El álbum más emblemático del cantante y compositor logró condensar blues, jazz, góspel y r&b, con letras contra la violencia, el racismo, la pobreza y la destrucción de la naturaleza. Su belleza y vigencia siguen resultando conmovedoras.

Lanzado hace 50 años, un 21 de mayo de 1971, desde su turbulenta prehistoria hasta su final consagración, What’s Going On? cuenta con toda una serie de virtudes que la convierten en una propuesta insoslayable: en sus canciones, Gaye logró condensar un aliento profético signado por el blues, el jazz, el gospel, el r&b e incluso el recitado o spoken word a la luz de una conciencia ética que iba a convertirlo en testigo de y predicador contra la violencia, el racismo, la pobreza, la corrupción, la guerra y la destrucción de la naturaleza.
Desde ya que son muy pocos, poquísimos, los discos, y las obras de arte en general, que lograron aunar estética y política de ese modo. O, si se quiere, un altísimo nivel de complejidad formal a través de un mensaje directo, sin paliativos, en torno a la historia y la sociedad. Exigencia que suele quedar trunca de cara a la venta o el panfleto, cancelando el gesto transformativo que desde el interior de la propia creación debe hacerse paso frente al statu quo que le impide sostener su extrañado carácter crítico. Nada de eso ocurre en What’s Going On?: el mensaje, aquí, es tan directo contra “las fuerzas del odio” –como señalaba el autor en las entrevistas– cuanto magnífica su dimensión poética.
A mediados de 1970, Berry Gordy, mentor y jefe de la célebre Motown Records y cuñado de Gaye en ese entonces, tuvo acceso al que sería el primer simple. Dijo, sin más, que era “la peor grabación que había escuchado en su vida”. El tono politizado, contenido y jazzero le parecían anacrónicos, una fracaso por anticipado. De ahí en más, la sucesión de rechazos fue permanente hasta que Marvin le dio un ultimátum. Si Gordy no le permitía grabarlo, nunca más trabajarían juntos. La provocación funcionó, y el álbum comenzó a registrarse, no exento de dificultades, el 17 de marzo de 1971. Las adicciones y el desconcierto sexual de Marvin lo hacían todo más difícil. Llegaba tarde, no siempre sobrio, con un séquito de amigos y sustancias, pero su creatividad parecía no tener límites. Además, se había rodeado de gente excepcional como el arreglador David Van De Pitte y otros músicos de gran altura, algunos de la mismísima Detroit Symphony Orchestra.
El entramado lírico de las nueve canciones del disco, “What’s Going On”, “What’s Happening Brother”, “Flyin’ High (In The Friendly Sky)”, “Save The Children”, “God is Love”, “Mercy Mercy Me (The Ecology)”, “Right On”, “Wholy Holy” e “Inner City Blues (Make Me Wanna Holler)”, tienden un eje espiritual del cual emanan diferentes experiencias de socialidad: el amor divino e interpersonal, la compasión, la solidaridad, la naturaleza, la liberación social. Así, en el tema homónimo, expresa: “Madre, piensan que estamos equivocados. Pero quiénes son ellos para juzgarnos solo porque llevamos el pelo largo. Oh, sabes que tenemos que hallar el modo de traer algo de comprensión hoy aquí”. O en “Save the Children”, donde recita sobre un coro y su propio canto, en una delicadísima armonía cromática: “Cuando observo el mundo, me llena de dolor. Las criaturas de hoy realmente van a sufrir mañana”.
“¿Adónde se fueron los cielos azules?”, se pregunta en la ecologista “Mercy Mercy Me”, para volver su mirada a la divinidad en “Right On”: “Ah, amor verdadero, amor, amor por tu hermano, y amor, amor por Dios. Amor, amor puro”. Hay aquí, por todas partes, señales de la palabra de Martin Luther King Jr., de la cultura gospel y de las luchas por los derechos civiles traducidas en un deseo de urgente comprensión y pacífica piedad ante la época. El desasosiego social vuelve en él último y uno de los más logrados temas del álbum, “Inner City Blues”: “El pánico se extiende. Dios sabe a dónde, hacia dónde nos dirigimos”.
El paralelismo lírico con los aspectos instrumentales de las composiciones es total, en tanto estos se explayan hacia estados sensoriales de gran intensidad anímica, al punto que por momentos la música pareciera estar diciéndonos lo que sentimos, no por ejercer a priori algún tipo de simulación efectista, sino por ser capaz de hacerse eco de ese complejísimo proceso corporal derivado de su propia textura armónica. El carácter inmanente de la placa, dado que los nueve temas que la componen están superpuestos, sin linealidad en cada final, provoca a su vez una extraña continuidad cinemática que abre el disco a la imagen expansiva de una narración hipnótica, fluida, a la vez que no deja de excitar nuevas formas de observación y escucha.
Todo un mundo y una cultura están allí, entrelíneas, y hasta se pueden palpar con un poco más de tacto: el blues del Delta, el Gospel, la iglesia negra, Dominoes, Faye Adams, Solomon Burke, James Brown, Billie Holiday, Otis Redding, Sam Cooke, Ray Charles, el swing, Earl Hines, Charlie Parker, John Coltrane… Una tradición, black music, como la denominan Amiri Braka y Cornel West, que sigue estando a la vanguardia de la existencia tras siglos de resistencia a la esclavitud y la segregación. De lo mejor que ha dado nuestra frágil y ambigua humanidad en toda su historia. Y en el caso de What’s Going On?, de las mejores y más verdaderas obras musicales, sin duda, con los que alimentar el espíritu, y el pensamiento crítico, frente a este tiempo de penumbras que nos ha tocado vivir.
Marvin Gaye (2/4/39 – 1/4/84).
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