Trabajadores despedidos, organizaciones y vecinos alzan la voz frente al abandono de un espacio de lucha colectiva. Las actividades continúan como acto de resistencia ante las políticas de vaciamiento del Gobierno nacional.

“Hoy nos encontramos sin personal fijo en el espacio”, explica Nelson, uno de los trabajadores despedidos. “Es esencial que estos lugares sigan abiertos, habitados y generando actividades para la comunidad, pero también debemos exigirle al Estado que asuma su responsabilidad en las políticas de memoria”. Este reclamo refleja la preocupación por el futuro del lugar, que quedó prácticamente inoperante tras el despido de la mayoría de los trabajadores y trabajadoras.
Desde fines de diciembre, cinco de los siete trabajadores que sostenían las actividades fueron desvinculados, dejando solo a dos personas con contratos precarios y sin garantías de continuidad. Esta situación pone en jaque a un espacio que simboliza el compromiso con la memoria colectiva..
La actividad del lunes logró una importante convocatoria, con la participación de personas de distintos sectores. “Llegaron compañeros de otros sitios de memoria, sindicatos, organizaciones barriales y también sobrevivientes”, destacó Nelson. El objetivo principal fue dar a conocer la gravedad de la situación y movilizar a más sectores en su defensa.
La situación de Virrey Cevallos es reflejo de un contexto político donde las políticas negacionistas buscan desmantelar avances logrados en materia de derechos humanos. Este espacio, que en la dictadura militar funcionó como un centro clandestino de detención, tortura y exterminio, se recuperó en 2004 como un lugar de memoria y aprendizaje colectivo. Sin embargo, hoy enfrenta el abandono.
“No vamos a dejar de ocupar el espacio y generar actividades”, aseguró Nelson. Entre las próximas iniciativas, los trabajadores despedidos han organizado una visita guiada abierta a la comunidad este sábado 18 a las 16 horas . Estas acciones buscan reafirmar la importancia del lugar y su función como centro de educación y promoción de derechos.
Virrey Cevallos no solo guarda la memoria de quienes pasaron por allí, sino que también impulsa talleres y actividades comunitarias que promueven valores democráticos y de justicia social. Sin embargo, el desfinanciamiento amenaza con apagar esa llama.
Nelson concluye: “Invitamos a las organizaciones, sindicatos y personalidades a sumarse y visibilizar lo que ocurre. La construcción de memoria es una responsabilidad colectiva que no podemos abandonar”.
La lucha por este espacio es un recordatorio de que la memoria no puede ser borrada ni ignorada. Cada actividad y cada convocatoria reafirman que los derechos humanos son y deben seguir siendo una política de Estado.
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