Aimar en el cielo de Valencia

Por: Roberto Parrottino

A comienzos de siglo, el cordobés comandó un equipo que logró lo imposible: superar a Barcelona y Real Madrid. Venerado por Messi, Maradona y Bielsa, el enganche surgido de River era el jugador del momento.

Diego Maradona afirma que es el único futbolista del mundo por el que pagaría una entrada. “Aimar -dice- se divierte jugando, como yo. Es mi digno sucesor”. Es octubre de 2002. Pablo Aimar acaba de ganar la Liga con Valencia. La última vez que Valencia había ganado el torneo había sido en 1971. Aimar está a días de cumplir apenas 23 años. Es su primera temporada en Europa después de River. Viene de jugar el Mundial de Corea-Japón. “Pablito es el jugador de Marcelo”, comenta en off Luis Bonini, preparador físico de Bielsa en la Selección. En España, César Luis Menotti dice que el juego de Aimar le remite al del danés Michael Laudrup. Su juego: gambeta, cambio de ritmo eléctrico, fino, asociativo, pase, pausa y pisada. “Es el toque de creatividad que le faltaba al equipo cerca del balcón del área”, agrega Mario Alberto Kempes, campeón del mundo con la Selección en 1978 e ídolo de Valencia.

Pablo César Aimar -César, por Menotti- jugó cinco temporadas y media en Valencia, hasta 2006. Fueron, acaso, sus mejores años como futbolista. “Con una camiseta que le quedaba excesivamente ancha, hasta el punto de parecer un crío perdido en una batalla de adultos, saltaba por primera vez al césped de Mestalla”, escribe Jorge Giner en la revista Panenka acerca de su debut, el 14 de febrero de 2001, ante Manchester United por Champions League. “Pidiéndola, buscándola, apareciendo entre líneas y, sobre todo, disfrutando. Parecía que llevara años vestido de blanquinegro y no apenas unos minutos”. Primero fue dirigido por el argentino Héctor Cúper, después por el español Rafa Benítez y, más tarde, por el italiano Claudio Ranieri, técnicos de fútbol defensivo. Aimar, igual, ganó la Liga 2001/02 y 2003/04, la Copa UEFA 2003/04 y la Supercopa de Europa 2004. En Valencia compartió plantel con los argentinos Roberto Ayala, Mauricio Pellegrino y Cristian “Kily” González.

“Cuando llegó era muy joven -recuerda ahora Pellegrino, flamante entrenador de Vélez-. Hizo un gran esfuerzo para adaptarse al equipo, y se adaptó a esa posición de mediapunta. Era un fútbol diferente, pero Pablo era un jugador de talento e inteligencia. Supuso una adaptación, pero también un cambio cualitativo en su manera de jugar. Si bien el Valencia no era un equipo de manejo y dominio, se adaptó bien y siempre nos dio esa cuota de talento que necesitábamos en los grandes partidos”.

De vuelta en 2002. De pronto, un argentino sale al aire en Barça TV, el canal del club catalán. Tiene 15 años. Se llama Lionel Messi. “Tengo un poco el estilo de Aimar -se presenta-, porque jugamos más o menos en la misma posición. Antes de recibir la pelota ya sabe qué hacer. Y mete unas bochas…”. Si Aimar usaba los botines Puma Maradona en su adolescencia porque su ídolo era Diego, Messi se refugia en las jugadas de Aimar en el desarraigo de Barcelona. Espejos. Influencias. Aimar le devuelve la pared: “Hay muy buenos futbolistas jóvenes, pero ninguno de sus características. Tiene cosas de crack, de futbolista sin techo. Ojalá que las aproveche”.

En Valencia, Aimar se expande no sólo como jugador de fútbol. Levita no sólo en la cancha. Desdramatiza el fútbol: “¿Presión? Yo disfruto jugando. La presión es la de los padres que no llegan a fin de mes”. Lee al escritor Paul Auster (La noche del oráculo), escucha las letras de Joaquín Sabina, mira la película Diarios de motocicleta, sobre el viaje por América latina que convirtió a Ernesto Guevara en el Che (a los valencianos les dicen che). Nacen dos de sus hijos. Se curte de las críticas que le señalan su “cuerpo de cristal” por las reiteradas lesiones. Aprende a conducir menos con la pelota, a jugar a un toque. En charlas con el periodista Cayetano Ros, que cubre a Valencia en el diario El País, devela el perfil reservado y sensible, su filosofía: “Ni me tiro a las vías cuando las cosas van mal ni me subo a una nube cuando van bien”.

-¿El miedo es inevitable ante los partidos grandes? -le pregunta Ros.

-No es miedo, es ansiedad -responde Aimar.

“Es recordado como uno de los grandes jugadores extranjeros en la historia del valencianismo -sostiene Pellegrino, ex defensor central, compañero argentino en Valencia-. Pablo es humilde, sabio, muy de su tierra, de Río Cuarto. Tenía esa mezcla de persona atrevida en el campo y extrovertida afuera. Y como entrenador, en esta nueva etapa, ya se ve su capacidad de conducción y de mirar un poquito más allá, en la educación de nuestros jóvenes, y eso nos reconforta a todos como argentinos”.

En 2018, Aimar volvió a Valencia como integrante del cuerpo técnico de la Selección Argentina Sub 20, que jugaba el torneo de L’Alcudia. “Las noches de Champions en Mestalla son inolvidables”, dijo, mientras recorría la ciudad deportiva de Paterna. “Fue muchísimo lo que conseguimos, teniendo en cuenta que competimos con Real Madrid y Barcelona, los gigantes de España, durante cinco, seis años”. Valencia no volvió a ganar una Liga ni una copa internacional. Aimar es hoy uno de los ayudantes de campo de Lionel Scaloni en la Selección mayor y, a la vez, DT de la Sub 17. Y dice, en tiempos de coronavirus: “Ojalá que este momento que atraviesa el mundo sirva para entender que hay personas fundamentales en una sociedad. Los médicos, los enfermeros, la gente de la salud, y no los jugadores o los periodistas”.

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