
Las promesas del neoliberalismo suelen ser eternas porque jamás se cumplen. Mienten porque sus deseos son inconfesables. Y tres años después de tanta mentira acumulada, aún hay gente que dice que con un golpe de la economía, volvería a elegir a Macri, un hombre con una cultura feroz del engaño. Entonces, para qué hablamos de la verdad. ¿No nos importa la mentira, sancionamos al mentiroso? ¿Para qué somos una sociedad que se golpea el pecho y exaltamos ciertos valores si luego son destrozados? Casi que no se puede convivir con tal decepción a pesar de que los pensadores, los escritores, los artistas, entre tantos, nos dicen que el mundo es otra cosa.
Estos días fueron, otra vez, especialmente violentos desde una mentira madre: de decir que no iban a ajustar, a decir «estamos haciendo el ajuste más grande de la historia argentina contemporánea». Plantean que «hemos hecho lo peor de la historia» y se ufanan de que por acciones como estas, expulsando a tanta gente, otros gobiernos cayeron, pero a ellos lo celebran. Es el poder real: hacen cualquier cosa con la gente.
Por esas horas, justamente, en las que se votó el Presupuesto, alguien murió, alguien fue asaltado, todos los días pasa. A veces niños, a veces adolescentes o ancianos, a veces clase media, pocas uno rico, muchas los pobres. Es el resultado natural del capitalismo. El producto del egoísmo del hombre es expresado como en ninguna otra posibilidad política a través de este sistema y cuando se llega al neoliberalismo, es todavía más fuerte, más violento: todos esos senadores que votaron ese Presupuesto apostaron por esa violencia, votaron muerte, acrecentar los números de la desgracia de la gente. Violencia es un Presupuesto que excluye, da hambre, deja a mucha gente afuera. O qué creen que va a suceder con quien queda fuera del trabajo y que quizás no vuelva a tenerlo por muchísimo tiempo. Como esa fotografía de los trabajadores de Siam con la cara apoyada del lado de afuera de la reja que los separa de lo que era su mundo de trabajo y que ahora se convirtió en el mundo de la negación. Todos sabemos de qué se trata. Te dejan afuera, buscás otro trabajo y te pasás diez horas para que te digan «por ahora no», te dan un teléfono que nunca van a atender, te reciben un currículum que no van a leer. Hacés una cola de miles como vos, que están buscando ese escaso trabajo. El hombre es bueno, tiene base de mansedad, o miedo de lo que le pueda pasar, cárcel, muerte, en caso de enarbolar su propia revolución personal, que hasta cierto punto, es lo único que realmente le duele al capitalismo.
Esa es la verdadera bomba, no la que busca Bullrich. Nunca hubo proporcionalmente menos crímenes que desde el 2003 en adelante y nunca hubo más que en 2002, que venían in crecendo desde 1997. No es casualidad. Nos condolemos por esas tragedias, pero estamos expuestos, cada vez más. Hay más resentimiento, más bronca en la calle, que se realimenta votando neoliberalismo. Como en el ’95, después de la primer menemismo.
Ahora están buscando las bombas anarquistas o unos pibes ingenuos, a los que el gobierno (con los medios cómplices) definen falsamente como peligrosísimos terroristas. Pero la verdadera bomba es el tremendo endeudamiento que explotará una y otra vez, todos los días, todos los años que vienen. O la bicicleta financiera. O las apariciones televisivas de una falsamente cándida Vidal o de Rodríguez Larreta en la prensa comprada. O los negociados de los CEO del gobierno, el acuerdo con el FMI, la caída del consumo, el crecimiento de la pobreza, la inflación, la tremenda recesión y la que se viene. O la bomba del descaro de personajes como Bossio y Marco Lavagna, tan serviles al establishment, presentando un proyecto sobre Papel Prensa a la medida de Clarín y La Nación, que acrecientan día a día la desvergüenza con que se manejan y su capacidad para mentir e influir sobre la gente.
Vuelve a sonar el Indio en la 750. Solari vuelve a decir «violencia es mentir».
Porque también hace tres años, un programa emblemático de ese grupo mediático mostraba una imagen trucada, mentirosa, de Axel Kicillof con un encendedor en la mano. Decían que preparaba una bomba para dejársela al nuevo gobierno. Macri obediente, repitió el discurso. Es apenas otro ejemplo. Esa falsa imagen de Kicillof tuvo un enorme poder disuatorio en el electorado, casi más que los propios discursos de Macri.
Una de tantas mentiras, la suma de tanta violencia, de una tras otra.«
* Extractos de sus columnas radiales
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