La Superliga, el torneo de élite en el que menos tiempo se juega al fútbol

Por: Roberto Parrottino

El promedio por partido del campeonato que termina hoy fue de 51,35 minutos, más bajo que en Alemania, Italia, Inglaterra y España. Las razones de esta tendencia.

En el fútbol argentino cada vez se juega menos. Y no es un latiguillo: en los partidos de la Superliga que termina se jugó menos tiempo neto (51 minutos y 35 segundos) que en comparación con la anterior (52). Y en relación a las principales ligas del mundo, Argentina queda lejos: la Bundesliga alemana lidera la estadística con 55,7 minutos por partido, por delante de la Serie A italiana (55,6) y la Premier League inglesa (54,6). Las protestas al árbitro, las demoras en la reanudación, las simulaciones, el miedo a perder incluso después de sacar ventaja y los estilos alejados de la posesión de la pelota aparecen como las primeras causas de por qué se juega cada vez menos en Argentina. En los partidos en que el local pierde de manera ajustada, además, se juega más tiempo que en los que lleva la ventaja. No son faltas, cambios y goles, incidencias en las que se pierde tiempo neto de juego. Aunque «los partidos duran 90 minutos», como dice una frase hecha, la International Board, encargada de las reglas del fútbol, estudia un proyecto para que los partidos duren 60 minutos netos, divididos en dos tiempos de 30. En Argentina, mientras, ya parecen durar mucho menos: casi el 40% de un partido se va sin que la pelota ruede.

Newell’s-Rosario Central, el clásico más desbocado del fútbol argentino, un culto de la picardía y el folklore, fue el partido (0-0) en el que menos se jugó en el torneo: 36,5 minutos de tiempo efectivo de juego, el más bajo. Así lo registra Superliga Innova, una organización que provee a los clubes de datos profundos que surgen después de cada fecha. «Lo que tengo muy claro, porque me ha tocado jugar en otra liga, es que la fricción y el roce que hay en el fútbol argentino difícilmente se vea en otro lado –dice Matías Caruzzo, capitán de Rosario Central en el clásico–. Quizás en otras ligas se ve otro juego mucho más dinámico porque hay espacios y porque se plantean diferente los partidos. O las presiones son distintas. En la presión está casi todo: el hecho de perder un partido, de no cargar con ese peso post partido, como en el caso de Newell’s-Central».

En la primera fecha de la Superliga jugaron Huracán-River en Parque Patricios. El Pity Martínez pateó un penal muy por encima del travesaño: 0-0. Ese partido es el tercero con menos tiempo neto de juego (41 minutos). Más allá de estilos, hubo cráteres ese día en el césped. Huracán recibió una sanción económica por el estado de la cancha. En Argentina, en jugar a no jugar, no sólo interviene la dinámica del juego. En tres de los cinco partidos en los que menos se jugó en la Superliga aparece Huracán: ante Vélez, River y Racing, rivales de más posesión y ofensivos. Los neutralizó. Pero fueron dos empates y una derrota. «Una hipótesis es que se juega cada vez peor, con planteos más timoratos, en un fútbol cada vez más desigual. Son pocos los técnicos y dirigentes que aceptan que defenderse contra River o Boca significa comerse de a tres goles», dice Pablo Alabarces, sociólogo, atento al juego y sus resonancias exteriores.

Defensa y Justicia, también menos poderoso en la previa a la mayoría de los equipos de la Superliga, tuvo un equipo con una idea de tenencia y ataque, como el Racing campeón. Defensa y Justicia es el único equipo que aparece en dos de los cinco partidos con más tiempo neto de juego en la Superliga: ante Colón (61,7 minutos), el primero, y ante Belgrano, el tercero (61,5), ambos de local. «Eso tiene que ver con la posesión, con iniciar desde abajo, con la recuperación rápida tras la pérdida de la pelota, con no ser verticales, sino con ir de un lado a otro hasta encontrar el espacio o el desequilibrio individual», dice Nicolás Diez, ayudante de campo de Sebastián Beccacece en Defensa.

Matías De Cicco es psiquiatra y entrenador de fútbol. Dirigió a Lugano en la D, última categoría del fútbol argentino. Y escribió un proyecto vinculado a la formación mental del futbolista. Entrenar la cabeza. «La presión puede alterar la forma de desprenderse de la pelota, pero presión sufren todos –dice De Cicco–. La razón se basa en la idea de juego. Defensa demostró que el estilo influye. Tenencia, creación, recuperar rápido, no interferir en el juego cortando con faltas. Esa manera es distintiva, no abunda en otros equipos. En Argentina un equipo hace diez pases seguidos y enseguida dicen: ‘Juega como el Barcelona’. Y no. Dio diez pases seguidos, está intentando jugar».

La calidad técnica de los futbolistas es otra variable. No por nada la Bundesliga lidera en tiempo neto de juego entre las principales ligas del mundo. La Federación Alemana les exige academias a los clubes con entrenadores full time desde las categorías Sub 9 a Sub 19, canchas de primer nivel, departamento médico calificado, interrelación con los colegios de la zona y destinar un porcentaje de dinero a un fondo común que equilibra las finanzas de las 40 escuelas de élite de fútbol, divididas por regiones, en un radio de 25 kilómetros desde cualquier punto del país. «En Argentina –dice el sociólogo futbolero Alabarces– los jugadores parecen formarse menos y peor, pero especialmente no maduran como es debido antes de llegar a la Primera. Eso redunda en muchos problemas, y sospecho que también en el tiempo neto de juego: para jugar hay que tenerla, pasarla, usarla, y no pegar, ni a la pelota ni al adversario. Eso está relacionado a la pérdida de capacidades técnicas antes dadas por hechas».

En el Mundial de Rusia 2018, según un análisis del sitio especializado FiveThirtyEight en base a los primeros 32 partidos, un partido promedio, con el tiempo extra incluido, duró 97 minutos. La pelota estuvo en juego sólo durante 55. El fútbol cayó en un pozo profundo. De ahí que la FIFA busque mover la estructura, además del interés comercial. Porque no es lo mismo vender un paquete cerrado con moño que una caja de sorpresas como un partido de fútbol.

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