En su flamante libro, la nutricionista critica el actual paradigma hegemónico en la medicina. Y apunta a un cambio en la formación de las y los profesionales. Cómo influye la industria de la alimentación.
En su nuevo libro, Lavia coloca en palabras por primera vez el maltrato que sufrió en la escuela. Cuando ni bullying ni gordofobia estaban en el vocabulario. Mucho más tarde, entendió aquello que le había pasado y quiso revistar también su forma de ser nutricionista. “Es muy fuerte preguntarse ‘¿cuántos índices de masa corporal calculé, cuántas violencias ejercí, a cuántas personas les dije cuántos kilos tenía que bajar porque lo decían las tablas?’. Así como me pasa a mí, hay un montón de colegas a quienes les pasa. Lo hemos hecho con la mejor de las intenciones, creyendo que eso era salud. Porque nos formamos así. No teníamos esta idea de cuestionar lo aprendido. Creo que los feminismos llegan a eso, a empezar a cuestionar todo. Estuve muy enojada conmigo mucho tiempo. Después me amigué con el hecho de no resistir un archivo”. Y apunta a un cambio que comience desde la etapa de formación de los y las profesionales de la salud.
–¿Qué es la gordofobia y por qué debería preocuparnos que exista?
–La palabra gordofobia tal vez está mal planteada como tal. Porque cuando hablamos de una fobia hablamos de una cierta condición psicológica, y en realidad lo que sucede es una condición sociocultural: este rechazo y esta discriminación y opresión a todos los cuerpos que se salen de los cuerpos normados, principalmente porque son gordos. Hay estereotipos y se prejuzga a este tipo de cuerpos, por ejemplo asegurando que están enfermos, que son cuerpos vagos, sedentarios o que tienen una mala alimentación. Por eso al concepto de gordofobia, que ya conocemos, hay que sumar la palabra gordo-odio.
–¿Es un tipo de estigmatización que está en aumento? ¿O existió siempre pero ahora se nombra?
–Vivimos en una sociedad y una cultura pesocentrista. Está más visibilizado el tema y por eso somos más conscientes. El mapa de la discriminación del Inadi ubica la gordura dentro de los tipos de discriminación más frecuentes en nuestro país. No sabemos si está en aumento o, como empezamos a visibilizarlo, dejamos de naturalizarlo. Hace cinco años, no mucho más, no estaba tan claro qué era la gordofobia y cómo era la discriminación y la violencia, incluso de parte de profesionales de la salud, donde me incluyo: durante mucho tiempo ejercí con la idea de que bajar de peso era saludable y que ese era el lineamiento general. Hay estudios internacionales que nos ubican como uno de los países con más casos de trastornos alimentarios, como una consecuencia visible de esta obsesión que tenemos por la delgadez. Y esto recae especialmente sobre las feminidades.
–Hay una tendencia a la alimentación natural, el no a los ultraprocesados: ¿Se cuestiona el tipo de alimentación impuesto por la industria pero no la mirada hegemónica sobre los cuerpos?
–Siento que estamos en una transición y siempre los cambios de paradigma cuestan. Es como el lenguaje inclusivo: en unos años nos vamos a reír de la discusión por la ‘e’. Hoy entendemos que esas incomodidades tienen que existir para que algo se mueva. Como profesional de la salud no puedo dejar de ver el daño sobre la salud integral que tiene todo esto. El famoso ‘te lo digo por tu salud’, que en realidad te está alejando de la salud cuando te exige un cuerpo que no es el tuyo. En el libro dedico un capítulo a la industrialización de la alimentación y este mensaje que veo mucho en la población infantil: a las niñeses que son flacas no se les cuestiona si comen golosinas todo el tiempo. Pero hay un montón de niñeses que porque tienen un cuerpo gordo se les niega un alfajor. Hay que tener mucho cuidado en relación al límite con el trastorno de la ortorexia (la obsesión por la comida ‘sana’): si jamás toco una porción de torta en un cumpleaños, ¿es saludable? Cuando pienso en la salud integral, en cuidar la salud física, emocional y social, hay algo que se desarticula ahí. Basta de analizar todo con la balanza. Si estoy toda la vida haciendo dieta, rechazando el cuerpo que tengo, va a ser muy difícil que pueda tener un equilibrio de salud.
Aquel marzo de 2020 lleno de incertidumbre en el que la sociedad lidiaba con un aislamiento obligatorio por el Covid–19 puso en primer plano, según Jesica Lavia, la gordofobia reinante en Argentina. “Estábamos ante un virus mortal, no sabíamos qué pasaría, no había vacunas. Enfrentábamos eso y de pronto el mensaje era ‘miren si engordamos’. Con memes y chistes quedó expuesta esa gordofobia que tenemos naturalizada. Celebré que se pusiera sobre la mesa un tema del que se hablaba poco. El activismo de la diversidad corporal cobró fuerza en redes y muchos colegas empezaron a hacer el clic”. Antes, como nutricionista, se sentía “muy sola”. A partir del trabajo para el segundo libro, lo confirmó: “No están todas las respuestas, falta mucho camino, pero es por acá”.
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