El talentoso bajista y compositor hizo vibrar el reducto de Villa Crespo durante más de una hora y media. Su singular mirada del jazz contemporáneo, su musicalidad y su carisma terminaron de redondear una noche mágica.

Después de una larga espera, bajan las luces, se despeja el escenario y suena una pista de Mac Miller para recibir al alter ego de Stephen Bruner. “Yeaaaah! What’s up?!”, grita Thundercat con sus rastas decoloradas y hebillas con su logo personal. El público abrigado vitorea al brujo del bajo que sale al escenario en remera manga corta, short y botas con plataformas, fogoso. Su bajo de seis cuerdas rojo pasión resplandece tuneado con la imagen de Asuka de Evangelion y comienza a sonar bien grave, con métrica irregular. El público, totalmente energizado, se prepara para un viaje que refleja la distintiva identidad sonora del bajista norteamericano: virtuosismo aplicado a una fusión de jazz, funk, R&B, soul, hip hop y algo de rock. Y mucho, mucho groove. Un insuperable sentido del groove.
Durante hora y media, Thundercat sumergió a más de 4000 personas en las aguas abismales de su jazz contemporáneo. A siete años de su primera visita, -Vorterix en 2018-, el reconocido bajista, cantante y compositor estadounidense regresó por fin a la Argentina el domingo 17 de agosto y brindó un concierto intenso en el Complejo C Art Media, junto a Dennis Hamm en teclados y a Justin Brown en batería, en el marco de su gira “Latin America 2025”.
Un recital en el que una masa compacta de público -en su mayoría hombres- maulla -literalmente- al ritmo de la música agitando los brazos en el aire es digno de presenciar. “Qué cool es ser un gato, miau, miau, miau, miau”, corean regocijados los fans en el estribillo de “A Fan’s Mail (Tron Song Suite II)”. Es que Thundercat obra con la libertad plena de hacer lo que se le canta. Y así, parado muy lejos de la pretensión, demuestra que lo virtuoso no tiene por qué ser solemne. Con sus letras plagadas de ironías y referencias meméticas de la nueva vida online, Thundercat es la peculiar mixtura de la cultura de internet, el humor, la obsesión con el animé y una técnica músical admirable.
El trío abre el recital con un primer pantallazo de lo variado que será el repertorio: “Children of the Baked Potato”, “How Sway”, “Uh Uh”, y el mencionado “A Fan’s Mail”. Temas de Apocalypse de los primeros años se van a intercalar con adelantos de su último álbum, mientras que los puntos álgidos de la noche serán de Drunk y de It is what it is, disco de 2020 ganador de un Premio Grammy al Mejor Álbum de R&B Progresivo.
Después del adorable “I love Louis Cole”, el tema dedicado a su amigo músico y colaborador, como si fuera Goku queriendo hacer una genkidama, Thundercat pide “Gimme some fucking energy!!!” y entre gritos empieza a sonar todo el soul del irónico “Friend Zone”, al tiempo que se alzan los celulares en el aire para registrar el hit. Suenan desde temones funkys, suaves y bailables a momentos de improvisación experimental con toques marsvolteros. Cada uno se deja llevar y se mueve al ritmo de su propio mundo interior. El esperado “Dragonball Durag” y su chistoso R&B activa el baile. Con interminables aplausos, el fandom agradece la mezcla de descontrol y técnica milimétrica. El tema super soulero “Show you the way” pega como brisa fresca con sus armonías modales y voces profundas.
Thundercat hace chistes en medio de la música y presenta a sus músicos entre aplausos mientras suena “Funny Thing”. La gente corea la bata y canta el estribillo de la jazzera y funky “Them Changes” y el C Art Media entra en éxtasis sonoro. La banda se retira del escenario y la noche va llegando a su fin. Son las 23 cuando vuelven a salir para el encore entre cantos futboleros, silbidos y griterío. “Thank you Buenos Aires!”. “Gracia’ a vo’”, le contestan. Hay confianza.
Thundercat y toda su rareza se despiden abriendo las puertas a lo nuevo: suena “No more lies” al cierre, la última colaboración bailable con Tame Impala del disco aún inédito, que se recibe en el cuerpo con brazos abiertos. El viejo truco del lenguaje universal.
En un mundo que pareciera sólo dar lugar y repetir hasta el hartazgo fórmulas hechas para juntar clics, en una industria que no deja de vender productos prefabricados, el excéntrico bajista se la juega por lo genuino y gana. La música de Thundercat actúa como vestigio de que no todo está corrompido por el sistema. O que se puede usar la lógica de internet y la cultura pop a favor, sin dejar que nos aplaste, para lograr algo tan extraño como grandioso.
Domingo 17 de agosto.
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