A 30 años de «El extraño mundo de Jack»: la fábula de seres sombríos que celebra la diversidad

Por: Adrián Melo

"El extraño mundo de Jack" es mucho más que un film notable. A 30 años de su estreno, sigue expresando una reivindicación de las diferencias y la ternura.

Hoy se puede decir de El extraño mundo de Jack (Henry Selick, 1993) algo similar a lo que escribió Leonard Woolf muchos años después del debut cinematográfico de La novia de Frankenstein (James Whale, 1935): “Haber visto esta película de niño o adolescente en 1993, cuando se estrenó es uno de los privilegios de no ser joven”. En efecto, la historia de la pasión insensata del rey de Halloween, Jack Skellington, por las fiestas de Navidad, alegró, cautivó y le dio voz a una generación de niñeces y juventudes darks, góticas, nerds, solitarias y rebeldes, creció hasta convertirse en una marca de identidad epocal y devino mito central para subculturas juveniles antisistema.

En términos de historia del cine, Pesadilla antes de navidad (The Nightmare Before Christmas), tal su título original, fue la primera película animada y musical creada totalmente en stop motion, la pionera y la más popular de las ficciones que dieron cuenta de que el cine infantil podía trascender el mundo rosado y nobiliario de Disney y rezumar a su vez arte, belleza y denuncia social. Con la mencionada La novia de Frankenstein, comparte la apelación a la estética gótica, la empatía con los seres sombríos (que suelen encubrir una inmensa capacidad de ternura) y la reivindicación de los monstruos como analogía del encuentro festivo con la diferencia y la marginalidad. En la Argentina, fue estrenada en pleno auge del menemismo,  lo que supuso un aire fresco a su hegemonía cultural.

Paradojalmente, la que para gran parte de la crítica es la obra cumbre de Tim Burton, no fue dirigida por él sino por Henry Selick (quien luego dirigió otros clásicos del cine de animación como Jim y el durazno gigante en 1996 y Coraline y la puerta secreta en 2009).  Por su parte, Burton estuvo a cargo del argumento y de la producción. Por eso, el espíritu -y los tópicos de la obra burtoniana- animan toda la ficción: las paradojas entre las luces y la sombras, la navidad, el mito de Frankenstein, Halloween, las criaturas de Ray Harryhausen, la belleza de los mundos disfuncionales, entre otros.

Jack y todo su carisma.

La idea original se le ocurrió al genial Burton a principios de los ’80, mientras contemplaba las vidrieras de una tienda que suplantaban las mercaderías de Halloween por las de la Navidad. Por un breve período de tiempo las calabazas, los esqueletos y las brujas convivieron con regalos, luces de colores, árboles navideños y Papá Noel. A partir de esa imagen escribió un breve poema que mezclaba esos dos mundos aparentemente antinómicos. Para aunarlos sumó a Jack, un personaje que había tenido una aparición secundaria en Regreso a Oz (Murch, 1985), la secuela de El mago de Oz (Fleming, 1939).

Esa poesía de tres páginas fue el punto de partida de la historia de Jack Skellington, el Rey de las Calabazas de la ciudad de Halloween, que en plena crisis existencial y harto de organizar cada año la tenebrosa festividad de Halloween (“cansado del miedo, del terror, de atemorizar, / cansado de ser algo que se mueve en la oscuridad”), descubre por azar la puerta de acceso a la ciudad de Navidad y cae bajo la seducción de su espíritu jovial. Entonces, “el Rey del Mal y de la Oscuridad” convence a sus súbditos de organizar la próxima celebración navideña. Para eso pone en marcha un plan que incluye el secuestro de Papa Noel y el reemplazo del legendario anciano por él mismo munido de un trineo espectral y dispuesto a repartir regalos bastante particulares en la tradicional festividad cristiana. Los resultados son catastróficos y dan triste cuenta de que, en demasiadas ocasiones, los sueños más hermosos y desmesurados, se disuelven al primer contacto con la realidad.

Con sus extremidades de alfiler, su rostro de forma de calabaza dotado de una expresiva mirada que no precisa de ojos (tiene tan solo dos agujeros negros), su aspecto semejante a un espantapájaros o un esqueleto animado y la fiel compañía de Zero, su perro fantasmagórico, Jake Skellington se erigió en la más perfecta materialización del héroe (o antihéroe) paradigmático burtoniano: un idealista de corazón puro y dotado de buenas intenciones, pero encerrado en una identidad que la mayoría rechaza o caracteriza como monstruosa o peligrosa. Si el arte es, ante todo, metáfora, elipsis, idealización, con sus formas abstractas Jack es la cumbre del arte burtoniano y parece condensar la mayoría de los personajes de su cinematografía.  A su vez, su perro Zero tiene reminiscencias a Frankenweenie y todos los canes leales de la vida…  Con la adorable Sally evoca a las fieles enamoradas de los monstruos al estilo de Kim Boggs o Victoria Winters…  Como su Gatubela -y quizás como todos los humanos intrínsecamente vulnerables- Sally está hecha a base de costuras, de cosidos con nudos flojos hechos por sí mismas y por el doctor Finklestein (una de las tantas referencias a Frankenstein). Su fragilidad encuentra su máxima expresión en su anatomía parcheada y es la única capaz de comprender y amar a Jake.

Aquellas humanidades sin prejuicios que vieron esta maravilla del séptimo arte en pantalla grande en 1993 -o más tarde en otros formatos- festejan particularmente su cumpleaños treinta y cantan This is Halloween como himno subversivo. «

La mirada de Tim Burton cambió el cine para siempre.




El extraño mundo de Jack

Dirección: Henry Selick. Guión: Tim Burton. Música: Danny Elfman. Montaje: Stan Webb. Estreno: 29 de octubre de 1993.

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