El éxito de “Ford vs. Ferrari” puso nuevamente en primera línea a los films que apuestan a la épica de las carreras. Más reales o más fantasiosas, la adrenalina de las competencias con el acelerador a fondo sigue conquistando multitudes.
Un clásico del cine popular en buena parte porque tenía como protagonista a Steve McQueen (¿sabrán les chiques de dónde viene el nombre del héroe de la saga animada Cars?), que como tal muestra muy bien las ideas y costumbres (incluidas las amorosas) de época pero no trasciende su espacio tiempo. Entretenimiento asegurado para los amantes de autos y pilotos, poca atracción para los que buscan algo más relacionado con la lucha empresarial. Su historia: un piloto americano (McQueen) vuelve a Francia tres años después de haber quedado fuera de las carreras por un accidente. Entre sus dudas y temores, se enamora de la mujer que fue pareja de uno de los pilotos que murió en el mismo accidente que participó McQueen.
Tucker: Un hombre y su sueño (1988)
Una perlita de Francis Coppola, no siempre recordada. Su propio homenaje al capitalismo que le permitió cumplir sus sueños de creación libre y soberana (léase La conversación, El Padrino I y II), y que el cambio de modelo en el capitalismo le valió enormes frustraciones, pérdidas millonarias y, lo peor, la condena que siempre quiso evitar: quedar a merced de la voluntad de los grandes estudios, siempre más solícitos a lo que dé más rédito antes que a la creación artística. Su historia es sencilla: en 1948, Preston Tucker está obsesionado con la idea de crear Tucker Torpedo, un auto revolucionario para su época: de gran reacción, veloz, aerodinámico y con un diseño que se adelante al futuro, pese a que General Motors, Chrysler y Ford se unieron en su contra. Un fracaso comercial total que introdujo un montón de características de los autos de décadas posteriores. Sin dudas Coppola vio en la historia de Tucker una emulación de la suya con Apocalypses Now.
Rush: pasión y gloria (2013)
Una que también tiene su origen en un hecho real, también ficcionado. Y lo bien que hace. Porque representó una de las últimas grandes batallas entre pilotos que los nacidos y criados en el fin de la era analógica recuerdan con añoranza. Se trata de la temporada de Fórmula 1 de 1976, cuando Niki Lauda (Ferrari) sufre un tremendo accidente que lo deja fuera de las pistas durante varias carreras, y permite a James Hunt (Mclaren) ponérsele a tiro en la pelea por el título. Hunt ya venía en ascenso y mostrando su talento, pero Lauda estaba demasiado lejos para darle alcance, y además contaba con una Ferrari. De ese espectacular accidente del que pocos suponían que podía volver, Lauda volvió y dio batalla hasta el final. La lucha entre el joven británico Hunt y el metódico e igual de talentoso austríaco Lauda. Una de esas grandes batallas de la que la película consigue rescatar su espíritu.
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