El 23 de enero de 1950 comenzó a escribirse la historia de quien se transformaría en una de las figuras más determinantes de la música argentina. Sus bandas eternas, su prolífica carrera solista y la determinación para crear más allá de modas y tendencias.
La obra de Spinetta dejó canciones imperdibles. Cualquier lista siempre resultará incompleta y caprichosa. Pero una forma de asomarse a sus diferentes etapas puede incluir «Muchacha (ojos de papel)», “Credulidad”, “Cantata de Puentes Amarillos”, “Lo que nos ocupa es la conciencia, esa abuela que regula el mundo”, “Durazno sangrando”, “Los libros de la buena memoria”, “Canción para los días de la vida”, “Barro tal vez”, “Ah!… Basta de Pensar”, “No te alejes tanto de mí”, “No seas fanática”, “La bengala perdida”, “Fina Ropa Blanca”, “Seguir viviendo sin tu amor” –su máximo hit–, “Tu nombre sobre mi nombre”, “Jardín de gente”, “Ekathe I”, “Tonta luz”, “Agua de la miseria”, “BolsoDios”, “Hiedra al sol” y tantas más. Se puede entender a Spinetta como un cancionista, pero siempre comprometido con dotar a esa estructura de instrumentaciones ricas, creativas y precisas.
El amor fue quizás su máxima obsesión, entendido como antídoto o certeza, más que como un campo de reflexión o duda. Su fervor por autores como Carlos Castaneda y Antonin Artaud, entre otros, lo empujó por caminos singulares. En ese sentido, el Flaco también enriqueció la vida de quienes lo escuchaban: de alguna manera también fue un divulgador de otros artistas. Utilizó mucho la metáfora y tenía debilidad por palabras de escaso uso cotidiano.
Contrariamente a cierto pensamiento mágico en boga, Spinetta no fue un extraterrestre. Lo apasionaba escuchar música, descubrir nuevas propuestas y tenía una sensibilidad amplia que le permitía disfrutar estéticas muy diferentes. Lo influenciaron desde los Beatles a Piazzolla, pasando por Zeppelín, John McLaughlin, Weather Report, Gino Vanelli, Stealy Dan y Bjork, entre muchísimos otros. Pero nunca se dejó llevar por la tentación de imitar a quienes admiraba. La información que absorbía siempre pasaba por un filtro tan personal que concluía en expresiones y formas inconfundiblemente spinetteanas.
Acaso sin saber que podría ser la última, el 4 de diciembre de 2009 se regaló y regaló una noche perfecta. En la cancha de Vélez, festejó su increíble carrera y los 40 años del primer disco de Almendra reuniendo a sus bandas eternas. Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Jade, Los Socios del Desierto volvieron a la vida en reencuentros que no apelaron a la nostalgia, sino que subrayaron la vigencia de su obra. El Flaco siempre había sido reacio a revisitar su pasado, pero lo hizo consciente de lo especial de la ocasión y lo disfrutó con una intensidad memorable. Más de 40 mil fans disfrutaron casi sin parpadear de cinco horas y media de show, donde también hubo lugar para su última banda solista, invitados varios y diversos homenajes al rock nacional. Fue un triunfo para Spinetta, pero también para la música argentina.
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