Es uno de los periodistas y economistas más reconocidos del país. Su estilo elude la solemnidad y apuesta al humor, sin perder rigor ni profundidad. Pero su vida tiene múltiples intereses.

—¿Cómo fuiste encontrando el tono de tu programa, ese equilibrio entre humor, información y rigor?
—Valoro mucho lo que compartimos con la comunidad. Mucho del tono tuvo que ver con la amistad con Pedro Saborido, que fue una especie de padrino desde el principio en la radio y me ayudó a encontrar ese registro. También trabajar con amigos y colegas como Prado, Alejandro Wall, Noelia Barral Grigera, Cacu Cacurri, Noel Leonarda, Mauro Eyo (el actual operador de sonido), Gaby Vulcano, Nahuel Prado y Santiago Juncal. A Pasaron cosas lo completa Celeste Albe, en la coordinación de aire; Maca Pérez Fantoni y Jere Juárez en la producción periodística; Julia Biondini en la operación de YouTube; y Martu Schinnea en redes. Los menciono a todos porque entre todos encontramos ese tono, ese código que compartimos relacionado con el humor.
—¿Qué aprendiste de vos y de los demás haciendo un programa diario?
—Aprendí a regular la ansiedad, a frenar el impulso, a dar espacio y a resignarme a que algunas cosas no entren. También aprendí a valorar cuánto significa la radio para la gente. Aprendí a valorar además el hecho de estar: en los medios audiovisuales se privilegia mucho la forma, y viniendo de la gráfica se privilegia mucho el contenido, que muchas veces se diluye. Hoy, se hable en la plataforma que se hable, la persona que te está escuchando recibe mil estímulos. Lo más precioso es conquistar la atención de quien escucha: dar por hecho que la audiencia va a mantener la radio prendida todo el tiempo es un gran error de estos tiempos. A veces los programas cargan el estado de ánimo del público para hacer negocio, para concentrar esa atención que cuesta tanto. Nosotros no queremos hacer daño, queremos hacer periodismo.
—¿Cómo lidiás con eso?
—Es un desafío permanente, porque uno aprendió a comunicar de un modo y ahora todo requiere dinamismo constante. Pero trato de no perder profundidad: si todo es estímulo, nada se asienta.
—¿Creés que hay gente que termina escuchando a periodistas más alineados con el gobierno de turno simplemente para no amargarse?
—No lo había pensado por ese lado. Yo tengo mis ideas políticas, soy de izquierda y me paro en lugares muy opuestos a los de este gobierno, pero no hago de eso una bandera constante. Si a veces la pifio es porque soy auténtico, y prefiero pifiarla por eso que por una cuestión política. El programa, ante todo, tiene que pensar y conectar.
—En los últimos años la Argentina parece que siempre estamos en el mismo loop económico. ¿Compartís esa sensación?
—Sí. Creo que tiene que ver con decisiones profundas de nuestra élite, que no aparece en público. Por eso publiqué El país que quieren los dueños. Falta vocación de esa dirigencia por un proyecto autónomo e inteligente. Si los dueños del país no apuestan por el país en el que hicieron sus fortunas, es muy difícil salir de ese loop.
—¿Qué cosas te divierten?
—Me divierte jugar al truco con mis hijos, chapotear en el agua, jugar tenis de mesa con Manu. Me divierte hacer asado y el encuentro que se arma alrededor de eso. Verme con mis amigos. Desde que soy padre lo hago mucho menos, pero me encanta juntarme con ellos. También me hacen reír muchísimo Capusotto, Tomás Quintín Palma y los videos de Droga Nacional (con Guille Aquino y Lu Iácono).
—¿Y qué cosas te aburren?
—La formalidad, lo solemne, las introducciones largas. Me aburre profundamente lavar el auto: por eso no lo hago nunca.
—¿Hay algo que te gustaría desaprender?
—Más que desaprender, quiero aprender. Me gustaría aprender a tocar mejor la batería.
—Si no te dedicaras al periodismo, ¿te dedicarías a la música?
—Me gustaría tocar bien la batería, sí. Es una pasión. Me encantaría ser Catriel Ciavarella (ríe).
—¿Qué pregunta estás harto de que te hagan?
—Estoy harto de que me pregunten «¿a cuánto va a estar el dólar?” (risas). Es una pregunta sin respuesta. Es imposible saberlo.
—¿Cómo empezás tu día?
—Llevando a mis chicos al colegio. Es un momento hermoso. Mejor si duermo una hora más, claro.
—Tu pareja también es una figura pública. ¿Cómo cuidan la intimidad familiar?
—Estamos muy atentos a que la exposición no afecte a los chicos. Hacemos contenidos en redes donde mostramos retazos de nuestro amor, sin dejar de cuidarnos, porque la intimidad es algo a preservar celosamente. En redes mostramos cosas divertidas o amorosas, pero preservamos lo que consideramos íntimo.
—Ella trabaja en un ámbito muy machista. ¿Aprendiste algo acompañándola en esas situaciones?
—Muchísimo. Ángela es una fuera de serie: exigente, solidaria, abrió caminos y se abrió su propio espacio. Además de amarla, la admiro mucho como profesional y apelo a su consejo y a su inteligencia para mi propio laburo. Somos un equipo, político y periodístico, además de pareja. «
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