad (Liberty), que relacionan la medida «con un intento desesperado de mano de obra». En realidad, la oferta se parece bastante a la de otros cuerpos: por caso España tiene un paquete especial reservado para ciudadanos de sus ex colonias, ejemplo Latinoamérica, que se popularizó entre algunos jóvenes argentinos en pleno desastre del gobierno de Fernando de la Rúa, allá por el 2001. Comparado con la oferta ucraniana, los incentivos rusos son más altos.

En Rusia, el sueldo básico en zona de combate arranca en los U$S 2500 al mes, además de beneficios adicionales como becas universitarias para hijos menores, seguros de vida y pensiones para las familias, y un camino llano a la nacionalización. Existen bonus por performance, lo que equivale a que se cobra un extra si se avanza una cierta cantidad de territorio sobre el enemigo. En promedio, son unos U$S 500 por soldado en cada misión exitosa, que pueden hacer unos dos mil extras cada mes.

Tres

Como es habitual, ambos bandos son reticentes a revelar cifras exactas sobre la cantidad y el origen de los extranjeros que respondieron a los llamados para combatir. M., un argentino que luchó para Israel aprovechando su doble nacionalidad hace más de una década, explica: «Esto es lo habitual, para protegerse de los recuerdos o de las venganzas». Desde la zona sur del conurbano bonaerense, donde ahora se dedica a instalar aires acondicionados, evita responder si tuvo que matar en combate, pero su silencio dice más de lo que oculta.

Por estas razones, toda la información disponible sobre los argentinos y otros extranjeros que combaten en el Donbás debe entenderse dentro de una narrativa donde la verdad se diluye entre campañas propagandísticas. Sin embargo, las fuentes documentales en internet coinciden en que la mayoría de los latinos en el conflicto provienen de Colombia, un hecho predecible dada la gran cantidad de veteranos con décadas de experiencia en combate contra ejércitos, paramilitares, carteles y guerrillas en las selvas colombianas. Así lo relata un tal Checho al LA Times desde una clínica en Kiev, donde se recupera de un ataque con drones.

Artyom Somov, Olga Kiriy, y Anton Meshcheryakov son tres directores que documentaron la vida de alguno de ellos en Los Extranjeros del Donbás (2022), un documental de una hora que ganó varios premios y se puede ver en la TV rusa (https://en.rtdoc.tv). Hace unos meses se estrenó una segunda parte, dirigida únicamente por Olga, titulada Soldados de la desgracia (2024): muestra la muerte de foráneos en líneas ucranianas: «Van al frente sin identificación, lo que dificulta confirmar su identidad si mueren».

Recientemente se conocieron quejas de familias colombianas, que no recibieron las indemnizaciones prometidas por los seguros, o que siguen esperando los restos de sus fallecidos en una urna que no atraviesa el complejo rompecabezas internacional. Como en las palabras de Dostoievski, la decisión de empuñar un arma lejos de casa, con todo lo que implica, no es una simple cuestión de contratos, salarios y fronteras sino, en última instancia, reflejo de la eterna lucha entre belleza y horror que define la condición humana.

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