La Selección Sub 23, que desnudó el conflicto entre la Superliga y la AFA por el "doble comando", se consagró en el Preolímpico de Colombia y parece marcar el camino. El triunfo empodera a Tapia y a los clubes.
La noche de Bucaramanga, como toda la ruta del Preolímpico, devolvió imágenes que parecían olvidadas, las del orgullo por una Selección juvenil argentina. Todavía quedan demasiado lejos las fotos del ciclo de José Pekerman y su eco en la continuidad de Hugo Tocalli. Pero el trabajo de Batista es un primer paso después de un año, 2019, que había entregado sabores amargos en los Mundiales Sub 17 de Brasil y Sub 20 de Polonia. Todo fue una apuesta de Tapia: que Diego Placente y Pablo Aimar, dos jugadores factoría Pekerman, se hagan cargo de la Sub 15 y Sub 17, y que Batista, con experiencia en equipos juveniles, tomara las Sub 20 y la Sub 23. Hasta diciembre, Hermes Desio era el coordinador. Incluía ese armado a Lionel Scaloni en la Selección mayor. Pero lo que al principio llegó a proponerse hasta en un master plan con mirada largoplacista se hizo a los golpes, por espasmos, incluso la designación de César Luis Menotti como una suerte de manager.
Más allá de los tropezones en Brasil y Polonia no puede decirse que a Tapia el movimiento le haya salido mal. Puede mostrar un trabajo y un camino, como lo marcó Batista en la conferencia de prensa posterior al triunfo contra Colombia. No sólo en las juveniles, también en la mayor se recuperó una senda de orden y progreso. Y Scaloni, sin experiencia como entrenador, ahora muestra algo más de espalda, apoyado en la simpatía que despierta en Messi.
Por eso Tapia, en un revival grondonista, sacó la cuchilla para que nada afectara a esas selecciones, las que quiere ver como su obra. Fue el colmo que la Superliga le ordenara un calendario en enero que pusiera en riesgo la cesión de jugadores para el Preolímpico. Ya sabía que Batista no contaría con varios futbolistas del exterior. Pero después de algunos amagues, como la amenaza de San Lorenzo de no ceder a Adolfo Gaich y Marcelo Herrera, pudo armar una selección con jugadores del fútbol local, salvo por Nehuén Pérez, del Atlético de Madrid, cedido al Famalicão de Portugal, y Valentín Castellanos, que juega en el New York City FC, en la MLS. La Superliga no modificó la agenda, pero los jugadores que tenían que estar estuvieron.
La Sub 23 fue una Selección fundacional para el poder de Tapia, que aceleró en su construcción interna durante los días finales de Gerardo Martino, cuando los clubes le negaban jugadores para Río 2016 y la AFA no le pagaba el sueldo. Fue el limbo entre el 38-38, la huida de Luis Segura y la aparición del Comité Normalizador. Tapia vio luz y se acercó a Martino, lo contuvo, ofreció su ayuda. Martino siempre lo valoró. Tapia también tejió en ese tiempo su vínculo con Messi, que seguía en posición de renuncia tras la Copa América en Estados Unidos.
Con mandato hasta marzo de 2021, en la búsqueda de su reelección, Tapia quiere no sólo el control de las selecciones, también el de los torneos. Diciembre le entregó un aliado en esa empresa. Ameal, ahora presidente de Boca, es uno de los que apoya terminar con la Superliga. Pero también quiere recuperar la silla de Daniel Angelici en la vicepresidencia de AFA. Roberto Digón es el hombre de Boca para representar al club en esa casa, donde esperan que Angelici renuncie en marzo, tal como lo hizo con el cargo que mantenía en la FIFA. El esperable fallo adverso del TAS sobre la final de la Copa Libertadores 2018 aceleró esos tiempos. La resolución fue un cachetazo para Angelici, que resolvió un juicio por el que Boca tendrá que afrontar un tercio de los gastos después de haber aceptado jugar en Madrid. Las preocupaciones del empresario binguero, de todos modos, pasan por otras causas judiciales, más relacionadas a la política nacional que a las internas de Boca.
También para Tapia hay otros asuntos urgentes, como revertir la decisión del gobierno de suspender la prórroga del decreto 1212/03 con beneficios en las contribuciones nacionales. Mauricio Macri había avanzado en su derogación, pero luego se frenó en medio de negociaciones. Ahora el gobierno de Alberto Fernández, a través de la Afip, reglamentó la medida de Macri. En la AFA no lo esperaban, lo que generó el rechazo de los clubes. Por esto, en las últimas horas, hay una alianza táctica con la Superliga. Espalda con espalda. Como señal política, además, todo el fútbol argentino había repudiado la designación de Macri en la Fundación FIFA. No era moneda de cambio, fueron guiños. Guiños no correspondidos.
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