Sashiko, una creación japonesa puntada por puntada

Por: Mónica López Ocón

En el marco de “Oriente pop up. Lo que mueve el mar”, un ciclo de intervenciones que activan temporalmente la exposición principal del museo, la artista Alma Estrella presenta piezas textiles trabajadas con esta antigua técnica de costura tradicional del norte de Japón. Puede visitarse hasta el 5 de noviembre.

¿Costura o bordado? ¿Arte o práctica textil utilitaria? Estas son algunas de las preguntas que plantea el Sashiko, una creación japonesa puntada por puntada.

La artista Alma Estrella le contesta a Tiempo Argentino: “En el origen era  un tipo de remiendo que se usaba en la zona rural de Japón, básicamente para ropa de trabajo, en un lugar donde no había acceso al algodón por lo que los textiles se hacían con lo que había en el lugar que era el cáñamo que, además de ser ignífugo, es térmico y, por lo tanto, adecuado para lugares en los que nieva seis meses al año. Las  tareas agrarias requerían estar abrigado.”

Y agrega: “El sashiko fue un modo de superponer capas de tela y reforzarlas a medida que se iban deteriorando. Luego se dieron cuenta de que si entre capa y capa de tela ponían lo que nosotros llamamos guata, la ropa se volvía más térmica.  De modo que en principio es una costura y luego comienza a desarrollarse toda una forma decorativa que es también talismánica. El pescador quería  una protección para adentrarse en el mar y, entonces, quizá bordaba en su propio traje o en el revés del kimono un determinado motivo. Esos diseños venían de la cultura budista y sintoísta. Con el tiempo devino bordado. Ya no tiene función de abrigo de un Japón pobre y se puso muy de moda a través de las redes sociales. Occidente también se enamoró de esta técnica y la difundió como bordado.”

Foto: Manuel Iniesta

El sashiko, arte de origen utilitario, se caracteriza por el uso de puntadas  repetitivas que van creando un patrón. Los distintos motivos aludían tradicionalmente a la naturaleza, la salud, la longevidad, la buena fortuna y eran considerados protecciones espirituales para quienes los usaban en su trabajo.

Las puntadas se parecen a un hilván, pero son extremadamente regulares. “La técnica es muy sencilla –aclara la artista- pero tiene dos o tres reglas que hay que seguir que hace que se componga una figura, una gestalt de una determinada manera y no de otra. Esto tiene que ver con los cruces, con la relación entre el vacío y lo lleno. A medida que uno va practicando se da cuenta de que si hiciera un hilván a nuestra usanza, el resultado final sería diferente. La técnica es minimalista, sutil, no es algo complejo”.

Su origen se remonta al período Edo (1603-1868),” ésa es una comprobación fehaciente. Yo misma he visto trajes de esa época, pero hay  algunos autores que postulan que la fecha de su nacimiento es más antigua, del año 600 u 800, pero eso no está tan comprobado”, acota la artista.

En la exposición se pueden ver ocho piezas textiles de pequeño y gran formato que entran en diálogo con la colección permanente del Museo integrada por textiles de China, Turquía, Japón, Kirguistán y el Tibet. Una parte de los trabajos está dentro de vitrinas y otra sale de ellas. Para cada pieza textil trabajó también piezas audiovisuales a partir de fotografía fija de la pieza original, hizo un collage digital y escribió un texto en clave poética narrado por una vos en off que cuenta en primera persona la investigación de base realizada.

Sashiko, la popularización de un arte tradicional

“Yo tuve la oportunidad de viajar a Japón –cuenta Alma Estrella- y vi el sashiko en diferentes lugares. Por un lado, se lo ve en museos, en colecciones de vestimenta como algo tradicional, como reliquias. Cada zona desarrolló sus propios motivos, los diseños varían según el lugar. Hay todo un folklore. Por otro lado, hay mucho uso doméstico del sashiko. Se decora, por ejemplo, algo que está muy lejos de nuestras costumbres, como un trapito para limpiar. Luego he visto no bordado sino estampas que se utilizan tanto en una correa para pasear al perro como en almohadones o en una funda de celular. Por mencionarte sólo una marca de zapatillas, Nike tiene un modelo en el que hace un revival de los motivos del sashiko. La camiseta de la Selección Japonesa no del último mundial, sino del anterior, tuvo diseño de sashiko”.

Foto: Manuel Iniesta

Actualmente, los motivos tradicionales de este arte textil pueden hacerse también con una máquina, lo que plantea un interrogante: ¿este arte manual en el que se mezclan elementos de distintos órdenes continúa siendo fiel a su esencia si se reproduce de manera industrial?

La artista responde: “Existe una máquina que reproduce la puntada del sashiko, pero ahí hay algo para pensar que es más complejo porque las artesanías, los crafts japoneses implican un tema ético relacionado con el valor que tiene hacer algo a mano y un principio estético que tiene que ver con la imperfección. Lo que está hecho a mano muestra el alma de quien lo hace. En la asimetría natural, en la imperfección que tiene una pieza hecha a mano hay una belleza particular.  Pensado desde el movimiento Minguei (que valora lo hecho por artesanos anónimos que no buscan exaltar su ego ni enriquecerse), lo que se hace a mano como este arte de las puntadas es una respuesta a la industrialización. Es interesante pensarlo desde este punto de vista, considerar  el valor que tiene una antigua tradición artística  en un mundo que se modernizó.”

Y añade: “En un mundo de máquinas en el que ya existe la Inteligencia Artificial, la artesanía nos queda como una estética posible, sigue teniendo un valor. Las máquinas hacen cosas increíbles, pero nosotros también. Por otra parte, Occidente desde hace unos años se ha fijado en el sashiko y hoy podría decirse que está de moda. Creo que esto tiene que ver con el movimiento de lo sustentable.”

Sashiko, pasión y vocación

Aunque cultiva un arte típicamente japonés como el sashiko, Alma Estrella no es japonesa ni descendiente de japoneses. Sus antepasados son inmigrantes europeos. “Mi vinculación con la cultura japonesa es afectiva, afirma. Mi  amor por ella comenzó cuando era chica a través de la alimentación porque aprendí macrobiótica que es japonesa.”

“Luego –añade-  me fue llegando esa cultura por todos lados, porque practiqué shodō, origami, danza butō. Cuando me encontré con el sashiko, hace  poco más de siete años, vi una imagen y quedé fascinada, la copié  y no frené nunca más. Bordo todos los días. Me di cuenta de que a través de esa práctica podía integrar muchos intereses, que tengo desde hace mucho y que tienen que ver con la filosofía, la espiritualidad y muchas cosas  que se  unen en el trabajo artístico con el sashiko.”

Foto: Manuel Iniesta

La artista trabaja básicamente con textiles planos que pueden ser enmarcados, pero también con vestimenta y vestuario. “Por una conexión que tuve con descendientes de japoneses que viven en Brasil que diseñan vestuario e indumentaria –explica-, colaboré en alguna colección, ilustrando algún kimono que luego serigrafiamos. Fueron varias las experiencias de ese tipo que me hicieron tomarle el gusto a hacer indumentaria o vestuario cuando realizo performances. En las performances es el propio cuerpo del artista es el que lleva la obra, el que la soporta. Eso es algo más contemporáneo

En cuanto a los patrones que sigue esta costura artística, “el tema es infinito, inabarcable, lo que lo hace súper atractivo. Hay patrones que son clásicos y que preexisten al sashiko. Algunos de ellos provienen de China, de culturas menos jóvenes y son reversionados en Japón. La cuestión de los diseños es transnacional, pero Japón los estilizó, los volvió propios, les puso un nombre, les dio significados. Como artista, me interesa desarrollar nuevos paterns. Me pregunto si debemos restringirnos a los patrones tradicionales o podemos seguir creando nuevos desde el aprendizaje de culturas que tienen un alto desarrollo, a distancia y con nuestra propia realidad. Me gusta ver qué puedo recrear, qué puedo reinventar desde mi lugar. Mi proyecto no es rescatar la tradición por la que tengo un respeto enorme y siempre me maravilla, sino ir hacia adelante.”

 “Lo que deseo –concluye-  es encontrar una memoria singular y emotiva en estos trabajos. Esa singularidad es también hacerme cargo de que no soy japonesa, vivo aquí, en esta época, no tengo ascendencia japonesa. Todos estos elementos generan una distancia que me permite mayor libertad. No estoy sujeta a un guión. Estamos en un momento de archivos abiertos que es una gran oportunidad para dialogar con ese pasado inmenso y distante de Oriente que por el acceso a las tecnologías se vuelve más próximo”.

La muestra puede verse en el Museo Nacional de Arte Oriental, Viamonte 525, 2º piso, CABA, (Centro Cultural Borges), de miércoles a domingo de 14 a 20. El domingo 5 de noviembre, el día de cierre de la muestra, a las 18, habrá una performance.

Además, el domingo 15, el sábado 21 y el domingo 29 de octubre, se realizarán visitas guiadas con la artista. 

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