Protestar y dormir la siesta

Por: Vanina Escales

Qué pasaría si le sacamos el cuerpo al capitalismo por un rato y descansamos, si hacemos algo absolutamente improductivo. The Nap Ministry examina el poder liberador de las siestas: “Creemos que el descanso es una forma de resistencia y reparación”.

Duró más que un relámpago y menos que el otoño, pero en su corta vida activa la Fundación de Alergia al Trabajo Regional Argentina consiguió hacerse un espacio en el calendario de rememoraciones. El 2 de mayo de 1995 fue la primera y última manifestación del Día Internacional del Ocio en la Argentina. Marcharon con haraganería cien metros. ¿Qué era todo eso? Una puesta en escena del descontento en ese mayo con un pico de 18,4% de desempleo, a menos de dos semanas de la reelección de Menem y la estocada final de la flexibilización de la vida. La idea de que el trabajo dignifica parece una fábula moral ideada por gente rica, que conoce del trabajo la cara de la plusvalía. Los muchachos detrás de la manifestación -Osvaldo Baigorria, Cutral Gioiosa, Christian Jesús Ferrer, Guido Indij- eslabonaron su acción en una serie política de inspiración situacionista.

El pensamiento sobre el derecho al ocio, al descanso, a la acción contemplativa, no es nuevo y para dar un rápido recorrido recomiendo el ya clásico de Osvaldo Baigorria Con el sudor de tu frente. Argumentos para la sociedad del ocio -es una compilación exclusivamente masculina. 

Si la revuelta de Haymarket marcó el camino de la lucha por las 8 horas de trabajo, qué pasó desde 1886 en adelante. Qué hacemos que no estamos casi 140 años después trabajando 4 y, en cambio, tenemos doble y triple jornada laboral. Tomo con mucha seriedad la consigna de trabajar menos horas para trabajar todes, el planteo de la semana laboral de cuatro días y las propuestas de ingresos universales e ingresos por cuidados. Para querernos desendeudadas necesitamos ingresos dignos y una política habitacional seria. Si nos ponemos de acuerdo, no nos dispersamos. 

Con Marcela Fuentes -Marsha- hablamos muchas veces sobre la vida de militantes, con el cuerpo agotado, y sobre nuestras vidas en la sociedad de la extenuación. En una conversación Marsha decía que en Latinoamérica nos enamoramos de la manifestación en el espacio público. Cómo no hacerlo, “…es hermosa / la conciencia por un rato / qué vicio la realidad, qué belleza / protestar…”, escribe Marina Mariasch. Pero qué pasa cuando la protesta tal como la conocemos no es una posibilidad, cuando la manifestación es capacitista por su despliegue, cuando la amenaza de represión es tangible, cuando es necesario cuidar a niñes al mismo tiempo. ¿Todes podemos participar de una manifestación? Cómo hacemos para decir no -protestar- desde la fragilidad, sin que nos sintamos reclamadas por las demandas de heroísmo. 

A través de Marsha conocí The Nap Ministry, un movimiento de mujeres negras originado en Estados Unidos, que plantea un retiro del círculo del capital. Hoy, tomar una siesta es “dejar de autoexplotarnos y empezar a diezmar esta subjetividad de que tenemos que ser seres productivos. Entonces, el tema es entender que habitar la improductividad es político”. En otras palabras, ¿y si le sacamos el cuerpo al capitalismo un rato? The Nap Ministry examina el poder liberador de las siestas: “Creemos que el descanso es una forma de resistencia y reparación”. Porque desde que nacemos nos dicen que nuestro valor está dado por lo que somos capaces de producir, por obra de nuestro trabajo. Y la verdad, no solo nos han mentido sino que merecemos un descanso.

Descansar y además no estar disponible a demanda, no trabajar para ser influencer de vidas ajenas, ni ocupar cada hora libre con talleres que me hagan “competitiva”, ni sentir culpa por no hacer nada, ni ver la serie de la que todes hablan para entrar en diálogo, no hay nada que demostrar, prefiero estar off line, aunque nunca lo logre. Trabajar, en cambio, como una voluntad entre compañeres para tener mayor bienestar y cuidarnos entre nosotres, trabajar como una forma de la construcción horizontal y la ayuda mutua, según las capacidades de cada quien. Se puso hippie esta columna, pero pienso que nuestra sociabilidad diaria por redes sociales es una forma más de consumo. El scroll se llenó de imposturas, contenidos y ofertas. Preferiría no hacerlo. 

Y se viene el 8 de marzo, la fecha que desde 2017 pusimos en el calendario transnacional para dar inicio a los feminismos de los paros internacionales. Este año será uno más en pandemia, sin asambleas abiertas a la vista, pero con una convocatoria que nos interpela igual. Conquistamos esta fecha para trazar colectivamente un camino común, con reivindicaciones objetivables y utopías que tal vez lleven más tiempo. ¿Marcharemos, haremos huelga en el lugar de trabajo pago o impago? Si marchamos, quiero llevar mi almohada. Si no, quiero descansar, no comprar nada, que ninguna oferta me entre por los ojos, ponerme el piyama y soñar. 

Amiga, si estás cansada y marchamos puedo llevar un cartel con tu nombre, vos quedate a dormir la siesta. Dormir la siesta es un acto político. Protestemos.

Nota publicada originalmente en LatFem y reproducida dentro del marco del acuerdo colaborativo entre este medio y Tiempo Argentino

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