Perfil: el ultra-derechista que quiere «salvar» a Brasil

El discurso racista y homofóbico le rindió frutos a Jair Bolsonaro.

Defensor de la familia tradicional, de Dios y del porte de armas: el diputado ultra-derechista Jair Bolsonaro sobrevivió a una puñalada y a su propia trayectoria gris para vencer con autoridad la primera vuelta de las presidenciales de Brasil. 

A menudo apodado ‘el Donald Trump brasileño’, este excapitán del Ejército, de 63 años, ha impulsado su campaña a través de las redes sociales, con un discurso antisistema en un país en crisis política, económica y de seguridad.  

Bolsonaro se hizo más conocido por su retórica inflamada y sus comentarios de tintes homofóbicos, misóginos y racistas que por su labor de casi tres décadas como diputado, en las que logró hacer aprobar sólo dos proyectos. 

El mes pasado, estuvo a punto de morir cuando un hombre le asestó una puñalada en el abdomen en un mitin en Minas Gerais. 

No pudo retomar la campaña en las calles, pero siguió activo en las redes sociales y aumentó sustancialmente su ventaja en las encuestas sobre su más inmediato perseguidor, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT). 

Pero no lo suficiente para evitar una segunda vuelta, como esperaba.   

Bolsonaro tiene «una trayectoria impresionante, pasó de ser un político del ‘bajo clero’ (diputados que no deciden cuestiones importantes) a lograr ese ascenso», afirma Michael Mohallem, politólogo de la Fundación Getúlio Vargas (FGV). 

Nacido en 1955 en Campinas, cerca de Sao Paulo, en una familia de origen italiano, Bolsonaro ha forjado su carrera principalmente en Rio de Janeiro, donde fue elegido concejal en 1988 y donde obtuvo su primera banca como diputado federal dos años después. 

Católico, tiene cinco hijos de dos matrimonios: cuatro varones -tres de los cuales forman parte de su círculo más próximo- y una niña, que según dijo en una ocasión significó «una debilidad» de sus capacidades. 

En 2003, Bolsonaro le dijo a una diputada de izquierda, que lo acusaba de incentivar las violaciones, que «no merecería ser violada». Más tarde explicó al diario Zero Hora: «No merecería ser violada porque es muy mala, muy fea». 

Cientos de miles de mujeres se manifestaron el 29 de septiembre en varias ciudades, al grito de «Él no».  

En 2016, elogió a un torturador de la dictadura (1964-1985). 

También hicieron correr tinta sus declaraciones homofóbicas. En una entrevista con la revista Playboy, en 2011, dijo que preferiría que sus hijos «muriesen en un accidente» a que sean homosexuales.  

Recientemente afirmó que no aceptaría ningún resultado que no fuese su victoria, aunque después moderó su comentario.  

Sus más ardientes partidarios lo llaman «el mito» y lo ven como un «salvador de la patria». 

En un país saturado por los escándalos de corrupción y con altos índices de violencia y desempleo, su discurso «antisistema» encontró respaldo en las más diversas camadas sociales.  

«Bolsonaro surfea en la crisis y se presenta como un outsider contra ‘todo lo que está ahí’. Hace un amalgama de discurso profamilia, religioso y de combate a la violencia y a la corrupción. Las encuestas demuestran el éxito de esa estrategia», opina el analista político André César, de la consultora Hold. 

Y, sobre todo, por estar postulándose a través de un partido minoritario, el Partido Social Liberal (PSL), al que se afilió este año, consiguió deslindar su imagen de los grandes escándalos.  

Venció además las reticencias de los mercados, anunciando que en caso de victoria nombraría ministro de Hacienda al economista Paulo Guedes, un partidario de las privatizaciones y de medidas de austeridad para sanear las cuentas públicas. 

Y por último conquistó a la poderosa bancada del agronegocio en el Congreso y a los líderes de las iglesias evangélicas, que lo vieron como la mejor alternativa para evitar el retorno de la izquierda.

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