En el mes que se recuerda la muerte del economista liberal de la "mano invisible del mercado", un repaso de sus ideas en momentos en que la barbarie neoliberal, cuya prédica se nutre en ideas propias del “Viejo Liberalismo”, azota el país.

En este mes de julio se recuerda, en un nuevo aniversario de su deceso, el legado de Adam Smith (1723-1790). Desde ese lugar de memoria, al acercarnos a la obra de este pensador, también es pertinente rememorar algunos acontecimientos que −en el devenir de la Revolución industrial− van a proporcionar contexto y sentido a sus escritos. De esta forma, cabe destacar que dicha “revolución” fue posible debido a la concurrencia de ciertos factores correlacionados y conocidos, pero no siempre destacados. Esto es, que los metales expoliados de América y el comercio de esclavos, constituyeron dos factores estructurales que contribuyeron, de manera decisiva, para que se pudiera acumular moneda; impulsar la actividad manufacturera urbana (a partir de obreros asalariados y nuevas tecnologías); salir del feudalismo; forjar al naciente capitalismo europeo y desenvolver el pensamiento de la Ilustración. En esemarco, la producción intelectual de Smith se conjuga con los trabajos de otros pensadores que, en torno a un núcleo de ideas compartidas −ya la par de la acumulación de capital− habrán de tomar cuerpo en los postulados metodológicos, e ideológicos, del neoliberalismo.
Así, en esa saga, merecen destacarse como hitos representativos tanto la publicación −en la etapa de burguesía mercantil− del “Ensayo sobre el Gobierno Civil” de John Locke (año 1690), como la edición de la investigación de Smith acerca de la “Riqueza de las Naciones” (año 1776, acompañando el nacimiento de la fábrica). A lo que podemos agregar las conclusiones del “Coloquio Walter Lippman” (celebrado en 1938). En ese coloquio participaron, junto con otros, Friedrich Hayek, Alexander Rüstow y Ludwig Mises (asistente al encuentro tiempo después de que caracterizara al fascismo como salvador de la “civilización europea” y de haber brindado su asesoramiento al gobierno austro-fascista de Engelbert Dollfuss).
A partir de una visión optimista ─de armonía y equilibrio en las relaciones sociales─ donde el Gobierno civil se crea con el objeto de proteger la propiedad privada, Smith va a centrar su análisis en la noción de libertad. De tal manera, entendía que al dejar al ser humano en libertad de acción, este guiado por una mano invisible (remedo de aquella “mano ensangrentada” del Macbeth de Shakespeare) no sólo obtendría su propio beneficio sino que, además, promovería el bien común.
En esa misma dirección, quien llegara a ocupar el cargo de Interventor de Aduanas en Escocia, sostuvo que sin la ayuda del Estado y con políticas activas dirigidas a mantener la competencia, los que buscaran privilegios no obtendrían ningún poder, ya que el despliegue de las fuerzas “naturales” se ocuparía de frenar aquellos esfuerzos que no procurasen el bien común. Sin embargo, el desenvolvimiento de ese modelo teórico, ya a mediados del siglo XIX, permitió constatar la tendencia del capitalismo tecno-financiero encaminada a sortear la libre competencia y desplazarse hacia un proceso de concentración económica (derivado de prácticas monopólicas), en términos que no eran concebibles en la fase de iniciáticas empresas de capitales individuales.
Proceso de concentración que se expresa, hoy en Argentina, en “manos visibles” y situaciones donde, a título de ejemplo, el 48% de las exportaciones de granos y subproductos están controladas por cuatro (4) empresas extranjeras; cuatro (4) de los mayores terratenientes tienen entre sus principales accionistas a conglomerados internacionales y fondos de inversión (como Black Rock y Vanguard) y tres (3) corporaciones multinacionales se encuentran entre los primeros puestos en el ranking de empresas mineras de litio. Todo ello, a la vez que el 10 % de la población concentra el 59 % de la riqueza total de Argentina, mientras que el 50 % de los habitantes acumula sólo un 4%, poniéndose así en evidencia un punto de fractura entre el patrón de acumulación de capital y una distribución de ingresos acorde los principios del Estado social y democrático de derechos.
* El autor es Doctor en Derecho (UBA). Profesor Consulto (UBA), en la materia Derecho penal económico. Presidente de la Asociación de Abogadas/os de Buenos Aires (2011-2013).
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