La ginecóloga fue asesinada a golpes en su casa, en una comunidad chica donde nadie vio nada. La cámara frente a la vivienda no funcionaba. Se sospechó de un médico que se mudó a poco del crimen, pero el juez lo descartó. Las medidas pendientes, a más de mil días.

Entre la madrugada y la mañana del 18 de julio de 2019, alguien entró a la vivienda de la médica. Sin forzar el ingreso. Era la única ginecóloga del lugar, la que se ocupaba de asistir los nacimientos en el distrito. Ese día, tenía programada una cesárea. Su tardanza sorprendió a sus compañeras del hospital, acostumbradas a la puntualidad de Zulma. Ellas dieron aviso a su hijo, Alejandro Jodar: fue quien la encontró ensangrentada en el piso.
Alejandro estuvo entre las personas investigadas. Su ADN se cotejó con el de la escena del crimen y dio negativo. También se detectó la presencia de una mujer. La hipótesis del robo fue descartada, porque no faltaban elementos del valor en la vivienda. En una comunidad chica, Zulma era una médica muy querida y su caso quedó envuelto en el misterio.
Justicia en carreta
“Acá las cosas se hacen como en carreta. Ya son tres años de acumular papeles. Pero no es que la causa está parada, que no hay nada que hacer. Todavía no llegamos a eso”, dice Alejandro desde San Julián, antes de salir a marchar. Entre otras cosas, se aguardan los resultados de una autopsia psicológica realizada a la víctima. Para eso hubo entrevistas a familiares, amigas y compañeras de trabajo de la médica.
A tres años, aún se espera el cotejo de ADN con dos vecinos de la médica. La medida fue pedida por la querella “porque declararon una cosa, después que se habían olvidado que habían escuchado ruidos. Nos llamó mucho la atención. Y por la cercanía”. El joven se queja porque “el sistema penal en Santa Cruz no se modificó nunca, estamos como en la prehistoria con respecto a otros lados. Todo se hace muy lento”. Y lamenta: “Siempre le digo a todo el mundo que nosotros tenemos que jugar a ser investigadores y no lo somos, estamos aprendiendo, es un lío todo esto”.
Una de las pistas que en su momento se investigó, pero fue descartada por la justicia, apuntaba a un médico que trabajaba en el hospital con Zulma. Según se pudo reconstruir, fue una de las primeras personas en llegar a la escena del crimen –convocado por una colega- y hasta sacó fotos, aunque no tenía función formal allí. Ese profesional dejó San Julián a poco del femicidio. Se trasladó primero a Carmen de Patagones y luego a Mendoza. Allí fue localizado para tomarle muestras de ADN, enviadas por correo a Santa Cruz. El resultado dio negativo.
“Tengo un tironeo con el juzgado porque con ese tipo pasaron muchas cosas raras, desde el primer día. Se fue a meter en el lugar del hecho, sacó fotos, las anduvo mostrando. Fueron cosas muy turbias. Logramos en noviembre del año pasado que se le tomara una muestra de ADN, costó un montón. Dio negativo pero tengo muchas dudas con la muestra que se mandó por correo de Mendoza. Para el juez (Ludovico Pío Pala) el ADN negativo lo descarta, pero puede haber otras pruebas”, plantea Alejandro. Las muestras genéticas aparecieron entre la sangre que había en la casa: correspondían a por lo menos dos personas, un hombre y una mujer.
Sólo silencio
Aunque se trató de un hecho violento en una comunidad tranquila, vecinos y vecinas no aportaron datos. Dijeron no haber escuchado nada. Tampoco arrojaron demasiado las cámaras de seguridad de la zona. Era de interés una especialmente, ubicada en la casa de la directora del hospital local, frente a la vivienda de Zulma. Pero según informó la Policía, esa noche esa cámara no funcionaba.
El femicidio de Zulma Malvar sacudió a la comunidad de San Julián. Pero quedó con un misterio irresuelto y del que pocos hablan. “La última convocatoria que hicimos desde la familia, no éramos ni 20”, se queja el hijo. Para este tercer aniversario, desde la ONG Ola de Mujeres organizaron la pintada de un mural –punto de encuentro para la concentración de este lunes- y viajó gente de otras localidades para movilizarse, por iniciativa de ATE.
Zulma Malvar tenía 63 años y muchas amigas. Por su profesión había atendido los partos de gran cantidad de mujeres en el Hospital de San Julián. Su muerte violenta causó conmoción, pero quedó envuelta en el silencio. Tres años después, se siguen buscando respuestas.
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