Este domingo se define quien gobernará el país centroamericano los próximos cuatro años. Pese a los intentos de proscripción, Bernardo Arévalo —hijo de un recordado expresidente— aparece con altas chances de encabezar un cambio histórico tras décadas de gobiernos conservadores.
Arévalo se metió en el balotaje sorprendiendo a todo el mundo. Las encuestas lo daban séptimo u octavo y sacó el 11,7% de los votos, cuatro puntos abajo de Sandra Torres, en una elección con una participación del 60% y en la que en primer lugar quedó el voto nulo con más del 17%.
El inesperado terremoto político encendió las alarmas del establishment y al toque se empezaron a vivir las réplicas, en lo que terminó siendo una campaña marcada por constantes zancadillas desde el poder judicial por embarrar la cancha y proscribir a Arévalo.
Apenas media hora después de que se oficializaran los resultados, el fiscal Rafael Curruchiche pidió suspender la personería jurídica del Movimiento Semilla (el partido de Arévalo) y ordenó allanar la sede del órgano electoral. Arévalo lo calificó como “un golpe de Estado técnico” y la maniobra generó una ola de indignación, con fuertes protestas y el repudio de organismos internacionales. A la Corte no le quedó otra que bajarle el copete a Curruchiche, sancionado por Estados Unidos en 2022 por crear casos falsos.
A la operación judicial le siguió una campaña sucia de fake news y demonización contra Arévalo, con el manual de siempre y las ya clásicas acusaciones de “comunista” y “castrochavista”. Desde las iglesias neopentecostales impulsaron visitas casa por casa para alertar del peligro “contra la familia y los valores cristianos”.
Este jueves, a días del balotaje, el cuestionado fiscal Curruchiche dio su último zarpazo anunciando posibles detenciones contra dirigentes de Semilla, vaticinando que la cruzada seguirá si Arévalo gana. Se corona así un proceso electoral que ya venía bastante turbio por la inhabilitación de cuatro candidaturas presidenciales, entre ellas la lidereza indigena Thelma Cabrera.
¿Quién es el “Tío Bernie”?
Así llaman sus seguidores más jóvenes al hijo de Juan José Arévalo, primer presidente electo tras la Revolución de 1944 y luego embajador itinerante de Jacobo Arbenz, con quien se tuvo que exiliar después del golpe auspiciado por la CIA en 1954, que puso fin a esos 10 años de “primavera democrática”. Por eso Bernardo nació en Uruguay y recién se asentó en Guatemala a los 15 años. Estudió sociología, filosofía y antropología social, tiene 64 años y ejerció varios cargos diplomáticos. En 2017 fundó Semilla, un movimiento heredero de las movilizaciones anticorrupción de 2014 y 2015, desde el cual llegó al Congreso.
Aunque algunos medios internacionales lo caracterizan como de izquierda o progresista, tal vez el perfil político que mejor le calce es el de socialdemócrata. Su principal base social está en la juventud urbana y en el movimiento estudiantil, y su caballito de batalla es la lucha contra la corrupción.
Desde que la Comisión Internacional contra la Impunidad (Cicig) de la ONU fuera expulsada en 2019, el Ministerio Público se convirtió en un instrumento para defender presidentes (Jimmy Morales primero, Alejandro Giammattei después) y perseguir opositores. Se profundizó así un proceso de criminalización que derivó en el exilio de unos 40 magistrados y una veintena de periodistas.
“En Guatemala existe un proyecto autoritario encaminado a destruir la democracia”, denunció Human Rights Watch en una visita realizada en abril. En la misma tónica, un informe de la CIDH alertó de “un ejercicio abusivo del poder” y “una infracción sistemática de la independencia del poder judicial”.
La candidata del sistema
Los sondeos previos le dan una amplia ventaja a Arévalo sobre su rival, Sandra Torres, una empresaria que ha venido tomando posturas cada vez más conservadoras y es la exesposa de Álvaro Colom, quien gobernó entre 2008 y 2011. Será su tercera postulación tras perder los balotajes en 2015 y 2019 y lleva de candidato a vice a un pastor evangélico. En 2019 estuvo presa cuatro meses por financiamiento ilícito y no para de elogiar a Nayib Bukele.
En un escenario de hastío y fuerte crisis de legitimidad de la clase política, Arévalo aparece con grandes chances de capitalizar el malestar social y, tal vez, abrir paso —con el legado simbólico de su padre— a una nueva primavera en Guatemala.
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