El director francés habla sobre “Misericordia”, su última película, que ya llegó a las salas locales. Una danza de erotismo no concretado y un giro inesperado.

Entre sus películas más destacadas se encuentran El desconocido del lago (2013), un thriller psicológico que explora los deseos ocultos en un contexto de tensión sexual, y Misericordia (2024), su última obra, que por fin llegó a los cines argentinos. Este film se aleja un poco de la intensidad de sus anteriores trabajos al presentar una trama más sutil, centrada en los deseos no cumplidos de un grupo de gente que se reúne en un pueblo tras la muerte del panadero local. Esas tensiones cruzadas terminan generando una inquietante situación policial.
Apoyada, como buena parte de su obra, en una zona campestre y popular, la película deja ver aspectos ocultos de regiones usualmente retratadas como tradicionalistas. “Misericordia está ambientada en la región donde nací y crecí, en el sur de Francia –explica de visita en Buenos Aires–. Desde el principio, he querido crear un mundo que se ajuste a mis deseos, un cine que permita que lo inverosímil ocurra. Esa zona de choque entre lo habitual y lo extraordinario forma parte de mi cine.”
Una de las características de su obra pasa por su fuerte contenido sexual, tanto desde lo gráfico como desde las miradas cargadas de deseo entre sus personajes, usualmente hombres. En ese sentido, Misericordia es más “recatada”, prefiriendo sugerir que exhibir. “Acá trabajé con la idea de un deseo que no se consuma sexualmente –dice–. Quería que personajes y espectadores se quedaran frustrados con esa falta de concreción, pero que el deseo perdurara más allá de la película.”
La construcción de Misericordia, con un personaje revolucionando la vida y despertando el deseo de casi todos los que se cruzan con él, recuerda al clásico Teorema, de Pier Paolo Pasolini. Guiraudie rechaza esa comparación. “Estamos lejos de Teorema –dirá–. Allí, el personaje se relaciona con una familia burguesa y todos terminan en una especie de comunión sexual. En Misericordia, no es así. Es una familia más popular y los personajes no se acuestan entre sí. Mi película no está construida de manera matemática, sino de forma literaria.”
Films suyos previos –entre las que se cuentan Animal vertical (2016) y Un héroe anónimo (2022)– apuestan también a husmear en esos deseos entre las personas, unos que se manifiestan de manera subterránea y no siempre obvia. “El deseo no siempre es buscado ni provocado –explica–. Creo que lo importante pasa por la mirada. Yo filmo a los personajes con deseo. Mi mirada, combinada con la de ellos, pone en circulación ese deseo. También los silencios generan algo.”
¿Hay algún secreto para filmar el deseo? “Creo que hay algo misterioso, metafísico en eso –analiza–. Técnicamente, me puse una regla: cada vez que alguien es filmado, lo es bajo la mirada de otro. Es como si el plano representara una mirada. Además, hago muchos primeros planos, buscando cercanía física. Después, hay cosas que se trabajan en la dirección de actores y en el montaje. Hay elementos técnicos, sí, pero también mucho de intuición. Es una cuestión de sentirlo.”
A diferencia de otras películas, Misericordia tiene un costado religioso, o al menos coquetea con ciertos aspectos espirituales, incluyendo un discurso clave de un cura: “La misericordia puede ser vista de forma irónica, pero el discurso del cura es sincero –cuenta–. Hay mucho de mí en sus palabras. Quería representar a un cura atrapado en sus ideales, una figura que intenta reconciliar sus deseos con sus principios morales. Es un personaje cómico, pero entrañable.”
Cineasta y cinéfilo a la vez, Guiraudie dice tomar como inspiración los géneros clásicos. “El cine negro ha sido una influencia para mí –recuerda–. También me gustan mucho los westerns, los films de capa y espada y las películas de aventuras.” No se siente afín a Claude Chabrol, “aunque comparto con él el gusto por el suspenso, no me gusta cómo observa a sus personajes. Siento que mira desde arriba, burlándose de ellos, especialmente en sus retratos de la pequeña burguesía.”
Comprometido políticamente, Guiraudie está preocupado por el avance de la extrema derecha y cómo la cultura es víctima de esta tendencia, creciente también en Francia. De todos modos, no cree que el cine vaya a desaparecer. “Aunque las plataformas han ganado terreno, todavía hay un fuerte aprecio por el cine en salas. La tradición del cine de autor sigue viva –comenta–. A pesar de las presiones económicas y políticas, sigo confiando en que Francia mantendrá su producción cinematográfica. El cine es parte esencial de nuestra cultura.” «
Con Felix Kysyl, Catherine Frot, Jacques Develay y Jean-Baptiste Durand. En cines.
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