En su discurso de apertura en el Palacio Libertad, este viernes la escritora cordobesa dijo que “leer es también imaginar, e imaginar es un acto de resistencia frente a las maquinarias de poder”.
Faltaban dos horas para que culminara el tercer día de la Feria Infantil y Juvenil, organizada por la Fundación El Libro, y que en estas vacaciones de invierno seguirá hasta el 3 de agosto, de 14 a 20. María Teresa Andruetto había llegado Córdoba para leer su discurso. Conmovió con escenas de la historia -en sintonía con el vuelo atemporal de la niñez- y trazó un alerta de época. La lectura y la escritura para los niños y los jóvenes puede ser un acto de resistencia en épocas de maltrato y de renovado vaciamiento social.
¿Qué palabras halló la narradora de 71 años? Andruetto tiene un largo camino de libros para poder expresarse con claridad: es autora de novelas, cuentos, poemas y ensayos. Obtuvo múltiples reconocimientos y, además, recibió “el Nobel de la Literatura Infantil”, como la presentaron en el exCCK-: el Premio Hans Christian Andersen. Fue la primera vez que una autora hispanoamericana obtenía esa distinción. Pero, el viernes, Andruetto no ofreció su discurso desde el parnaso del gran saber: dijo “que leer es también imaginar, e imaginar es un acto de resistencia frente a las maquinarias de poder”.
Y acentuó esa idea: “Resistencia. Eso hacen a veces también los pueblos, de las maneras menos pensadas, para que pueda suceder lo impensado, para poder escuchar algo más que lo que ya sabemos”. Andruetto también pronunció en el Salón de Honor: “La consciencia de lo colectivo ha ido mutando tristemente en las sociedades contemporáneas, con giros hacia el más descarnado individualismo contra los más pobres o más necesitados que nosotros”.
Entonces Andruetto miró alrededor: “Todos los que estamos esta tarde somos de diversas maneras puentes entre libros y lectores”. Y si “muchas de las obras mayores de la cultura universal fueron hechas al calor de un proyecto político para desarrollar una identidad y conformar una nación”, la narradora divisó que “una educación literaria resiste el afán de domesticación: inspira formas de resistencia y se sacude el miedo a equivocarse ante voces sociales que dicen lo que hay que hacer o lo que se tiene que hacer. Eso puede aportar la literatura”.
Y allí “habita su fuerza pedagógica: abre una puerta hacia mundos posibles -profundizó Andruetto-. El arte en general, y los textos literarios en particular, son una reserva de potencialidad para horadar algo, para desplazar un margen, romper un límite, ponerse en cuestión, dar a pensar. Porque el que obedece no puede hacerse preguntas”. Y recordó: “Con los libros podemos establecer conversaciones entre quienes estamos vivos y quienes están muertos; entre quienes pensamos en una lengua y quienes piensan en otras; entre los que somos de aquí y los que son de otros lugares o de otras épocas”.
Andruetto había comenzado su discurso ligando tragedias y dolores recurrentes: “Hoy hace 31 años del atentado a la AMIA, con vidas segadas por la violencia, por ese acto terrorista: la muerte violenta de personas”, leyó, antes de decir: “Los que compartimos aquí esta tarde, estamos de una u otra forma relacionados con la infancia y por eso, ante todo, me voy a tomar un minuto de silencio por los veinticinco mil niños gazatíes muertos bajo las bombas, los misiles, el hambre y la sed”.
Luego Andruetto acentuó descripciones sobre “el infanticidio” en Gaza y habló de quienes imaginaron mundos nuevos contra la ceguera social y la falta de empatía colectiva. Citó a Charles Dickens, a Bertolt Brecht, a Pier Paolo Pasolini y a David Lynch y se preguntó: “¿Cuánto más tendrá que sucedernos para que, como el niño que en el cuento de Hans Christian Andersen ve un desfile de obscenidades, podamos desde el centro de la ética y de la política decir que el emperador está desnudo y desactivar a los sastres mentirosos tanto como a nuestra propia servidumbre?”.
Y Andruetto volvió a las luciérnagas, “esas señales en medio de la noche”, que son “resplandores en tiempos en los que la crueldad se actúa y se exhibe con total obscenidad”, para “desde el corazón de lo ético y lo político, imaginar todavía un devenir”.
Minutos antes de su discurso había hablado Christian Rainone, el presidente de la Fundahttps://www.el-libro.org.ar/fundacion/ción El Libro: “Queremos mejorar las experiencias del público más joven en nuestras ferias, incorporando propuestas inmersivas, interactivas y lúdicas que acompañen los contenidos editoriales”. La idea es que visitar una feria no sea sólo una salida educativa, sino una experiencia deseada y estimulante”.
En segundo lugar, dijo Rainone, “creemos que es fundamental ampliar la participación de escuelas y centros educativos”. Para ello “estamos desarrollando un instrumento que financie parte o totalmente la compra de libros de estudiantes y docentes dentro de la Feria, siguiendo el exitoso ejemplo de la Bienal del Libro de Brasil”. Y continuó, consciente de que el sector editorial y libresco infantil no está ajeno a la crisis económica que atraviesa al país. “Debemos trabajar -dijo- para que ningún niño ni joven se vaya de nuestra feria sin al menos un libro en la mano. Ese deber es nuestro compromiso y nuestro horizonte”.
En la inauguración también hablaron Nehuén Costa, de 23 años, el ganador de concurso de figuras de la Feria (con sus personajes Lili, Lina y Lolo), y la Presidenta de la Comisión del Libro Infantil y Juvenil en la Fundación El Libro, Gabriela Pérez, quien aseguró: “Nuestro objetivo es siempre el mismo: acercar los libros a los chicos; promover la lectura desde la primera infancia”.
Ella recordó que la 33ª edición posee 76 expositores y que habrá 180 actividades y dijo: “También llevaremos a cabo las jornadas para docentes y mediadoras de lectura, que incluye a la Gran Travesía, ese encuentro entre especialistas y expositores que ya tiene décadas en nuestra Feria”.
Pérez cerró con estas frases: “Los libros nos enseñan a pensar y a tener un pensamiento propio. Un niño que lee será un adulto que piensa, y un adulto que piensa nos podrá garantizar un futuro mejor”. Las propias editoriales son conscientes de la dificultad: acercar libros a los niños y jóvenes es una ardua tarea en medio de la adversidad. Lo captó -dijo Lorena Suárez, desde el stand de Siglo XXI Editores: “Esperamos que sea una buena feria para todos, aunque este momento es muy difícil para las familias. Pero es mentira que los chicos no leen: si les proponés algo de calidad se prenden con los libros”.
La clave es “proponerles materiales que los hagan pensar y emocionar. Si les ofrecés materiales por fuera de las pantallas, los chicos se prenden”, razonó Suárez. Algo similar vio Guillermo Cergneux desde el stand del sello una Luna: “A pesar de que muchos creen que los chicos van más con lo digital, el libro en papel tiene muy buena aceptación. Por eso tratamos de poner buenos precios y no acompañar a la inflación”. Y Viviana Cauteruccio, desde OVNI, dedicada a historietas, dijo: “Ahora que empiezan las vacaciones de invierno en Buenos Aires tengo un poco de más confianza, aunque creo que van a ser unos días gasoleros”.
Entre las actividades en paralelo, este lunes habrá un espectáculo de cuentos con títeres, “para descubrir y disfrutar en comunidad”; narraciones de los propios chicos a sus compañeros de escuela; un taller de dibujo a partir del texto “Un pirata” y otro espacio de narración oral “donde los cuentos viven, las palabras juegan y la imaginación reina”. La Feria del Libro Infantil y Juvenil ya avanza en vacaciones. Como dice la Fundación El Libro “este es un espacio de encuentro, de imaginación y de construcción colectiva”.
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