Tommy Shelby en su laberinto y el final demoledor de «Peaky Blinders»

Por: Adrián Melo

La emblemática serie de la BBC concluye con la inteligencia y el preciosismo estético que la caracteriza. Deja para la cultura popular un villano a la altura de Michael Corleone y Tony Soprano.

El estreno de la sexta y última temporada de Peaky Blinders termina de confirmar lo que ya se presumía: los Shelby tienen reservado un lugar honorífico en la historia de la ficción de la era del streaming y de los dramas sobre familias de mafiosos. Probablemente, a partir de esta prestigiosa serie de la BBC, la ciudad de Birmingham de los años veinte dejará definitivamente de ser símbolo de capitalismo incipiente para metamorfosearse en sinónimo de robo, sangre y estiércol, lo que –ya se sabe desde Karl Marx– viene a ser lo mismo.

Pero aún más: no es grandilocuente afirmar que en este final apoteósico Tommy Shelby –interpretado por el extraordinario e hipnótico Cillian Murphy– ingresa al inmortal podio celestial o infernal de los principales gangsters villanos con un estatus estelar de magnitud solo comparable al de Michael Corleone de la saga cinematográfica de El Padrino o al Tony de la serie Los Sopranos.

Como corresponde a la justicia poética de la ficción, lo esperable de esta última temporada es que a Tommy le espere el mismo destino que a sus célebres antecesores mafiosos. Es decir, los fanáticos suelen esperar ansiosamente que aquellos seres despiadados a los cuales les encanta adorar y odiar alternativamente, demuestren que son ídolos de pie de barro y tengan un final a la medida de las maldades cometidas. Si fuera así, lo mínimo que le correspondería al cabecilla de la banda Peaky Blinders es morir acribillado, envenenado o víctima de un lento tumor maligno. Al fin y al cabo, tal como lo expresa con pesar el propio Shelby en uno de los capítulos recientemente estrenados: “No soy el diablo, sino un hombre ordinario y mortal”.

El final de la quinta temporada parecía ir en esa dirección, con un Tommy caminando literalmente por el barro, con el rostro enlodado y a punto de gatillarse a sí mismo después de ser traicionado por su propio entorno y aparentemente derrotado por Oswald Mosley (Sam Claflin), el líder fascista. Como si esto fuera poco, desde los abismos de la muerte, el fantasma de Grace (Anabelle Wallis), el amor de su vida, le reclama insistentemente que vaya a hacerle compañía.

Con estas secuencias comienza esta nueva temporada. Sin embargo, tal como demostró en el desarrollo de sus 30 capítulos anteriores, Thomas Shelby tiene más vidas que un gato negro maldecido. Y antes de dejar este mundo tiene varias cuestiones pendientes. Por un lado, vengar la muerte de su amada tía Polly, interpretada por la recientemente fallecida Helen McCrory, cuya ausencia se extraña irremediablemente. Arthur Shelby (Paul Anderson) se encarga de esta misión, asesinando a los responsables –simpatizantes del IRA– en un primer capítulo que homenajea al personaje y es dedicado a la memoria de la prestigiosa actriz. Por otro lado, el protagonista necesita descubrir quién lo traicionó frente a los nazis Mosley y su esposa Diana Mittford (Amber Anderson), sus más poderosos enemigos hasta la fecha y que parecen destinados a vencerlo. Finalmente se tiene que cumplir –y de hecho, se cumple– la profecía de Polly respecto de que “va a haber una guerra en la familia Shelby” y uno de los dos, o Michael Gray (Finn Cole) o él, será el victimario del otro.

La tensión de esta temporada se desarrollará en esas y otras direcciones, todas las cuales parecen conducir a la decadencia del personaje principal. Con el mencionado Michael Corleone, Tommy comparte un arco clásico de tragedia griega: pasa de ser héroe de guerra a malvado sin ambages y de tenerlo a perderlo todo: amor, hijos, riquezas, amigos. Siguiendo esa lógica karmática, todas las tragedias inimaginables se ciñen sobre él: su adorable hija Ruby muere de tuberculosis, su esposa Lizzie (Natasha O’Keeffe) con su hijo, ve esfumarse su fortuna y, como si fuera poco, le diagnostican un cáncer con una sobrevida aproximada de un año.

Pero, cuando todos esperan el inexorable y esperable final, la trama da una vuelta de tuerca inesperada. Nuestro Shelby descubre que el tumor mortal es una fábula orquestada por Mosley, que espera que se suicide por no soportar la noticia. Y, en otro giro magistral, por primera vez en su existencia, el despiadado gánster perdona lo imperdonable y no asesina al doctor Holford (Aneurin Barnard), el instrumento nazi del engaño macabro.

Si bien se extraña en esta temporada la acción a raudales que caracterizó a las precedentes, tiene la suficiente cuota de sangre y violencia para que Tommy –entre diagnósticos y funerales– liquide a todos sus enemigos reales o aparentes (al dolor desmedido por la muerte de Ruby le sigue una balacera a la medida).

Las interpretaciones de los personajes principales continúan fascinando como desde el primer capítulo (mención destacada para Murphy y O’Keeffe cuando la muerte de la niña Ruby). La potencia y capacidad emotiva de los guiones de Steven Knight y la impecable dirección de Anthony Byrne destacan no solo por el preciosismo y la estética de las escenas sino porque cada pausa y cada plano-secuencia tiene un sentido artístico y guarda ilación argumental y un todo coherente acompañados de una fantástica banda sonora. Para citar un ejemplo, la desgarradora escena de la quema del carro fúnebre de Ruby guarda estrecha relación con una escena final donde se quema la caravana que guarda los últimos recuerdos –las fotografías de los años felices, retratos de sus esposas y sus hijos, su anillo de boda– que atan a Tommy a la vida.

Tras perderlo todo, ¿será Tommy Shelby quien mate a Tommy Shelby, tal como pergeñó Mosley? En una serie cuya precisión alcanza cúspides de perfección –cada temporada tiene seis capítulos-, la escena final guarda también relación con la primigenia. En esta, situada en 1919, un joven de enormes ojos azules tan bellos como aterradores, a lomo de un enorme corcel negro recorría las calles de Birmingham mientras tramaba ideas maliciosas para sobrevivir en el capitalismo sin estar condenado a trabajar en una fábrica. En la escena final, un hombre maduro de enormes ojos azules bellos y dolientes se monta a lomo de un caballo blanco. ¿Habrá dejado Thomas Shelby el lado oscuro y tras derrotar a personajes del Tercer Reich se dirige a un camino redentor? Esperemos que no. Probablemente, la necesaria y prometida película permitirá atar este y otros cabos sueltos de otros personajes descuidados en esta temporada, tales como Alfie Solomons (Tom Hardy), Arthur Shelby o Gina Grey (Anya Taylor-Joy). En todo caso, ¡larga vida a Thomas Shelby y con él a todos los seres de pasiones desmesuradas!  «


Peaky Blinders, sexta temporada

Dirección: Anthony Bryrne. Guión: Steven Knight. Elenco: Cillian Murphy, Natasha O’Keeffe, Paul Anderson, Sophie Rundle, Finn Cole, Amber Anderson, James Frecheville, Anya Taylor-Joy. Disponible en Netflix.

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